La contraportada del Real Murcia: "Hemos aprendido de Menotti"

Murcia

Hola, Victorio.

Ha muerto Cesar Luis Menotti, uno de esos hombres a quien siempre le brillaron los ojos cuando hablaba de fútbol. Por ejemplo cuando nos decía que si tratas bien a la pelota, siempre vuelve. O cuando nos recordaba que un club de fútbol no es un negocio, sino algo cultural.

Él avisaba continuamente del peligro de las sociedades anónimas deportivas, y reivindicaba que el club es propiedad del barrio, no de los poderes económicos. Para Menotti, el club lo crea el vecino y lo mantienen vivo los sueños de las nuevas generaciones. El club es de la hinchada. Y eso es algo que en el Murcia hemos aprendido bien en estos años.

Tras leer algo de Menotti, era fácil acabar con una sonrisa. Yo sonreía también al consultar una y mil veces su palmarés y comprobar que, más allá del Mundial 78, Menotti apenas ganó nada. Ni falta que hacía. Él era algo más: un idealista y un seductor desde la palabra.

Este Murcia es quizás más de Bilardo que de Menotti, pero también nos hace sonreír, incluso tras la decepción del sábado contra el Castellón. No es una sonrisa de satisfacción, sino de comprensión.

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El sábado nos ganó un equipo superior, después de que cometiéramos todos los errores defensivos que llevábamos meses evitando, y con un árbitro que se tragó al menos dos penaltis claros, además del que pitó.

En toda la temporada, hemos ganado sólo uno de los diez partidos que hemos jugado contra los cinco primeros clasificados. Han sido suficientes partidos para exponer nuestras limitaciones. Y sin embargo, Pablo Alfaro ha sabido disimular esas carencias, y nos ha convencido de que era posible soñar.

De hecho, sigue convencido de que podemos seguir soñando, a pesar de lo que dice la clasificación. Quizás el fútbol va exactamente de eso. De lo que hacía brillar los ojos de Menotti cada vez que hablaba. El fútbol no está en la calculadora ni en la cuenta de resultados, sino en la ilusión de ese vecino que es el dueño real de un club.

El fútbol está en la inocencia aprendida de un aficionado que, tras todos las decepciones que haya podido vivir con su equipo, sigue sintiendo que ese equipo es suyo. Que es parte de su vida. Y el siguiente domingo vuelve a haber siempre otra oportunidad. Otro partido.

Buenas tardes.