La crisis en Sri Lanka nos asoma a una explosión de hartazgo global
La ola de descontento por la inflación y falta de suministros básicos ha sumido al mundo en una crisis “única en los últimos 40 años”
La interrupción en el suministro de alimentos básicos ha sido uno de los factores desencadenantes de la crisis social y política en Sri Lanka que ha acabado con la dimisión y huida de su presidente. Una situación que está cerca de repetirse en otros puntos del planeta ante la creciente inflación y escasez global.
“Estamos ante una crisis única en los últimos 40 años”, en palabras de Olivier Longué, de Acción Contra el Hambre, que afecta a los países en guerra como Ucrania, pero sobre todo a Oriente Medio, África e incluso América Latina. Las cifras del hambre vuelven a crecer por primera vez en una década y ya son casi mil millones de personas las que sufren hambre en el mundo, una “noticia preocupante para la seguridad y la estabilidad”, valora. Aunque lo que más les preocupa en Acción Contra el Hambre es que “hay entre ocho y nueve millones de niños que están en peligro de muerte”.
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En todos los países del mundo están aumentando los precios de los alimentos y todos los productos a raíz de la invasión rusa de Ucrania, una situación económica que repercute en los países más vulnerables.
La situación, cree Longué, no es tan grave como durante la Primavera Árabe hace diez años, y culpa a la falta de entusiasmo de la juventud por cambiar el sistema. Lo que hace más trágica esta crisis, dice, es que ha llegado tras la pandemia de la COVID-19 que ha supuesto la supresión de cualquier tipo de ingreso para dos millones de personas durante un año. “Una mujer latinoamericana, una mujer africana o un campesino no podían salir a vender su producto o abrir su pequeño comercio. Hablamos de este tipo de trabajos y de población muy pobre, y están en este momento donde han perdido todo con la pandemia y no se han recuperado”.
Además, recuerda, no estamos en un momento de falta de comida física, los almacenes están llenos, lo que ha cambiado es la subida de precios. “Es un esquema de especulación ante un futuro en 2023 que podría ser malo porque la producción mundial no está muy bien y porque el 15% de los cereales que vienen de Rusia y Ucrania podrían no estar en el mercado, pero lo importante es entender que la comida existe”.
Confluye una tormenta perfecta de pandemia, crisis políticas, conflictos y una crisis climática, clave también en la reducción de la producción de comida, especialmente en Europa. Por eso Olivier Longué plantea que quizá sea el momento de dar a la comida “un estatuto especial” que la proteja de los vaivenes del mercado y se garantice una mejor distribución.
Ante unos pronósticos de Naciones Unidas para 2022 de mil setecientos millones de personas en situación de precariedad, “se va a requerir una movilización absolutamente global, porque esta crisis nos afecta a todos”, subraya. Esas revueltas ya no tendrán solo un espíritu democrático, sino que responderán a una necesidad vital.