El azar: justicia poética

Barcelona

El azar quizá no traiga justicia estadística. Probablemente los beneficios de la suerte no se reparten de forma homogénea entre sectores sociales, nacionalidades, edades y nivel cultural.

Pero lo que sin duda aporta es justicia poética. Dos casos de beneficiados hoy en la lotería. Una es Perla, inmigrante peruana en paro, que se encontraba en el salón de sorteos cuando se ha visto agraciada con el gordo: 400.000 euros. Su reacción: “Voy a poder comprar una casa y darles estudios a mis hijos que es lo que más quiero”, ha dicho, emocionada.

El otro es Ibrahim, inmigrante de Gambia, que llegó en patera y recaló en Olot. 125.000 euros del segundo premio. Jugaba por primera vez. Empleará el dinero en mejorar “la empresa” de su mujer, que es modista. Y en comprarse un equipo para hacerse un estudio: él es cantante.

Sucede muchas veces que los beneficiados invierten bien el dinero del azar, aunque ese en concreto no haya sido ganado con esfuerzo. Pero saben lo que es tirar adelante con sacrificio. Esto también es justicia, incluso económica.

Sirvan estos ejemplos para celebrar la normalidad social (otra cosa es la laboral) de la inmigración en España. Resulta bastante excepcional en el mapa europeo que apenas haya conflictos por razón de una mala integración de los venidos de fuera. Hoy son unos seis millones, más o menos el 13% de la población española. En total, multiplican por seis veces los que habían entrado en 1995. O sea que en muy poco tiempo hemos aumentado mucho. A las Perlas y a los Ibrahim tenemos muchas cosas que agradecerles. Alguna se les devuelve gracias al azar.

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