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El asco viaja desde la piel al pensamiento

Esta emoción humana ha sido poco estudiada, pero se sabe que es un método de supervivencia física al igual que intolerancia desde la moralidad

¿Lo asqueroso genera fascinación?

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Madrid

Se ha escrito mucho de la alegría, la tristeza, el enojo o el miedo pero poco hemos estudiado el asco dentro de las emociones básicas que nos componen. Con reacciones fisiológicas, pero también fundamentada en juicios morales, el asco es una emoción que nos sirve como mecanismo de defensa, pues nos evita dañar a nuestro cuerpo, pero también puede manifestarse como una intolerancia ideológica debido al contexto cultural en el que nos criamos.

Aunque hay pocos estudios sobre el asco, se va estudiando y entendiendo cada vez más cómo nos ayuda o perjudica en nuestras vidas esta emoción humana. Aun así, ya en 1826, cuando Charles Darwin se encontraba en la Tierra de Fuego, el científico inglés se dio cuenta de que el asco era una herramienta que nuestro instinto desarrollaba por supervivencia, pero también que se debía al contexto cultural en el que esto pasaba. Esto sucedió porque una persona originaria del lugar pinchó con su dedo un pedazo de carne que Darwin estaba comiendo. A la persona local de la Patagonia le daba asco la textura de la comida de Darwin y por eso la pinchó con desagrado, mientras que al científico lo que le dio asco fue que tocaran lo que se estaba comiendo con las manos.

Isabel Serrano Rosa, psicóloga clínica y terapéutica, aclara que el asco no es lo mismo que las fobias, pues la fobia nace del miedo y es inconsciente mientras que el asco es consciente. La fobia "puede venir de algo no especialmente peligroso. Puedes tener fobia a una figura. Sin embargo, el asco sí que va asociado a temas peligrosos. Va asociado en origen a algo que era venenoso, tóxico y que podía salvarnos o no la vida".

Un estudio de The Royal Society sostiene que el asco como reacción física nos protege contra bacterias, gérmenes o insectos porque nuestro cuerpo interioriza el alejarnos como reflejo para no ser afectados. El asco podemos sentirlo físicamente en el estómago, con el olfato o en la piel, por ejemplo. Además, el estudio describe que los ascos que sentimos van cambiando con nuestra edad. Cuando somos menores de dos años no sentimos asco, mientras que el pico de esta emoción se da entre las persona de entre 30 y 40 años, disminuyéndose conforme más edad tenemos. Serrano Rosa apunta, por ejemplo, que "hasta los tres años tenemos la capacidad de no tener asco. De hecho los niños ponen cara de asco, pero se pueden meter en la boca cualquier cosa".

Normalmente no hay gente que no sienta ningún asco, pero sí hay personalidades "a las que les va dando asco casi todo", como apunta la psicóloga. El tratamiento del asco debe de ser poco a poco para que el cuerpo asimile aquello que nos repulsa.

Asco moral

Pero también sentimos asco desde una perspectiva moral, pues el asco puede pasar de un plano fisiológico a uno psicológico. Otros animales también sienten asco, pero las personas solemos también asociar esta reacción de repulsión ante ciertas ideas políticas, creencias o incluso contra otras personas.

Los ascos morales suelen ser manifestaciones que se dan por el contexto en el que una persona crece. Por ejemplo, a una paciente de Serrano Rosa le daban asco las aceitunas, cosa que a la doctora le resultó extraño, ya que son un alimento muy consumido en España, pero esto se debió a que la persona asociaba el olor de los encurtidos a los bares, que ya no quería frecuentar. El asco moral se trata abriéndose a ideas distintas y localizando el origen de nuestro juicio.

Fernanda Fernández

Fernanda Fernández

Redactora y productora en 'A vivir que son dos días' desde 2022. Produjo 'Segunda Acepción' y ha colaborado...

 
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