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El thriller que recrea lo que pasó el 14 de abril en España

El escritor y periodista Paco Cerdà publica '14 de abril', un ensayo que cuenta el lado desconocido del inicio de la Segunda República

Imagen de la Puerta del Sol el 14 de abril de 1931 / CEDID

Imagen de la Puerta del Sol el 14 de abril de 1931

La historia de gente anónima que se vio involucrada en uno de los días más significativos y trascendentales de la historia de España. El 14 de abril de 1931 se proclamó la Segunda República en nuestro país. Fue una explosión popular, de la que tenemos esa icónica imagen de la bandera en la Puerta del Sol y a la que ponemos como banda sonora el Himno de Riego. Sin embargo, detrás de aquello hubo mucho más. Es lo que intenta desentrañar Paco Cerdà en su ensayo 14 de abril, ganador del Premio Asteroide, la editorial que publica este libro que cuenta las 24 horas de aquel día a través de personas de todo tipo y condición. Desde la actriz Margarita Xirgú, al rey Alfonso XII o a jóvenes trabajadores de distintas partes de España. Un retrato de lo que fuimos y lo que somos.

14 de abril es un ensayo precisamente sobre el 14 de abril, el día que se proclama la segunda República en España, ¿es más que un ensayo un thriller?

Eso es un piropo enorme a una novela de no ficción que está únicamente sustentada en hechos reales. Es un viaje a ese día de la historia de España que lo cambió todo. Un viaje al 14 de abril, al día de la proclamación de la Segunda República. Y realmente sí es un thriller, porque contiene todos los sentimientos, todas las emociones que una tragedia podría contener. Tiene la venganza, tiene la ambición de poder, tiene la muerte, tiene el estallido de vida, de esperanza, de ilusión de aquel día, que realmente fue apasionante y paradójicamente es muy desconocido. La gente sabe de la República, sabe de la Guerra Civil, pero del 14 de abril, de qué pasó ese día, cómo se proclamó la República o cómo los republicanos, de forma audaz, saltándose la legalidad, tomaron el poder o cómo el Palacio Real era un hervidero de miedo, donde la familia real estaba atrincherada sin saber qué podía pasar. Ha sido como un viaje a 24 horas en la vida de un país.

Confiesas que en la idea de escribirlo tuvo algo que ver Éric Vuillard, el escritor francés de 14 de julio, ¿cómo surge esta conexión?

Estaba un día en la pizzería esperando a que me sacara una pizza y pensando en mi próximo libro. Y me vino a la mente el libro de Vuillard y pensé de forma peregrina que si tuviera que hacer algo así sobre España, lo haría del 14 de Abril. Me metí en Google y vi que no se había hecho nada semejante con ese paisaje humano, con ese paisaje emocional y sobre todo, persiguiendo a esos olvidados de la historia, a esos anónimos cuyo recuerdo se ha borrado por completo.

Y ahí empezó la investigación...

Consulté docenas y docenas de periódicos, archivos militares, sentencias, tesis doctorales, pero sobre todo dietarios, cartas, libros de memorias. Es decir, todo aquello donde se consignaba la pequeña historia de aquella jornada. Por ejemplo, Margarita Xirgu, la actriz que ese día actuaba en un teatro de Madrid y que ese día arrojaba al buzón la carta en la que le explicaba a su hermano cómo estaba Sol, lleno de gente, como una marea humana y le decía que tenía miedo de si eso se iba a transformar en alegría o tensión o en ira. Estaba prefigurando un poco lo que iba a pasar en España poco tiempo después. Ese era el objetivo, esa anatomía de un instante, ese congelar en el tiempo. El 14 de abril, donde todos los futuros eran posibles, donde España. Se pueden caminar hacia cualquier sentido y ese día no lo sabíamos. Y ese día que todo el mundo asocia a las banderas en los ayuntamientos, la alegría, el jolgorio, la Marsellesa sonando en las plazas llenas de gente.

Desgraciadamente también hubo muertes, ¿es un tópico que desmonta o intenta desmontar este libro?

Sí, gente que pagó con su vida la llegada de la Segunda República. Gente como Emilio, un pobre encuadernador en paro con el que abre y se cierra el libro, que se encontró una manifestación y que las últimas cargas violentas de del gobierno de Alfonso XIII acabaron con su vida. O como Cándida, una pescadera vio segada su vida con los alborotos con motivo de la llegada a la República. Persiguiendo a esos anónimos, a esos olvidados, como ya hice en otra ocasión, en otro libro, en El peón, he intentado completar ese paisaje emocional. Qué pasó más allá de los grandes acontecimientos y unos republicanos que toman el poder, un rey que se ve obligado a marchar.

¿Cómo eliges la selección de los personajes que deben aparecer?

Todo partía de una premisa: únicamente quería contar el 14 de abril, no el 13, ni el 15, ni lo que pasó en la República, ni ni por qué cayó la monarquía. Evidentemente se dan pistas de ello en el libro, pero sí que quería ceñir a esa jornada, desde el amanecer, con la primera bandera republicana izada en Eibar, hasta el anochecer y a la madrugada, cuando el régimen republicano ya se ha instalado en el poder y la monarquía es historia. En todo el proceso de documentación yo empecé a leer, a investigar y fui dándome cuenta de que habían unas pequeñas constantes que a mí me llamaba mucho la atención. Eran las muertes de gente que no son parte del gran relato de la historia, pero que tirando del hilo te permitían prefigurar tres cosas. Primero, la muerte de la monarquía, Después lo que vendría en España en las próximas décadas. Era interesante, por ejemplo, comprobar el punto de vista de la ayuda de Cámara del Rey, que esa noche tenía que hacer las maletas para largarse de España .O de un general llamado Francisco Franco, que en aquel día estaba en la Academia Militar de Zaragoza y que le pedían que izar la bandera republicana y él como que no lo tenía muy claro. O de un poeta catalán que inspiraba a los independentistas de la República Catalana.

