Torturar a las mujeres desde el poder

Barcelona

Que cada uno escoja. O es ensañamiento. O es crueldad. O es tortura. Presionar a las mujeres que van a abortar, para que a través de los médicos escuchen el latido del feto es demencial desde el punto de vista de respeto a los derechos humanos. Concretamente, los de aquellas que ya acarrean bastante sufrimiento con la toma de una decisión difícil, que a nadie gusta, pero que a veces es imprescindible. Y que es legítima y legal, dentro de unas condiciones.

Esa presión, que violenta la ley democrática, es alucinante. Y más cuando se realiza desde un poder ejecutivo. La propuesta, efectuada por el vicepresidente ultra de Castilla y León, Juan García Gallardo, tiene todavía un sesgo más horroroso por el tono dictatorial, machista, chulesco y pijo con que la ha explicado en público. “Con información, seguro que están mejor”, hendía el trágala. La propuesta se adoptará “inmediatamente”, amenazaba.

Lo peor no es, con todo, la provocación ultra, sino la sintonía que ha encontrado inmediatamente en una dirigente del PP, Isabel Díaz Ayuso, que la disfraza con la creación de una oficina telefónica para dar “más información” a las mujeres, como si fueran idiotas, inconscientes o ignorantes. Que Ayuso sea inmadura, agresiva y ofensiva no implica que las demás mujeres también lo sean. Mientras, el moderado Borja Sémper, la única buena noticia que nos ha dado este partido al elevarlo a portavoz de campaña, asegura que el partido no está dispuesto “a tragar” con todas las intemperancias de su aliado. Y Feijóo calla, calla, calla. No ante cualquier noticia, sino ante un ensañamiento, una crueldad o una tortura contra las mujeres que se ven en la triste tesitura de tener que abortar. Hay silencios humillantes.

Escucha todas las miradas de Xavier Vidal-Folch