Ruben Östlund: "Soy un blanco privilegiado, con mi película lo que hago es cuestionar mi estilo de vida"
Con tres nominaciones a los Oscar, el director sueco, que vive en Mallorca, se ríe de los ricos en 'El triángulo de la tristeza', una sátira salvaje sobre el poder y la lucha de clases
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Ruben Östlund, en una imagen de los BAFTA(Photo by Jeff Spicer/BAFTA/Getty Images for BAFTA) / Jeff Spicer/BAFTA
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Madrid
La historia se repite, primero como tragedia, luego como farsa. Y la farsa es precisamente el tono elegido por Ruben Östlund para hablar del hundimiento de la sociedad actual. La sociedad neocapitalista. Con su habitual tono socarrón, bruto y desenfrenado, el director sueco ganó su segunda Palma de Oro con El triángulo de la tristeza y cierra su trilogía sobre lo absurdo de la masculinidad después de The Square y de la brillante Fuerza mayor. En esta cinta empieza riéndose de la belleza. De ahí su título, que hace referencia al triángulo que se forma en la cara donde empiezan a salir las arrugas y donde suele inyectarse el bótox. Un casting de modelos jóvenes, que podrían salir de una tienda de Abercrombie, sirve de prólogo a una violenta y divertida comedia negra sobre la explotación laboral, la superficialidad del mundo y las clases sociales, que tiene un final a lo Parásitos.
Dividida en tres capítulos, el primero nos presenta a la pareja protagonista, una influencer y su novio, el aspirante a modelo. Discuten sobre cómo pagar la cena en una delirante conversación en un restaurante. Para el segundo capítulo a Östlund se le ocurre meter a una serie de protagonistas despreciables en un crucero de lujo que transita por las islas griegas. Junto a la pareja que representa la forma del mundo moderno de hacerse rico y famoso de manera fugaz, está el empresario ruso, que sacó tajada tras la caída del telón de acero. Están dos ancianos entrañables que se hicieron ricos vendiendo granadas, no de las de comer, de las que explotan. Y una fauna extraordinaria de repelentes adinerados europeos. Ricos, altivos, clasistas y maleducados. Así son los huéspedes que beben champán caro, comen ostras y toman el sol entre selfie y selfie para presumir en redes sociales. Mientras la tripulación trabaja para ellos, limpia el vómito de la moqueta, prepara la comida, les sirve. Porque en este sistema capitalista, unos disfrutan y otros trabajan para ellos, dice Ostlund que le ha reservado el mejor personaje a Woody Harrelson. El actor es un capitán de barco marxista y borracho que acaba discutiendo a voz en grito sobre el marxismo, sobre el comunismo.
Karl Marx, Mark Twain y Noam Chomsky contra Margaret Thatcher, Ronald Reagan y Kennedy. Hay un duelo de citas hilarante entre un empresario corrupto ruso y el capitán, un americano comunista, ambos borrachos. “Nunca discutas con un idiota, te hará bajar a su nivel y te vencerá por experiencia”, palabra de El Capital. Esta es una comedia de catástrofes, también de supervivencia, como muestra el tercer capítulo. Los personajes que han sobrevivido al crucero acaban en una isla desierta. Un supervivientes, donde los ricos se acostumbran a sobrevivir. La única que sabe pescar, cocinar y apañárselas es la limpiadora filipina del barco, que ahora toma las riendas de la situación y se convierte en la capitana de ese grupo. Un capítulo que tiene también una mirada a los roles de género en la actualidad. No es fácil que en el cine de autor haya espacio para la comedia social y con gran presupuesto. Östlund lleva un tiempo divirtiéndose a costa de lanzar pullas a la sociedad actual, incluso a la élite cultural a la que él pertenece. Por no hablar de la fantasía de presentar una película sobre la banalidad de la belleza, el lujo y la obscenidad de la riqueza en una ciudad como Cannes y haber logrado tres nominaciones a los Oscar, meca del cine a la que también vacila.
Está nominado a tres Oscar, ¿Qué se siente al haber sido votado por gente que podría estar en ese yate de su película y a los que prometió bótox?
Hemos hecho una campaña bastante divertida para distribuir productos de belleza entre los académicos. Hemos dado en el clavo. En el póster que enviamos a los académicos para hacer la campaña y que voten por la película, hemos puesto "tres nominaciones a los premios de la Academia, el privilegio de los blancos adinerados. Esta película trata sobre ti". Me gusta ese enfoque, porque creo que, a menudo, tendemos a poner los problemas del comportamiento de las personas fuera de sus centros de poder. Y creo que lo que siempre he intentado hacer es retratarme a mí mismo. Yo también soy un blanco privilegiado, y con mi película lo que hago es cuestionar mi estilo de vida y mi forma de ver las cosas. No me quiero separar de la crítica que hago en la película.
La película se ríe de los ricos, pero también cuestiona las estructuras de poder en el mundo capitalista, ¿era fundamental que la sátira a las clases altas fuera por ese camino?
Lo que me interesa de la película es atacar esa forma de explicar el mundo que es sumamente individualista que se basa en calificarlo todo de bueno o malo. Lo hacemos con todo, mira las noticias. Si nos fijamos en Marx, uno de los padres de la sociología, cuando intentaba explicar el mundo siempre ponía el comportamiento humano en un contexto. Demostró que nuestro comportamiento proviene de una posición que ocupamos en la estructura financiera y luego económica, por eso nos comportamos de una manera determinada, tanto si somos buenos o malos, eso nos condiciona. Por eso en la película la idea era mostrar que cuando nuestra posición en este ámbito de las estructuras de clase cambia, también cambiará nuestro comportamiento. Es fundamental observar el contexto para encontrar una explicación de por qué nos comportamos como nos comportamos.
