Hora 25El análisis de Xavier Vidal-Folch
Opinión

La dignidad del Estado

Un ejército que no cuida a sus heridos nunca gana guerras. Un país que no sepa acompañar a los suyos cuando se van, sobre todo si son anónimos, si no son famosos, o si pasó tanto tiempo. Un país así no merecería la pena de merecernos

El rey Felipe VI (i) y la reina Letizia (d) durante el tercer homenaje de Estado a las víctimas de la covid-19 y de reconocimiento a la labor del personal celebrado en la Plaza de la Armería del Palacio Real de Madrid este viernes. / Ballesteros (EFE)

El rey Felipe VI (i) y la reina Letizia (d) durante el tercer homenaje de Estado a las víctimas de la covid-19 y de reconocimiento a la labor del personal celebrado en la Plaza de la Armería del Palacio Real de Madrid este viernes.

Barcelona

La dignidad del Estado se manifiesta en línea recta. Con potencia. Sin arrebatos. No lo hemos aprendido de las carrozas de la familia real inglesa, entre pelucas y reverencias, ese trasunto de la prensa del corazón, el cotilleo y la banalidad (entretenida), sino de la solemne y sobria manera que tiene de manifestarse la República francesa: el 14 de julio, en los discursos de aceptación de los presidentes, incluso (o sobre todo) en la ficción de Casablanca, cuando suena la Marsellesa en el bar de Rick, tocando todas las fibras posibles e imposibles de la emoción.

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Algo de eso volvimos a sentir esta mañana, en la tercera edición del homenaje a las víctimas del COVID. Con la música, los discursos, el fuego en el patio de armas del Palacio Real. Un ejército que no cuida a sus heridos nunca gana guerras. Un país que no sepa acompañar a los suyos cuando se van, sobre todo si son anónimos, si no son famosos, o si pasó tanto tiempo. Un país así no merecería la pena de merecernos.

La dignidad de un Estado se refuerza o recupera también cuando intenta no dejar a nadie atrás, o en la cuneta. La reunión entre los presidentes del Gobierno, Pedro Sánchez, y de la Generalitat, Pere Aragonés, es símbolo de eso, aunque suceda a trompicones y a regañadientes, entre muchas críticas y el desprecio de quienes quieren seguir ignorando la difícil realidad catalana, porque la inquina les da dividendos. El diálogo es dignidad. La mesa de diálogo vuelta a convocar tras un largo lapso de tiempo es instrumento de esa dignidad. El acuerdo dentro de la legalidad será dignidad, y cuantos más haya, mejor. No estamos aquí para abrazarnos solo entre iguales, sino sobre todo con los que piensan de forma distinta. Sean felices, y hasta muy pronto.

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Xavier Vidal-Folch

Xavier Vidal-Folch

Periodista de 'EL PAÍS' donde firma columnas y colaborador habitual de la Cadena SER, donde publica...

 
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