Cannes 2022 | Los Dardenne vuelven a meter el dedo en la llaga con 'Tori y Lokita', un drama sobre la inmigración
Los directores belgas, emblemas del cine social, retratan la crueldad a la que la sociedad europea somete a lo migrantes con su realismo habitual en el Festival de Cannes
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Luc Dardenne, Pablo Schils, Mbundu Joely y Jean-Pierre Dardenne en Cannes (Photo by Gisela Schober/Getty Images) / Gisela Schober
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Cannes
En 1977 Roberto Rossellini fue el presidente del Jurado en el Festival de Cannes. Puso una condición para aceptar el cargo: que se celebrara un debate entre cineastas para hablar de la importancia de hacer un cine político. 45 años después esa división entre lo político y el arte sigue estando presente. A muchos cineastas les cuesta admitir las cuestiones políticas de sus películas. Y cuando estos son abiertamente políticos dentro y fuera de la gran pantalla, suelen recibir los abucheos de un tipo de prensa y de espectadores.
Es lo que ha pasado con la última película de los hermanos Dardenne, en el pase de gala del Gran Teatro Lumière, donde un periodista ha abucheado al final la película, presentada en presencia de los directores belgas han presentado en sección oficial en el Festival de Cannes su última película, Tori y Lokita, un drama social sobre la supervivencia de dos chicos subsaharianos que han llegado a Europa para tener una vida mejor. Qué sentido tiene abuchear una película que muestra, ni más ni menos, lo que hacemos los europeos blanquitos y libres -deseosos de tomarnos una cerveza- con los migrantes.
La película es un retrato sincero, realista y muy dramático de una situación que viven millones de personas que están en nuestras calles, encerrados en los CIE. A ellos se les compra la droga, se les pide comida cuando llueve o se vota a partidos políticos que directamente quieren echarlos. La película cuenta la historia de dos hermanos, un chico menor que tiene los papeles, pero vive en un centro, y su hermana que todavía no los tiene. Trabajan para un tipo en una pizzería que les chantajea para vender droga y a prostituirse. Necesitan el dinero, no lo pueden conseguir de otra manera, y siempre hay un europeo dispuesto a sacar tajada. Todo mientras los gobiernos no hacen nada. Los Dardenne son austeros. No culpan a nadie, no hacen un alegato, pero muestran la responsabilidad de todos y cada uno de los ciudadanos.
Tori y Lokita es una de las películas más duras de estos directores que en 1999 cambiaron el lenguaje del cine social europeo cuando ganaron la Palma de Oro con Rossetta. Desde entonces pocas veces se han quedado fuera del palmarés de Cannes cada vez que han venido con sus películas, El niño de la bicicleta, El silencio de Lorna, mejor guion, o El joven Ahmed, con la que ganaron el premio a mejor dirección en el certamen.
En ella repiten la fórmula: cámara al hombro que sigue de cerca a sus personajes, siempre interpretados por actores no profesionales, salvo alguna excepción. Eligen escenarios naturalistas y se centran en una historia que acaba siendo un puente entre la gran pantalla y la empatía del espectador. Su cine, probablemente no logre entretener, ni hacernos más felices, pero sí provocar a aquellos que acudan a la sala de cine se cuestionen en qué mundo viven, a quién votan y como tratan a los que les sirven. Evitan los flashbacks, la voz en off, nada rompe el devenir de la realidad, ni la austeridad y naturalismo de la puesta en escena. La cámara sigue a esta mujer, interpretada asombrosamente por Joely Mbundu, que vive su particular viaje del héroe. Lograr dinero para poder ser libre.
Es un tipo de cine que es necesario que exista, que llegue a las salas y que venga a Cannes. De hecho, algo debe tener cuando han ganado dos veces. Además, de la Palma de Oro de Rosetta, también tienen la de El niño. Los belgas pertenecen a ese selecto club de los pocos directores que han ganado dos veces en Cannes. Lo han logrado por su capacidad de entrar en universos donde los asistentes a una premiere de Cannes no entrarían jamás. No solo han obtenido premios, Rosetta ayudó a aprobar una ley de Bélgica sobre el trabajo infantil. Con esta nueva película, está claro que los Dardenne buscan romper prejuicios sobre la inmigración y poner la culpa en el lado europeo, en un momento en el que no cesan de crecer los movimientos racistas de extrema derecha que basan su discurso en el odio a los extranjeros.
"Es sádica", dicen los que critican el cine de los Dardenne o de Ken Loach. "Solo pasan desgracias" es otra frase "cero sesenta", que dirían los de Ojete Calor. Los Dardenne no añaden tragedia, cuentan la realidad. La bofetada no la dan unos cineastas que retratan el mundo tal cual es; sino el mundo donde vivimos. Una mujer inmigrante es violada, abofeteada y obligada a vender droga y separarse de sus familiares. No es algo que se invente la película, es algo que se repite en cada país europeo. Es comprensible que este tipo de relatos no gusten a un tipo de público, pero defender que es irreal o demasiado dramático no pasaría el examen de análisis de texto de selectividad.
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Pepa Blanes
Es jefa de Cultura de la Cadena SER. Licenciada en Periodismo por la UCM y Máster en Análisis Sociocultural...