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El Obradoiro se maltrata

El trato dispensado a Moncho Fernández en su salida del club ha indignado a la mayoría de la afición compostelana

Moncho Fernández sale del Obradoiro tras catorce temporadas / ADRIAN BAULDE

Moncho Fernández sale del Obradoiro tras catorce temporadas

Santiago de Compostela

Las desgracias siempre son indigestas y difíciles de asumir. Se puede hacer con entereza, dignidad y tardar más o menos en asumir lo sucedido para afrontar el nuevo escenario que se abre ante ti, o puedes cegarte y rebuscar entre el millón de causas que ha provocado tal suceso para agravar las consecuencias del mismo. En el Obradoiro, que nunca ha sido ejemplar en su línea comunicativa (ni antes ni ahora) han optado por una vía que se ha mostrado errática y perjudicial para la imagen de la entidad compostelana. Los que lo vivimos en el día a día desde los medios de comunicación, nos hemos ido acostumbrado con el paso de los años, sin que ello suponga aceptación de las pautas ni la filosofía al respecto. Y esto no va por los encargados del área de prensa, ni anteriores ni presentes, sino por los que dictan qué línea seguir a la hora de trasladar a los medios y por consiguiente a la afición la actualidad de un club que hasta hace pocos días era de ACB. Un apunte sobre este particular: Baskonia, luego de una temporada en la que se ha quedado fuera de play-offs y tildada de fracaso en Vitoria, el club convocó una rueda de prensa en la que su director deportivo analizó ampliamente con los periodistas todo lo sucedido para así trasladarlo a los aficionados.

Lo vivido en el plazo de siete días en el Obradoiro ha sido kafkiano con gruesas dosis de surrealismo. Una de las figuras más importantes en la historia del club, le pese a quien le pese, recibe vía burofax la noticia de que en el club para el que ha trabajado durante catorce temporadas dejan de contar con sus servicios. Moncho Fernández ha sido entrenador, portavoz, escudo y artífice en el área deportiva de lo conseguido por el equipo de capital de Galicia. Ha logrado implementar una imagen de buen hacer, seriedad y profesionalidad alabada en la ACB, por entrenadores y jugadores rivales, y estos pasados días ha recibido incluso elogios hasta de algún aficionado del Breogán, donde no le tienen precisamente en alta estima por cuestiones pretéritas que no vienen al caso. El entrenador, luego de una conversación con el presidente en la que éste le comunica la decisión que no haría pública el club hasta ayer domingo pasadas las siete de la tarde, recibió el ya famoso burofax al jueves día 16, y esa noche publicó en sus redes sociales su comunicado de despedida a la afición obradoirista. Cabe recordar, que en el mismo, agradece "al presidente y al consejo de administración" por "brindarme la oportunidad de dirigir un proyecto lleno de ilusión".

El entrenador santiagués ha soportado de un tiempo a esta parte "fuego amigo" en el seno del Obradoiro. Para nadie es un secreto en que en seno de la directiva de Raúl López ha habido quien ha criticado ferozmente a Moncho (principalmente por Rafa Silva y José Manuel Rivera "Petene"), lo que motivó que algún otro reputado consejero decidiera salirse del club, mientras otros siguieron aumentando el tono crítico a lo largo de una temporada especialmente complicada por muchos factores y que tuvo episodios dolorosos como las derrotas ante Andorra, Bilbao, Granada.... La fuga de Eric Washington y la lesión de Mendoza, hicieron un daño terrible al equipo. La dirección deportiva, con el funesto Eduardo Pascual al cargo, tardó un mundo en encontrar recambio en el mercado. Con la llegada de Kovliar, se evidenció de nuevo que no había nadie al volante: el jugador pudo haber sido inscrito con ficha sub-23 y así no haría falta hacer descartes, pero resulta que no se hizo así y el cuerpo técnico vio restringido su margen de maniobra a la hora de hacer las convocatorias. Zurbriggen fue el perjudicado, pasándose varias jornadas en la grada como descarte. Llegaría Strelnieks, de cuyo fichaje se arrepintió poco después Pascual por no detectar que su estado físico era deplorable para las exigencias de la ACB (dinero tirado a la basura). Llegó Timma, que sí aportó con su carácter y saber estar sobre la pista, y por último llegó Dotson (fichaje del presidente), el mejor de los tres y que subió exponencialmente el rendimiento del equipo. Por desgracia, estos refuerzos se revelaron fallidos en el caso del base letón, y tardíos en los otros dos. En este apartado de los refuerzos, cabe destacar y poner en valor el esfuerzo económico a título personal realizado por Raúl López como presidente del club, como cabe valorar que pese al descenso a la LEB, se muestre dispuestos a seguir al frente de la entidad.

En el club, por más que se dijo a comienzos de temporada que la labor de Jose Luis Mateo la llevarían "otros consejeros que se implicarán más en el día a día", nadie asumió esas funciones del día a día. Bien los saben los que tuvieron que lidiar con las tareas ordinarias de oficina, atender a los aficionados y sacar adelante las tareas diarias de intendencia, que nunca encontraron la colaboración ni las directrices que antes sí recibían desde el despacho en el que esta temporada lo que más sonaba era la música del cantante preferido de su morador. Los abonados comenzaron la temporada sin tener sus carnets en el bolsillo, las nuevas equipaciones del primer equipo, incluida la histórica para jugar en Europa, se "presentaron" con un puñado de fotos subidas a las redes sociales. En un club que mira hasta el último céntimo para optimizar los recursos disponibles, también es muy grave que por no ejecutar debidamente los planes de viaje que habían sido debidamente planificados, finalmente los desplazamientos del equipo se pagaran en más de una ocasión (los billetes de avión) a más del doble del precio. Todos estos detalles, que de manera aislada podrían parecer de menor importancia, fueron haciendo daño cual gota malaya.. Los propios jugadores se percataron del nivel de desgobierno existente a su alrededor en no pocas ocasiones, y todo ello unido a la situación deportiva, acabó arrojando el balance ya conocido.

Los episodios detallados han sido impropios de un club de élite. Seguramente hubieran quedado solapados si el equipo se hubiera salvado, lo que se hubiera considerado como tremendo éxito por todo los obstáculos surgidos, pero infelizmente, en un triple empate con Breogán y Granada y por un punto en el cómputo para el desempate, el que bajó fue el Obradoiro. Y el problema no es que haya bajado de categoría deportiva, que también, sino en categoría de credibilidad para sus aficionados, desconcertados, enfadados por el qué y el cómo se han hecho las cosas en tan sólo una semana de post-descenso.

Más allá de las guerras internas vividas en los últimos tiempos en el Obradoiro, el daño más grave es el se está haciendo al principal activo del club: su afición. Al desencanto por el descenso, se ha sumado durante los pasados días el nefasto proceder desde el club en la manera de comunicar las decisiones, por los tiempos y las formas. Habrá que ver hasta que punto esto tiene arreglo, porque si algo va a necesitar el Obradoiro en su singladura por la LEB y en la lucha por ascender de nuevo a la ACB lo antes posible, es de sus aficionados. Este martes día 21, Moncho Fernández estará en el tiempo de SER Deportivos.

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