Viejo

Madrid

Seguramente el ideal de la mayoría de los vivos es alcanzar una buena vejez. Pero cuando alguien llega a esa etapa de la vida solemos eludir la palabra viejo para referirnos a quien lo ha logrado. La palabra viejo es de las que varía de sentido según su orden de presencia: no es lo mismo un viejo amigo que un amigo viejo, por ejemplo. Y es un término contaminado por sus múltiples acepciones. Porque un viejo es una persona de muchos años, pero viejo es también aquello que consideramos deslucido, estropeado, inútil por el paso del tiempo o por el uso.

Y después está la consideración subjetiva de cada cual, porque la mayoría de edad la establece la ley, pero la difusa frontera de la vejez no se atreven a fijarla ni los viejos académicos viejos, que hablan en el diccionario de "edad avanzada". Y ponte a concretar qué es edad avanzada...

Y si viejo tiene sus trampas, ni os cuento las de sus sinónimos: anciano, abuelo, añoso y senil, o las coloquiales vejestorio, vejuno o pureta. Para eludir dificultades, inventamos el eufemismo de la tercera edad, que debió crear un lego en aritmética, porque viniendo después de la infancia, la juventud y la madurez, a mí me sale que es la cuarta. En cualquier caso, es una locución huérfana de sustantivo que podamos manejar. En fin, todo esto porque hoy cumple 80 años Iñaki Gabilondo y ayer los hizo Juan Tamariz. Dos magos en sus respectivos campos que podrían sacar de sus chisteras interesantes neologismos pero que, apostaría, no le harían ascos al término. Como Anna Freixas, que lo ha reivindicado reciente y contundentemente, a los 76, en su libro 'Yo, vieja'.