Cannes 2022 | 'La mujer de Tchaikovsky' o cómo desmontar uno de los mitos de la cultura rusa
El director y disidente ruso Kirill Serebrennikov utiliza al gran compositor ruso para hablar de la crisis rusa actual en medio de la guerra de Ucrania
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El director ruso Kirill Serebrennikov en Cannes EFE/EPA/Guillaume Horcajuelo / Guillaume Horcajuelo (EFE)
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Cannes
El Festival de Cannes siempre ha sabido leer el momento político actual. En 2004 el certamen, con Tarantino en el jurado, otorgó la Palma de Oro al documental de Michael Moore Fahrenheit 9/11, una crítica corrosiva a la política imperialista desplegada por George W. Bush en Irak. El mismo Bush que se ha hecho viral estos días por confundir la guerra de Irak con Ucrania. En plena crisis económica y política de la Unión Europea, Cannes premio a la película que mejor ha contado las consecuencias del neoliberalismo europeo: Yo, Daniel Blake de Ken Loach. Y en plena crisis racial y de revueltas en Francia, la Palma de Oro en 2015 fue para Dheepan, de Jacques Audiard.
Todavía es pronto para saber por dónde irán los tiros este año, pero Cannes ya ha hecho algunos gestos políticos. Uno de ellos es, sin duda, la presencia del cineasta ruso Kirill Serevrennikov que compite en sección oficial por tercera vez. La primera lo hizo con Leto, la segunda vez fue justo el año pasado con Petrov flu y la tercera, con La mujer de Tchaikovsky. Sin embargo, esta ha sido la primera vez que el director ha podido pisar La Croissete, ya que en las anteriores siempre ha estado en arresto por el régimen de Putin.
"Vivimos una gran tragedia para todos. Saber que están cayendo bombas en Ucrania sobre la gente hace que no pueda estar contento de presentar la película en Cannes. Es un festival que siempre me ha acogido y se lo agradezco. Justo antes de la guerra, fui condenado a libertad condicional. Me propusieron trabajo fuera y ahora mismo estoy montando una ópera fuera. Tengo amigos ucranianos y sé que viven una situación dramática", reconocía el director ante los periodistas.
La suya es la única presencia del cine ruso en el festival, que ha vetado a todos aquellos productores, instituciones o artistas que no hayan condenado la guerra o a Putin. "Me gustaría comenzar diciendo que comprendo a la gente que exige ese boicot, porque lo que está ocurriendo es extremadamente doloroso e insoportable. Entiendo que la cultura y la lengua del país agresor, la cultura imperialista deba cesar", decía Serebrennikov en la rueda de prensa del certamen rodeado de sus actores protagonistas. Sin embargo, matizaba que el boicot de una cultura solo por su nacionalidad no era factible. "Hay que evitar boicotear la lengua, a Dostoievski, a Chejov, a Tchaikovsky, al cine y al teatro, porque eso es lo que hace sobrevivir a la gente. La cultura rusa es antimilitar y antibelicista, porque las palabras cultura y guerra son antagonistas. La cultura, el cine, teatro, la música, nos dan nuestros valores y deben continuar haciéndolo", insistía el director.
Lo que hace Serebrennikov en este filme es romper un mito de la cultura rusa usando precisamente todas sus armas. Ese mito es Tchaikovsky, autor de algunas de las obras de música clásica más famosas, como los ballets de El lago de los cines o El cascanueves o su Concierto para violín, entre otras. La música ha sido uno de los elementos clave en su filmografía y también el uso de un periodo histórico para hablar del presente.