Tanto en Fuerza mayor y The Square, como en Triángulo de la tristeza, hay un retrato de la masculinidad en crisis y de lo que significa ser hombre hoy, pero sin olvidar como veíamos el aspecto de la clase, ¿no se puede separar la clase del género?
Quizá no. A mí me parece interesante jugar la expectativa cultural de lo que es ser un hombre y mirarlo desde un punto de vista económico. Si nos fijamos en la escena en la que el hombre y la mujer están en el restaurante y llega el momento de pagar la cuenta. Ahí vemos muchas cosas. Por ejemplo, que la mujer tiene como moneda de cambio su sexualidad y su belleza. El hombre está ahí para pagar. Es lo que se espera de él. Hay muchos aspectos de nuestra cultura que se basan en esta dicotomía. Por ejemplo, esa norma no escrita de que si compras un anillo de compromiso para tu chica, debe costarte un tercio de tus ingresos anuales. Y si no se casa, la mujer se queda con el anillo como compensación económica, ¿por qué? Porque es un año mayor, y sigue soltera y eso está penalizado socialmente. ¿Y qué obtiene el hombre? Nada. Por eso, pensé que el punto de partida de la película era básicamente por qué consideramos que la belleza y la sexualidad es la moneda de cambio de la sociedad actual. Y de ahí discutirlo desde una perspectiva femenina y masculina a la vez.
Te defines como una mezcla entre Michael Haneke y de Larry David...
Fue un periodista el que me describió así y tiene razón. Como a Larry David, creador de Seinfeld, me gusta la comedia en la que hay situaciones que son fáciles de identificar. Por otra parte, Haneke es un creador muy duro con sus espectadores. Los desafía. Y eso es algo que me encanta. Creo que ambos han tenido una gran influencia en mi forma de ser. Que observo mi progreso y me encantaría ser un Haneke pero con humor, porque para mí es tan importante desafiar al espectador y atraerlo a la vez.
¿Es la sátira la única forma de explicar el mundo actual, de explicarnos como sociedad?
No lo sé. Tengo la sensación de que cuando haces una película hay dos maneras, la europea, que se basa en que hables muy en serio. Y la americana, desde el entretenimiento. Para mí Buñuel es un ejemplo de cómo ser inteligente, provocador y muy entretenido al mismo tiempo. Quería volver a cierto tipo de cine europeo más conectado con el público, porque desde hace un par de décadas, el cine europeo, ha estado más alejado. Muchas veces, cuando consigues dinero para hacer una película, parece que se nos olvida si después la película llega o no al público. Esto es un problema. Me enorgullece que tengamos institutos de cine y que contemos con fondos estatales, pero también creo que eso tiene inconvenientes. Por eso, tenemos que recordarnos que el objetivo es llegar al público, si no lo hacemos, el cine tal y como lo concebimos va a morir. Tenemos que recordar a la gente la mayor cualidad del cine, que es disfrutar viendo cosas juntos. Por eso opté por la sátira, también porque quería hacer algo salvaje, entretenido y que invitara a la reflexión al mismo tiempo.
Trabajaste en una estación de esquí y luego creaste Fuerza mayor. Trabajaste con un artista contemporáneo y de ahí salió The Square. Tu pareja trabaja en el mundo de la moda y de ahí surge la inspiración para El triángulo de la tristeza, ¿hasta qué punto ha pesado la biografía en su carrera?
Hasta el punto de que las escenas más embarazosas de mis películas son siempre autobiográficas. Por ejemplo, la escena de pagar la cuenta, sale de mi propia realidad, de cuando conocí a mi esposa. Ahí estaba el choque de mi educación en una Suecia socialdemócrata y una madre soltera y el de una educación alemana, con una sociedad más patriarcal. Muchas partes de mis películas están sacadas directamente de mi vida y siempre hay algo en la temática de las películas que hago que tienen algo de editorial. Me pregunto siempre si es algo que he experimentado, si encaja en el contenido. Y luego, cuando escribo el guion, siempre busco en mis vivencias si hay algo así. Para mí es la escena más difícil de volver a ver es la de la cena, porque hablar de dinero y de ser hombre es lo más embarazoso del mundo.
Hablabas de tu educación socialdemócrata, de tu madre, ¿sigue siendo comunista?
Sí sí, lo es. Se convirtió durante los años sesenta y desde entonces se ha dedicado mucho a la discusión política. Y todavía se considera comunista. Es hermoso ver su vida, pronto cumplirá 80 años, y su vinculación política hace que siga siendo vital. Tiene mucha energía porque tiene algo por lo que luchar. Es muy inspirador.
Cuentan que escribe el guion primero como una novela y después es cuando lo adapta al guion, ¿cómo es este proceso?
Bueno es que lo que más me gusta es presentar el proyecto en el que trabajo y hablar mucho sobre él. Primero cuento la película de principio a fin y es después cuando me siento a escribir. Me gusta escribir de forma detallada todo lo que piensan los personajes. Quiero dar la mayor cantidad de información posible a los actores y también tenerla yo mismo de los personajes y de las situaciones, para controlar todo. Eso luego es fundamental en el proceso de financiación, porque cuando tienes que pedir dinero a diferentes inversores, necesitas esa información, no solo un guion estándar. Luego hago el guion más como una normalidad o una burocracia.
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Pepa Blanes
Es jefa de Cultura de la Cadena SER. Licenciada en Periodismo por la UCM y Máster en Análisis Sociocultural...