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Opinión

El micromentario de Pepe Belmonte: 'Los estragos de la II Guerra Mundial'

Columna de opinión del catedrático de Literatura de la UMU para el programa Hoy por hoy Murcia

Murcia

Hace unos días terminé de leer Últimos testigos, la obra de la escritora bielorrusa, Premio Nobel en 2015, Svetlana Aleksiévich.

El texto es demoledor, para corazones fuertes y estómagos bien preparados para poder asistir a un panorama tan espantoso. Se trata de un centenar de testimonios de hombres y mujeres, la mayoría ya fallecidos, que sufrieron en sus propias carnes los estragos de la II Guerra Mundial cuando eran tan sólo unos niños de entre tres y doce años.

Las historias y los recuerdos son variados, diferentes. Ya decía Lev Tolstoi, en su Ana Karenina, que todas las familias felices se parecen, pero que cada familia desgraciada lo es a su manera.

Hay quienes cuentan la muerte, ante su propios ojos -los nazis les obligaban a mirar sin parpadear siquiera-, de su padre o de su madre, de sus propios hermanos, de sus vecinos o de sus mascotas, que eran tiroteadas o ahorcadas sin el menor remordimiento.

El ejército alemán fue muy cruel y se ensañó con los vencidos, sin respetar ninguna de esas convenciones que obligan, desde los tiempos más remotos, a ser compasivo con el sometido, con el perdedor de una guerra, que nunca deja de ser humano.

Y en muchos casos, la ideología nazi llegó al colmo del paroxismo con escenas que, tantos años después, aún nos hacen temblar las piernas. Como ese testimonio en el que una niña, de apenas siete años, cuenta cómo asesinaron a su madre y a su hermana, un bebé de unos pocos meses.

Vean la escena: en primer lugar, uno de los soldados, le pegó un tiro al biberón, que voló de las manos del bebé. A continuación, ante los ojos expectantes de la madre, acabaron con la vida del bebé disparándole directamente a la cabeza, y, finalmente, cuando ya no cabía mayor horror, acabaron con la madre, que se fue al otro mundo con toda esa sangrienta escena grabada en su retina.

Ahora, casi un siglo después, las prácticas del ejército vencedor no parecen diferir demasiado. Es, lo sabe todo el mundo, lo que está ocurriendo con los niños de Gaza, ante la complicidad de casi toda la comunidad internacional que mira para otro lado y deja que los asesinos hagan bien su trabajo. A punto de llegar al primer cuarto del siglo XXI, el hombre sigue siendo un lobo para el hombre. No tenemos remedio.

Pepe Belmonte

Pepe Belmonte

Profesor de Literatura Española de la UMU. Crítico Literario de La Verdad y Zenda. Columnista de la...

 
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