Al saber lo que vino después, la dureza de la guerra, la dureza de la de la dictadura, casi la dureza del olvido, ¿podría decirse que es un libro melancólico?

Totalmente. Para que haya melancolía debe haber una esperanza y una felicidad previa, y después un desengaño. Eso fue el 14 de abril. Una explosión de alegría en las calles. Yo creo que todo el país estaba deseando pasar página de un régimen que había acabado envuelto entre el caciquismo, la dictadura de Primo de Rivera, los desastres de la política exterior española y sobre todo, esa, esa gran desigualdad latente en el país entre unas clases altas con mayordomos, con criados desconectados de la clase social más mayoritaria en aquel momento. La olla estaba hirviendo de tal modo que era inevitable que la gente se echara a la calle. Y por un lado, con unos monárquicos que dejaron tirado al rey, con unos republicanos audaces que supieron hacerse con el poder en la hora que tocaba para salirse con la suya. Después, con otras sensibilidades políticas, como por ejemplo los anarquistas que desconfiaban de una república burguesa que no iba a solucionar el problema de clase de fondo que había en aquel momento en España, con unos comunistas que aquel día proclamaban Viva los Soviets.

Hay dos elementos muy interesantes, uno es la música, y cuentas que en la Puerta del Sol se cantó más La Marsellesa que el Himno de Riego

En esta especie de obsesión por reconstruir los detalles de ese día, acudí a una tesis doctoral sobre las canciones de la República, los himnos de la República y había un apartado muy largo sobre el 14 de abril. Y me sorprendió bastante saber que casi nadie en España se conocía el Himno de Riego. No se sabía la letra, porque no estaba todavía asentado. Se sabía La Internacional, sobre todo el estribillo. La Marsellesa fue la gran banda sonora de aquel día en muchos sitios de España. Cuando ya la República se había proclamado, en muchos ayuntamientos surgieron las verbenas con bandas de música que tocaban en las calles y la gente bailaba y cantaba, a su manera, La Marsellesa.

Quizás porque el 14 de abril es nuestra Revolución Francesa fallida

Bueno, pienso que en la Revolución Francesa cortaron algunas cabezas y eso quizá es fallido en la concepción que tenemos hoy de los derechos humanos. Pero sí, fue una revolución en toda regla, no sangrienta, pero sí llena de tensión. En el libro reconstruyo lo que pasó en muchas manifestaciones de ese día, en incendios a sedes de partidos políticos filo fascistas. Había la tensión propia de una revolución y, efectivamente, fue una revolución que prefiguraba otra España distinta de la que realmente tuvo lugar.

Y está también la embajada americana...

Es que he conseguido, por primera vez, unos cables diplomáticos a través del Departamento de Estado de Estados Unidos de aquello. No es un libro de historia, es una novela que se lee como una novela, pero lo que pasa es que es una novela de no ficción, es una crónica literaria a medio camino entre el periodismo y la literatura. Esos cables diplomáticos me hacían gracia, porque vemos al embajador enviando información primero como un rumor, después sin confirmar, y luego ya con la proclamación de la República. El principal interés que tenía el gobierno de Estados Unidos aquella jornada era que el secretario de Estado tenía al día siguiente una rueda de prensa y el burócrata de turno le preguntaba al embajador qué tenía que decir si la prensa le preguntaba. Unn mundo desmoronándose y en Estados Unidos lo que importaba era la rueda de prensa.

El otro elemento del libro es la poesía, ¿por qué dejar que se cuelen Miguel Hernández o Federico García Lorca?

Está de una forma muy sibilina, pero sí hay poesía de algunos grandes poetas que luego fueron fundamentales en la República, como Lorca, Miguel Hernández. También hay algo de, por ejemplo, Francisco Brines, aunque sea posterior. No entiendo la literatura sin poesía. Y aquella jornada también tuvo mucho de poético, en el sentido de que la gente imaginaba ese futuro mejor al que se encaminaba. Era un estallido de esperanza, de ilusión, ese material que prende tanto en las almas de las gentes. Pero había mucho desconocimiento de cómo se podían hacer las cosas. Eso es muy poético también.

Es un libro sobre el 14 de abril, pero es un libro que habla de un país que seguimos siendo y de cosas que siguen estando, que siguen coleando. ¿Hay mucho de la España actual en este ensayo?

En el primer borrador de la historia no había esa voluntad, pero sí que es cierto que en este momento, después de la pandemia, después de la guerra, con este escenario duro de inflación y de dificultades, creo que es importante ver cómo en momentos de la historia donde ha habido dificultades, la gente ha conseguido superarlas armándose de esperanza, armándose de ilusiones, armándose en definitiva de pasión. Realmente creo que es difícil conectarlo directamente con el presente, poque en aquel momento la sociedad española era ingenua, no había vivido la Guerra Civil. En este tiempo donde proliferan tanto las distopías, es necesario seguir cultivando utopías, que por difíciles que sean, son necesarias. Y creo que este libro también arroja esa esperanza, ese broche de luz de lo que es capaz de cambiarnos un día a lo largo de la historia.

Pepa Blanes

Pepa Blanes

Es jefa de Cultura de la Cadena SER. Licenciada en Periodismo por la UCM y Máster en Análisis Sociocultural...

 
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