Mandarinas y premios Pulitzer, Miguel Fernández toma el bastón de mando entre anécdotas y promesas

Lugo

Un momento agridulce, así describía Miguel Fernández el momento en el que llega a la alcaldía de Lugo. Tras la pérdida repentida de Paula Alvarellos, a quién el actual regidor también recordó en su discurso, Fernández es el tercer alcalde de menos de dos años de legislatura.

Tras trece votos a favor y doce en blanco, el socialista toma con "ilusión por hacer de Lugo un lugar competitivo y atractivo" el relevo al frente de la ciudad. Arropado por parte de su familia, Fernández invitó a los vecinos de la capital a "soñar" con él en esta nueva aventura.

Agradeciendo a José López Orozco aquella propuestas hace más de una década para formar parte de sus listas, a Méndez, su "amiga", la confianza depositada en él al darle continuidad en el proyecto y a José Tomé y Besteiro su "trato amable, deferencia y cariño" con el que siempre le han tratado.

Ha dejado claro que quiere dialogar, consensuar y escapar de la política entendida como "un campo de batalla". Promete consenso y "tender puentes" a todos quienes como él quieran una ciudad que avance "hacia una sociedad mejor".

Tampoco esconde sus ganas por luchar para garantizar unos servicios públicos de calidad, "y lo reclamaré ante la institución que haga falta".

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Hubo en este discurso momentos para todo: desde la promesa política hasta mensajes emotivos y anécdotas. "No está conmigo mi hijo porque su pareja es de EEUU y está de visita a su novia que vive allí, y bueno... una anécdota. Casi se quedan en la aduana de Oregón porque confundieron unas mandarinas con elementos peligrosos", contaba.

Desde el atril, cerraba su primer discurso como regidor citando al periodista y premio Pulitzer Herb Caen: "Una ciudad no se mide por su longitud y anchura, sino por la amplitud de su visión y la altura de sus sueños. Y yo les invito a soñar juntos por un Lugo mejor".