Alejandro González Iñárritu: "Emigrar es morir un poco, es integrarte pero también desintegrarse"
El director mexicano estrena en cines 'Bardo, falsa crónica de unas cuantas verdades', su película más personal con la que ha logrado una ventana de exhibición en salas de 45 días antes de llegar a Netflix
Madrid
Bardo, falsa crónica de unas cuantas verdades, la última película del director mexicano Alejandro González Iñárritu, se ha convertido en uno de esos títulos que suscitan debate entre la crítica. Tras ganar dos Oscar seguidos a mejor director, por Birdman y El Renacido, Iñárritu es uno de los directores mexicanos acogidos en este nuevo Hollywood enfrascado en mostrar diversidad al exterior y en apropiarse de todo autor extranjero que sobresale. Iñárritu, que lleva décadas viviendo fuera de su país, siendo uno de los millones de latinos en Estados Unidos, ha vuelto a sus orígenes para ahondar en las heridas de su vida y de su país. Es la película más personal del director que no ha gustado nada a la crítica americana, que le dedicó algunos titulares muy airados a la película y al propio director a su paso por el Festival de Venecia, donde se fue de vacío.
"No sé cómo puedes construir un argumento desde la autoridad con ataques personales. Una película que le gusta a todo mundo es sospechosa. Creo que está muy bien que la gente pueda ,de alguna forma, hablar de la película y que le guste o que no le guste. Lo prefiero mucho más, que haya críticos a la película y que no haya indiferencia", dice Iñárritu en una entrevista a la Cadena SER realizada en el Festival de San Sebastián. "Pero sí creo que los ataques personales no deben tener lugar", añade.
En Venecia pudimos ver una versión de tres horas de duración en la que el director, a través de un álter ego interpretado por el actor mexicano Daniel Giménez Cacho, que se pregunta por cuestiones vitales como la identidad, el racismo, el clasismo, la creación, el éxito o el fracaso y la paternidad. "Es interesante porque creo que la película está tocando cosas, una película que no reafirma convenciones sino rompe convenciones. Y esas películas necesitan tiempo y hay una audiencia para esta película. No es un producto de consumo, no obedece a ningún género, no es una novela adaptada, es un material personal de una forma distinta".
Bardo es un derroche técnico, visual y narrativo que firma un director que ha convertido el exceso dramático en una de sus características. Iñárritu nos propone a un director de documentales, periodista de prestigio que dejó México y vive en Los Ángeles y que está a punto de convertirse en el primer mexicano en recibir un galardón en Estados Unidos. Iñárritu nos somete a las tribulaciones de este sesudo e intelectual los días previos a la entrega del premio, enfrascado en su discurso, en sus recuerdos, en lo bueno y lo malo que ha conllevado su trabajo.
"Está la sensación, el desasosiego que implica el desplazamiento del que migra, del que vive en otro lugar, del que ha dejado sus raíces. Más allá del éxito o el fracaso de esta aventura, yo creo que eso es lo que compartimos quienes hemos emigrado. Es morir un poco, es integrarte, pero también es desintegrarse. Y esta sensación de que tu identidad dependa de un papelito interpretado por quien te toque en alguna caseta, siempre es un cuestionamiento interesante".
Una película que conecta con un público, pero aleja a otro. Una paradoja que ha vivido otra de las películas de Netflix de esta temporada, Blonde. El director insiste en que es la inmigración y el cambio de país lo que hace que se genere esa conexión. "Es lo que compartimos, los que hemos emigrado, que seguramente los españoles que fueron a México lo compartirán también. Y cualquier persona en el mundo que pertenezca a esta cultura híbrida, o de la tercera cultura que le llaman ahora, que es un fenómeno muy de los tiempos. Es esa sensación la que creo que el personaje de Silverio está tratando de poder expresar, esta extraña forma de sentir o vivir las cosas más allá del éxito o el fracaso".
"Siempre hago eso cuando tengo la película un par de meses conmigo. Hago muchas funciones con amigos, con familia y voy entendiendo la película, sobre todo con una audiencia, con un teatro lleno que es muy distinto cuando estás demasiado cerca y estás editando. No tuve esta oportunidad cuando la vi en Venecia y luego, me di cuenta de que había realmente una posibilidad de sintetizar, en beneficio del ritmo interno de diferentes escenas, hacer un ejercicio de acupuntura", explica sobre el cambio de versión, veinte minutos más corta que la que la crítica y el público italiano pudimos ver en Venecia. "La película está intacta de la película misma esencia. Nadie puede darse cuenta de qué falta si la vuelve a ver".
El plano secuencia es uno de los emblemas de Iñárritu. Recuerden, por ejemplo, Birdman. En Bardo usa ese recurso, sobre todo en algunas escenas, como un desayuno en la cocina de la casa donde los personajes, el de Cacho y el de Griselda Siciliani, entran, salen, cocinan, comen, discuten... mientras la cámara gira alrededor de ellos por la estancia. También en esa montaña de cuerpos sobre la que emerge el actor catalán Iván Massagué convertido en Hernán Cortés y discutiendo cara a cara con el protagonista, este Silverio, algo ególatra.
"Cada película te exige una una forma distinta de contar. En este caso, yo creo que algunos planos secuencia que ejecuto aquí, que no son tan radicales como en Birdman, me parecía que eran importantes para poder contextualizar al personaje. No están hechos con lentes abiertas, para poder sentir que estamos con él. Intento poner al espectador dentro de la conciencia del personaje, el poderte poner realmente en su experiencia y no fragmentar tanto el tiempo y el espacio con un lenguaje un poco más obtuso y abierto". La reflexión sobre el tiempo y el espacio traspasa el guion: "Me parece que el tiempo es más líquido y los espacios son poco más interesantes en esta película que, en un momento dado rompe con convenciones narrativas. Se trataba de que todo fuese un poquito fluido, como un sueño".
El director de Amores perros o 21 gramos trabaja por primera vez con Netflix. Sin embargo, es el autor que ha logrado mayor compromiso de la plataforma para estrenar en cines, algo que no logró su compatriota Cuarón con Roma, y que este año tampoco ha conseguido Andrew Dominik con Blonde. Bardo se estrena en cines este viernes y a Netlfix llegará 45 días después. No es el el tiempo habitual de una película financiada por una productora independiente o por una major sin plataforma asociada, pero es un récord si tenemos en cuenta cómo juega con las ventanas la empresa de Ted Sarandos.
"Estoy agradecido porque es una película muy difícil", dice Iñárritu sobre Netflix. "Yo la empecé a financiar, porque realmente me encontré con puertas cerradas en todos los estudios en Estados Unidos. A pesar de yo tener una carrera allí, una película personal sin ningún artista mundialmente famoso, en un idioma extranjero para ellos, fue imposible. Y película que requería de ciertos recursos", explica. "Netflix fue el único que se atrevió a hacer esta película con una condición de libertad total. Y mi condición también fue el que fuese proyectada en cines, porque la hice pensando en el cine. Esto es para mí un gran privilegio, que lo aprecio y lo agradezco, y que creo que la gente cuando la vea en cines, pues se va a dar cuenta de la diferencia".
Pepa Blanes
Es jefa de Cultura de la Cadena SER. Licenciada en Periodismo por la UCM y Máster en Análisis Sociocultural...