La decadencia
"Lo que llamamos Occidente, pseudónimo colectivo de las democracias liberales, o sea, nosotros (incluyendo a quienes vitorean la carroña de Queipo de Llano, precisamente porque somos demócratas liberales) siempre está a punto de derrumbarse"
Madrid
Esto va mal. Mucho peor de lo que creemos, según dicen. Y va mal desde siempre.
Lo que llamamos Occidente, pseudónimo colectivo de las democracias liberales, o sea, nosotros (incluyendo a quienes vitorean la carroña de Queipo de Llano, precisamente porque somos demócratas liberales) siempre está a punto de derrumbarse.
Oswald Spengler, un gran historiador alemán muy facha y muy admirador de Benito Mussolini, ya publicó entre 1918 y 1922 dos tomos titulados “La decadencia de Occidente”. Según él, la cosa podía darse por acabada. Eso sí, poco a poco: fue prudente y pronosticó que Occidente iba a hundirse en las primeras décadas del siglo XXI. Aún estamos a tiempo.
Desde luego, Occidente sufre problemas muy graves. La mentira y el autoritarismo ganan terreno.
Pero hay que fijarse en quiénes insisten hoy con la cantinela de “la decadencia de Occidente”. Los terroristas musulmanes, por ejemplo, desde Al Qaeda al Estado Islámico, llevan décadas hablando de nuestra decadencia. Viniendo de tipos que consideran Afganistán algo parecido al paraíso, no sé si creérmelos.
Quien más da la murga ahora es Vladimir Putin, un criminal de guerra que dice actuar en defensa de los valores cristianos y que se comporta como un auténtico marxista (de Groucho Marx, claro), porque asumió la presidencia de Rusia en la nada postsoviética y está llevando a su país a las más altas cimas de la miseria. Somos decadentes, dice Putin. Entre la decadencia y Siberia, la verdad, elijo la decadencia.
También la ultraderecha occidental, la que intenta acabar desde dentro con las democracias, mete un poco de decadencia en cada discurso. Desde Trump hasta los de aquí, todos invocan el pasado, cuando éramos más racistas, más analfabetos y más machistas, o sea, cuando estábamos en plena pujanza.
Seamos claros, pese a todos los defectos de Occidente, que son muchos. ¿Hay alguien que quiera emigrar a Moscú o a Kabul? Pues ya está.