"Para mí, Tchaikovsky representa la quintaesencia de Rusia, de lo que nos hace europeos. Entré a trabajar en su universo, y seguiré trabajando en él. Para mí, igual que existe el Universo Marvel o el Universo DC, debería existir el Universo Tchaikovsky y eso voy a hacer. Además, hablamos del siglo XIX, el de la gran literatura rusa, la pintura, la gran Rusia. Y yo quería coger eso y hacer una película sobre lo que somos hoy, sobre nuestra sensibilidad, nuestras pasiones y nuestro dolor", señalaba Serebrennikov que valientemente señala la homosexualidad de uno de sus iconos en un país que sigue penalizándola.
Lo que hace el director es coger elementos teatrales, situarnos en una ambientación oscura, donde los personajes se iluminan por la luz de candelabros, velas y lámparas de la época. Donde los personajes, la élite de artistas e intelectuales se dejaban querer por los zares, buscaban dinero y vivían la noche con comida, bebida y bailes. Mientras la miseria del país, esa que provocaría la revolución del 17, es como un adorno más de las calles por las que pasean.
Entre esos personajes está Tchaikovsky y su mujer. Es a través de ella, de Antonina Miliukova, por la que vemos esa sociedad en declive y a ese artista. "Esta es la película que queríamos hacer antes de la guerra. Una historia sobre un drama, sobre la destrucción, sobre un amor obsesivo que lleva a la catástrofe y ese drama nos habla también de la época en la que vivimos", definía el director esta película, un drama de época que se acerca a la figura del compositor ruso a través de los ojos de su esposa, una mujer enamorada, obsesionada con Tchaikovsky y que muestra al compositor como un homosexual que se casó por dinero y que abandonó a su esposa.
La actriz rusa Alyona Mikhailova está tremenda en el papel de Antonina, una joven infeliz de una familia moscovita que estudia música brevemente con Tchaikovsky y se enamora obsesivamente y al que ve como un héroe, casi como un dios. La religión tiene también un papel curioso en el filme. El director muestra el fanatismo, el vudú y otras prácticas anteriores a la todopoderosa iglesia ortodoxa. Sin embargo, el retrato de la mujer peca de esquemático. Es simplemente una mujer que se mueve por los celos y amor no correspondido. No hay nada más en ese personaje. Es una caprichosa herida.
Toda la rueda de prensa ha girado sobre Rusia y Ucrania y no sobre la película que aunque se ambienta en el siglo XIX no deja de ser una gran metáfora del caos y la destrucción del imperio ruso, desde entonces hasta hora. Otro de los aspectos polémicos es que la película está producida por el oligarca ruso Roman Abramovich. Lo que ha generado críticas hacia el festival por incluir la película en competición. Un periodista americano le ha sugerido si no debería dar todo el dinero de la recaudación de la taquilla al pueblo ucraniano. Serebrennikov defendía al productor: "Es un mecenas que lleva años apostando por el arte. Sin él no habría todo el cine disidente que ustedes han visto aquí. Además, el propio Zelenski pidió a Biden que no metiera a Abramovich en la lista de sanciones, pidió que fuera una de las personas clave para las negociaciones por la paz. Creo que hay que levantar las sanciones contra él”, defendía el director. Curioso que la prensa americana no preguntara en el año de Bush si el cine americano daría dinero a las víctimas iraquíes.
“Hay una cantidad de refugiados de Ucrania y Rusia... la gente ya no puede trabajar, han dejado sus vidas anteriores y eso es traumatizante en Rusia. Es importante ayudar a todas las víctimas y a aquellos que son enviados por las familias a luchar y ya no tienen ingresos. Los artistas tienen que hacerlo; Lo hago yo mismo”, decía Serebrennikov, que apoya ayudar a las víctimas, pero reconoce que será una película que gane dinero en la taquilla. Una cinta rusa, de casi tres horas, de época y que frente al realismo histórico apuesta por escenas que juegan con el espectador, como un muerto que se levanta del ataúd para echar a su mujer o una escena final emulando un ballet con hombres desnudos.
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Pepa Blanes
Es jefa de Cultura de la Cadena SER. Licenciada en Periodismo por la UCM y Máster en Análisis Sociocultural...