Amor a la dimisión
"Quién no renuncia a algo a las nueve de la mañana, y a otra cosa a mediodía, y a una tercera antes de que se haga de noche, sin otra consecuencia que la de acabar una historia y comenzar otra"
Galicia
Qué hermoso sería dimitir fácilmente, sin sacar las manos de los bolsillos, porque se te viene a la cabeza, dimitir aunque no haga falta; dimitir por amor a la dimisión, digamos, por el gusto de oírte decir en alto «me largo, a cagar a la vía». Eso sí que sería vida. Imagino a alguien con el vicio de dimitir, que lo hace por placer, porque está enganchadísimo a esa droga y no porque la realidad o los adversarios lo acorralen, y creo que me gustaría ser como él. Cuánta alegría habría en un currículum en el que se leyese licenciado en tal, máser en cual, seis idiomas y sesenta y tres dimisiones. Si lo pensamos, todos estamos imbuidos de cierto espíritu de deserción. Quién no renuncia a algo a las nueve de la mañana, y a otra cosa a mediodía, y a una tercera antes de que se haga de noche, sin otra consecuencia que la de acabar una historia y comenzar otra. La vida consiste en cambiar, en pasar a otra cosa, al menos teóricamente, y para los demás. Cuando se trata de ti, ya te parece que la vida es repetición, y que lo natural es no cambiar demasiado, y aferrarte a lo que tienes, en especial si es un sueldo público.