Boris, herido
Los rebeldes han acabado siendo muchos más de lo que calculaba el líder populista. Se la jugaba y se la han jugado
Madrid
Aunque ganar es mejor que perder, hay victorias que saben a derrota. Es lo que ha ocurrido con Boris Johnson. Que su grupo parlamentario no le exija dimitir es un triunfo. Pero que el 40% de los parlamentarios conservadores se lo pidan es un fuerte contratiempo. Porque son muchos. Porque se acercan a la mayoría. Y porque persistirán. Ahora mismo proponen nuevas reglas para tumbar a un jefe cuya conducta haya sido indecente. Buscan nueva munición, y a buen seguro que la conseguirán. Porque Boris es, en sí mismo, por imprudente, un arsenal. Contra él mismo.
Además, los rebeldes han acabado siendo muchos más de lo que calculaba el líder populista. Se la jugaba y se la han jugado. Y no están solos. Uno de los científicos renombrados que asesoraron al Gobierno del experiodista durante la pandemia ha subrayado que se siente enormemente "decepcionado" de que el presidente del Gobierno se dedicase a tomar copas con sus muchachos sin guardar ninguna distancia de seguridad, mientras dictaba a sus conciudadanos un confinamiento estricto.
Pero el normalmente rápido Johnson ya no sabe cómo reaccionar. Más que con una nimiedad. Ha ordenado esta mañana a sus ministros que pongan un punto y aparte sobre el escándalo de sus fiestorros. Y que se dediquen a recortar costes de la administración, sin concretar si esos recortes se aplican también a las partidas que financian el alcohol en Downing Street. Menos él, casi todo el mundo cree que va desnudo. Así, la prensa titula, "Johnson, herido y en peligro". O "Un triunfador herido". O "Votación humillante". O "Le echarán dentro de un año". O "La autoridad de Johnson, aplastada".
Reconfortante.
Xavier Vidal-Folch
Periodista de 'EL PAÍS' donde firma columnas y colaborador habitual de la Cadena SER, donde publica...