Hola, buenos días. Aún quedan buenas noticias, aunque las traiga el calendario. Es 1 de julio y para muchos hoy empieza un verano con perspectivas récord para el turismo pese a que estén los precios como están. Y aunque las cosas quizá se compliquen después del verano, cuando puede que falte el gas. Es el aviso -anoche, en La Sexta- de Pedro Sánchez después de una cumbre que ha sido un éxito para el Gobierno, aunque ha sido la cumbre del rearme. La que ha demostrado que no hay nada conseguido: que la democracia tiene que defenderse y exigirse. En su flanco este. Y en su flanco sur. No hay nada conseguido ni ningún avance consolidado, como habrá comprobado Biden al llegar a su país, ahora que la Corte Suprema, tras ampliar el derecho a llevar armas y desmontar el derecho al aborto, limita los planes contra el cambio climático. Tenemos un serio problema, decía Biden. Pero es un problema en todas partes: que consiste en que se están cuestionando las evidencias. Y se niegan los hechos. Habrá hoy alguno todavía que salga a hablar de violencia familiar para no llamar por su nombre al asesinato de una mujer por las cien puñaladas -las cien puñaladas- que le dio su pareja. Pero así estamos: puestos en la obligación de reivindicar lo obvio: la democracia, y el nombre de las cosas, y los derechos, y la ciencia, y los consensos, y el estado del bienestar, y la igualdad de oportunidades, que es, por cierto, lo contrario de dar becas con dinero público a quien puede pagarse un colegio privado. Es tan enrevesado el argumento, tan retorcido, que por eso se entiende tan bien: lo que intenta Ayuso es generar ruido -otra vez- para que se hable menos del regalo a los que más tienen, que de eso va lo de eliminar impuestos mientras se pide dinero al Estado: de que paguen otros. Y así siempre puedes decir que todo el que te critica -aunque sea por cerrar las urgencias de los centros de salud- lo hace por ideología. A ver si va a ser eso el famoso adoctrinamiento.