El micromentario de Pepe Belmonte: 'Los últimos libros que he leído'

Murcia

De los últimos libros que he leído ninguno me ha parecido tan divertido como el titulado Los genios, escrito por un excelente escritor peruano actual llamado Jaime Bayly.

En esas páginas, que resultan divertidas, como si estuviéramos leyendo una revista del corazón, pero con un lenguaje y un estilo de enorme calidad, el novelista peruano nos cuenta cómo se fraguó la más que conocida enemistad entre Mario Vargas Llosa y el colombiano Gabriel García Márquez, ambos premios Nobel de literatura.

Y todo surgió, como sucede tantas veces en la vida, por un simple pero fatal malentendido: Vargas Llosa, el autor de La tía Julia y el escribidor, estaba convencido de que García Márquez, el autor de Cien años de soledad, había seducido a su mujer, Patricia Llosa, y, como consecuencia de ello, había tenido una breve pero intensa relación amorosa.

Vargas Llosa, bastante más joven que García Márquez, en el encuentro que ambos tuvieron en el auditorio de la Cámara Nacional de la Industria Cinematográfica de Méjico, en donde se estrenaba un documental, titulado La odisea de los Andes, cuyo guion corría a cargo del escritor peruano, ofuscado, tembloroso y con el ceño fruncido -así se describe en la propia novela- se dirigió a García Márquez y, al grito de “¡Esto por lo que le hiciste a Patricia!”, le propinó un soberbio derechazo que dejó a su contrincante inconsciente, con las gafas rotas, la nariz sangrando y el ojo izquierdo, horas más tarde, amoratado.

Una foto que, días después, dio la vuelta al mundo.

Únete al canal de WhatsApp de la SER

García Márquez, que no salía de su asombro, que era inocente y que no tenía la menor idea de por qué se había producido la agresión, cuando recuperó el sentido sólo acertó a decir: “Carajo, el cadete me noqueó. Pega duro el cabrón. Pega como un boxeador”.

Pero lo peor de todo fue cuando García Márquez tuvo que convencer a su esposa, Mercedes Barcha, de que se trataba de una simple equivocación.

Para ello, Márquez tuvo que recurrir a su demostrado ingenio, a esas frases proverbiales suyas, repartidas por todas sus novelas, y dirigiéndose a su expectante esposa, aseguró con contundencia: “Yo soy salchichón de un solo hoyo”.

Y así fue cómo se zanjó para siempre el asunto con su mujer, a la que convenció con una frase tan explícita y contundente, aunque entre Vargas Llosa y García Márquez nunca se volvieron a reanudar las antiguas buenas relaciones que, durante décadas, hubo entre estos dos auténticos genios.