Bella chaucha: elogio del malentendido

Me interesa la potencia del malentendido. El músico argentino Sebastián Rey dice que su primer recuerdo musical proviene de cuando tenía 3 o 4 años y su familia italiana organizaba festejos en los que cantaban Bella Ciao: “Durante mucho tiempo pensé que se llamaba ''bella chaucha'' –escribe-, un nombre súper lógico para mí, teniendo en cuenta el estribillo que dice ''bella chau-cha-cha''”. Bella Ciao es su canción favorita y, aventura, puede haber despertado en él la pasión por la música para recuperar el espíritu de aquellas celebraciones. Quizás su vocación haya empezado con un malentendido: creer que un himno antifascista era el ditirambo a una legumbre. Hace poco descargué en el teléfono la serie Escenas de un matrimonio. Iba por el segundo capítulo y ya estaba deslumbrada. No por la historia sino por su estructura: avanzaba hacia atrás. Al narrarse en reversa, el derrumbe de ese matrimonio adquiría un dramatismo excepcional: la mujer, que en el tercer capítulo parecía serena, en el cuarto resultaba patética; el hombre, que en el sexto capítulo parecía comprensivo, en el quinto resultaba manipulador. Hasta que me di cuenta: estaba mirando la serie al revés, desde el final hacia el principio. No corregí el error, la terminé así, y me pareció salvaje, mucho más compleja que la versión original. Hace poco se supo que un cuadro de Mondrian circa 1941 permaneció colgado al revés durante 77 años gracias a malentendidos: ausencia de firma del autor, traslados diversos. Ha vivido más tiempo cabeza abajo que en la posición ¿correcta?, y no pueden darlo vuelta porque se desintegraría. Lo estudios críticos sobre esa obra quedan transformados, así, en textos humorísticos. Un día de los 80, cuando volvíamos de ver una banda de rock, un hombre me dijo “Creo que me enamoré”. No hablaba de mí sino de la banda, pero yo entendí otra cosa y me enamoré de él. Terminó en catástrofe. Mi padre me regaló, para salvarme, los diarios de Cesare Pavese donde aprendí, para siempre, que la entrega nunca es sin prevenciones. Hace mucho tiempo leí esta frase del Tao Te King: “Y la fuerza se impone a la ternura”. La hice mi ley. Años más tarde, descubrí que la frase original dice lo contrario: “Y a la fuerza se impone la ternura”. Pero ya era tarde. El malentendido es un error del sistema, una interferencia, una insurrección, un acelerador de partículas que destroza los dogmas. La vida plena vibra en el malentendido, ese plano superior del entendimiento donde reinan la desobediencia, la insurrección, el deslumbramiento y, loado sea, la posibilidad del desastre.