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Solosofía: el arte de saber estar solo

La psicóloga Nika Vázquez acaba de publicar un libro en el que explica algunas de las ideas clave de esta filosofía

El almacén de las pruebas (V)

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La definición de «solosofía» podría expresarse como el arte y la sabiduría de sentirte completo y disfrutar de la vida en solitario. Es importante que diferenciemos entre ser un solósofo y ser un solitario. Una persona solitaria no necesita de los demás en la vida ni disfruta de su compañía, no le gusta compartir sus intereses, aficiones ni gustos con sus congéneres. Busca siempre espacios y lugares aislados, y la sola presencia de otra persona le disgusta o pone en alerta.

Un solósofo, sin embargo, es una persona que disfruta de una vida acompañada. Tiene relaciones sanas y comparte con sus seres queridos sus inquietudes, curiosidades y anécdotas. También es una persona que sabe escucharse. Se conoce bien y sabe lo que necesita en cada momento; para ello, busca sus espacios y tiempos, respetándose y cuidándose con amabilidad y cariño.

Estar solo no es sentirse solo. En innumerables ocasiones, hemos vivido la sensación de estar rodeados de gente y sentirnos solos. Incluso es probable que hayamos sentido la necesidad de querer irnos de ese lugar, pues algo nos estaba atrapando por dentro, un malestar que nos resultaba difícil de definir.

¿Pero cómo puede ser que, rodeados de gente, de nuestros amigos, conocidos o familiares, nos sintamos solos?

Veámoslo al revés. Es probable que hayas estado en situaciones donde no tenías a nadie a tu lado, momentos en los que no has conectado durante horas con nadie, ni física ni virtualmente. Sin embargo, no te sentías en soledad.

Si los prejuicios era la respuesta a no atreverte a hacer lo que quieres por el qué dirán, la conexión es la respuesta a esta sensación de compañía o de soledad tan amarga que sentimos en ocasiones, rodeados de gente.

Cuando hablamos de conexión me refiero a la sensación de estar en armonía contigo mismo, por un lado, y con el entorno, por otro lado.

La soledad de Charles Bukowski

El escritor estadounidense de origen alemán es el representante del movimiento literario realismo sucio y un fiel defensor de la soledad como medio para conocerse a uno mismo y para desarrollarse como persona. Aquí van algunas citas que nos dejó sobre este tema:

«Yo no odio a la gente, simplemente me siento mejor cuando no están a mi alrededor».

«Conformarse con cualquiera con tal de no estar solos… Si tuviera que explicar con palabras la infelicidad, lo haría así».

«Saber mantener el equilibrio justo entre la soledad y la gente; esa es la clave, esa es la táctica, para no acabar en el manicomio».

«Me deleito en la soledad. Nunca voy a extrañar la multitud».

«Prefería estar solo. Era agradable sentarse solo en un pequeño bar y beber y fumar. Siempre supe hacerme compañía».

Blaise Pascal y el sentido de la vida

Este francés que vivió entre 1623 y 1662 fue un revolucionario en su época. La primera parte de su vida la dedicó a las matemáticas y a la ciencia aplicada, e hizo aportes en el diseño y construcción de calculadoras mecánicas y en la teoría de las probabilidades, la presión y el vacío de los cuerpos. Fue a raíz de una depresión profunda que sufrió en 1654 cuando Pascal redirigió sus estudios a la filosofía y a la teología.

Y lo recordamos en este libro sobre solosofía porque se podría decir que él fue uno de los primeros sabios y expertos en este arte. Uno de sus aforismos más conocidos es el siguiente: «Todas las desdichas de los hombres vienen de una sola cosa: no saber permanecer en reposo en una habitación».

El sentido de la frase es que el ser humano, al no ser capaz de tener una vida interior que le llene de sentido, sale a buscar algo con qué llenar el vacío de su alma. Al rechazar ese vacío y la inquietud que este le proporciona, el ser humano busca llenar su mundo de diversión o posesiones materiales, en las cuales pretende encontrar seguridad y protección.

Lecturas para solósofos

El verano sin hombres (2011) — Siri Hustvedt

Después de treinta años de matrimonio, el marido de Mia le pide un tiempo. Esta petición inesperada, consecuencia de una aventura con una compañera de trabajo más joven que Mia, hará que esta sufra una crisis y sea ingresada en una clínica. Tras recibir el alta, decide volver a la ciudad de su infancia, donde pasará un verano inolvidable con las amigas de su madre y un grupo de chicas adolescentes a las que imparte un taller de poesía.

La muerte del comendador (2007) — Haruki Murakami

El autor japonés más aclamado en Occidente aborda las grandes preguntas de la existencia en este libro. Originalmente publicada en dos volúmenes, esta obra es una invitación a cuestionar toda nuestra realidad. El tiempo, los pensamientos, la vida misma… todo está bajo la lupa en esta novela. Su protagonista, llamado Tokiota —abandonado por su esposa y aún herido por la muerte de su hermana en la adolescencia—, nos llevará hasta las profundidades de la soledad.

Robinson Crusoe (1719) — Daniel Defoe

Un marinero de York, cuyo barco naufraga, llega a una isla de la que parece ser el único habitante. Cuando por fin empieza a adaptarse a la soledad y a instalarse en la isla, descubre una tribu indígena caníbal. Uno de los prisioneros de la tribu, al que Crusoe consigue liberar, se convierte en un buen amigo que ayudará al protagonista a afrontar su nueva realidad. El éxito en la vida es saber adaptarse a situaciones nuevas y salir airoso de ellas, sean cuales sean las circunstancias.

Walden (1854) — Henry David Thoreau

En su obra maestra (originalmente Walden, la vida en los bosques), este escritor narra los dos años, dos meses y dos días que vivió en una cabaña construida por él mismo, alejado de la civilización. Con este proyecto de vida solitaria, al aire libre, cultivando sus alimentos y escribiendo sus vivencias, Thoreau demostró el poder curativo de la naturaleza, el silencio y la soledad.

El barón rampante (1957) — Italo Calvino

Esta novela narra las aventuras de un niño que trepa a un árbol para pasar el resto de su vida en él. Se trata de una metáfora de la independencia individual, y de las consecuencias de llevarla al extremo. Según el propio autor, la obra es un retrato del momento en que «una persona se fija voluntariamente una difícil regla y la sigue hasta sus últimas consecuencias, ya que sin ella no sería él mismo ni para sí ni para los otros».

 
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