A beneficios extraordinarios, impuestos extraordinarios

Barcelona

Todos los organismos sensatos, todos los gobernantes con un mínimo de seso proponen gravar (o ya gravan) los “beneficios caídos del cielo”, es decir, sin otro mérito que poner la cara, o la mano, y que no son consecuencia de haber multiplicado el esfuerzo de gestión, las inversiones productivas o la innovación. Por ejemplo, pero no solo, los de las gasistas y petroleras.

Hoy ha sido el secretario general de Naciones Unidas, el portugués António Guterres, en la cumbre del clima que se celebra en Egipto. “Redirijamos el dinero a las personas que luchan con el aumento de los precios de los alimentos y la energía” y a los países perjudicados por el cambio climático, ha exhortado a los representantes de los cerca de 200 Gobiernos presentes.

El penúltimo fue el presidente norteamericano, Joe Biden, que fue aún más duro. Acusó a las petroleras de “sacar provecho de la guerra” y les conminó a "no repartir más dividendos, sino a invertir más y mejor”. Veremos lo que ocurre mañana, en las elecciones parciales que auguran un mal resultado para los demócratas de Biden, lo que le complicaría poner en marcha el impuesto prometido.

Casi no es siquiera un asunto de política fiscal, sino de decencia y de marcar distancias con la obscenidad. Las petroleras y gasistas de todo el mundo obtendrán unos dos billones de euros (con b de Barcelona) de beneficios extra este año, gracias a la espiral de precios agravada por la guerra de Ucrania. Son datos de la Agencia Internacional de la Energía.

Hay quienes no están a favor de gravar esos beneficios. O quienes, avergonzados de sí mismos, callan, o se escudan en las instituciones de las que forman parte, o aún salmodian por lo bajinis que hay que hacer es rebajar impuestos. Miren a su derecha. Y acertarán.

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