Monarquía: discreción
Xavier Vidal-Folch reflexiona sobre la vuelta a España del émerito
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El análisis de Xavier Vidal-Folch | Monarquía: discreción
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Barcelona
Eviten espectáculos indebidos. Sobre todo, el protagonista. La vuelta temporal del emérito a España sería un suceso privado, si no fuese que es el padre del jefe del Estado, y que él mismo lo fue durante largo tiempo. Así que tiene ribetes de asunto público. Los procedimientos judiciales le exoneraron. Pero no de la responsabilidad moral que contrae con los ciudadanos el más alto servidor del Estado. Ahora el riesgo es que estas idas y venidas, los silencios y la ausencia de explicaciones, los rumores y los comunicados supletorios y todo lo que les rodea acaben creando un espectáculo banal o lamentable. Una representación del todo distinta a la que conviene a la cúpula de un Estado democrático, que debe desplegarse con discreción, sobriedad y ponderación.
Las monarquías modernas no son de origen divino, sino constitucional y legal. Ni ostentan poder, sino una cierta influencia debida a que desempeñan arbitrajes desde el apartidismo, la independencia y la moderación. Huyen de los cortesanos y de sus propios fanáticos, que intentan, con sus aplausos serviles, apropiarse de su aura, cuando existe. Se legitiman por la ley de leyes, la Constitución; y por su propia actuación. O sea, por sus resultados. Cuidado, porque el ruido puede tapar sus logros. Y dañar el pacto que las legitimó. Y perjudicar a quien ostenta ahora mismo el cargo. No solo los herederos estropean las herencias. A veces se las dilapidan sus predecesores.
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Xavier Vidal-Folch
Periodista de 'EL PAÍS' donde firma columnas y colaborador habitual de la Cadena SER, donde publica...