Qué seguros deben estar de que su dios, como el de Herodes, no existe

Madrid

A quien inventó la leyenda, que no es Historia, de la matanza de inocentes perpetrada por el rey Herodes habría que colgarlo por los pies. Porque hay que ser retorcido para imaginar a un dios capaz de enviar a un solo ángel para salvar a un único bebé de la horrenda masacre. Y eso, además, con el fin y efecto de que dicho privilegiado infante crezca hasta los 33, edad interesante donde las haya, y, entonces, crucificarle, con la excusa de librarnos del infierno.

El retorcimiento y el inocentidicio, pero esta vez muy real, continuaron hasta nuestros días en ciertos sectores del clero católico como bien sabemos. Sabemos que hubo otro tipo de degollamientos de la sagrada infancia, perpetrados con sotana y alevosía, desde la hipocresía de un celibato basado en la demonización de la mujer, de la homosexualidad y del sexo libre y sano.

Hoy sabemos también que ellos, los jerarcas, sabían, y que callaron y ocultaron y encubrieron. Hoy sabemos que seguirían haciéndolo de no haber irrumpido en escena, con tremenda valentía, el dolor de las víctimas, a través de la denuncia realizada por el mejor periodismo.

Solemos celebrar con bromas este día, pero para bromaza pesada y abominable, la actitud de la Iglesia Católica española negándose a entregar a los culpables. Qué seguros deben estar de que su dios, como el de Herodes, no existe. Entre tanto, lirios y cirios. Y como si tal cosa.