Eva y Teresa: dos mujeres que desafían la brecha de género en la soldadura y el taxi: "Nos dijeron que no era trabajo para una mujer, pero aquí estamos”
Dos mujeres que han conquistado espacios tradicionalmente masculinos relatan su lucha contra los prejuicios en el mundo laboral

Eva y Teresa: dos mujeres que desafían la brecha de género en la soldadura y el taxi: "Nos dijeron que no era trabajo para una mujer, pero aquí estamos”
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Bilbao
La brecha de género en el trabajo sigue siendo una realidad en muchos sectores. Según los últimos datos, en Euskadi menos del 5% de los taxistas son mujeres y en la industria metalúrgica su presencia es aún menor. Sin embargo, hay mujeres que han roto barreras y han demostrado que estos empleos no tienen género.
Eva Arévalo, es la primera mujer homologada como soldadora en Euskadi, y Teresa de la Hera, forma parte del 5% de mujeres que son taxistas en Bizkaia.
Abrirse camino en la soldadura
Cuando Eva Arévalo decidió convertirse en soldadora, sabía que no iba a ser un camino fácil. En Euskadi, pocas mujeres se atrevían a entrar en el mundo de la metalurgia, y mucho menos a homologarse como soldadoras. Pero ella tenía claro su objetivo.
Con apenas 19 años, Eva se inscribió en un curso de soldadura en el que todos sus compañeros eran hombres. “Me metí en un curso con 16 chicos y yo… pues para adelante, tenía ganas de trabajar y de ayudar a mi familia”, explica. Sin embargo, pronto descubrió que su mayor reto no sería aprender a soldar, sino demostrar que una mujer podía hacerlo igual de bien que cualquier hombre.
El día que terminó el curso, Eva realizó una prueba técnica para acceder a una empresa importante del sector. Lo hizo con éxito: aprobó sin que nadie supiera su nombre ni su género. Sin embargo, la llamada que recibió poco después le dejó claro que su camino no iba a ser sencillo.
“Cuando me llamaron, me dijeron: ‘Ah, pero si eres chica’”, recordó. “Y yo les respondí: ‘Sí… pero he aprobado la prueba, ¿no?’”.
El problema, según la empresa, no era su capacidad, sino su género. No tenían vestuarios para mujeres y, además, su presencia podría "generar reacciones" entre los trabajadores. Pero Eva no estaba dispuesta a rendirse y propuso una solución.
“Me da igual, si no tienes vestuarios, voy de casa vestida, me cambio en el coche o lo que sea”, explicó, tratando de eliminar cualquier excusa.
A pesar de su disposición, los responsables de la empresa siguieron poniendo trabas. “Me dijeron que igual generaba reacciones entre los hombres, porque claro, una mujer aquí…”, ha recordado. Y, como argumento final, recurrieron a la cuestión de la fuerza física: “Es que 80 kilos no puedes levantar”.
Eva, sin dudar, respondió con contundencia: “Yo les dije: ‘Ya, pero es que ni puedo yo, ni puedes tú’”. Pese a su insistencia, la empresa no la contrató.
Hoy, con más de 25 años en el sector, Eva se ha consolidado en su empresa y forma parte del plan de igualdad para fomentar la presencia de más mujeres en la industria. Pero la realidad sigue siendo dura: cuando entró, de 232 empleados solo 11 eran mujeres; hoy, en producción, apenas hay cuatro.
Ser taxista en Bilbao: un sector con pocas mujeres
La historia de Teresa se remonta a un cambio radical que decidió hacer en su vida hace ya nueve años. Antes de ser taxista en Barakaldo, trabajaba en la construcción, donde desempeñaba el cargo de jefa de obra. Fue justo cuando su padre se jubiló y en plena crisis de la empresa que decidió dar un giro a su carrera. "Mi padre se jubilaba justo en una época de una pequeña crisis en la empresa, y entonces decidí cambiar de aires y llevo ya haciendo esto 9 años", comenta Teresa.
En su camino laboral, Teresa siempre ha estado rodeada de sectores dominados por hombres. Desde sus inicios como topógrafa hasta su paso por la construcción, ambos campos tradicionalmente masculinos. El sector del taxi no fue diferente, ya que, como ella misma explica, menos del 5% de los taxistas son mujeres. A pesar de ser una minoría en cada uno de estos ámbitos, nunca dudó de su capacidad para destacar, y el trabajo del taxi le ofreció la oportunidad de emprender una nueva etapa, aunque con sus propios desafíos.
"Trabajar en el sector del taxi, sobre todo por la noche, te da mucha libertad. Tienes la autonomía de elegir tus turnos, y eso es algo que valoro mucho", explica. Sin embargo, también reconoce que, aunque el trabajo es principalmente individual, conlleva algunos inconvenientes que solo las mujeres suelen experimentar. "Es cierto que hay algunos clientes que se toman ciertas licencias que no se toman con mis compañeros hombres", confiesa Teresa. Estos comportamientos se dan, especialmente, cuando el alcohol o algunas otras sustancias están de por medio, lo que hace que algunos clientes intenten ser más familiares o cercanos de lo apropiado. "Me llaman cariño, reina, mi amor... no tienen por qué llamarme así. A mis compañeros no los tratan de la misma manera", agrega, señalando cómo, a pesar de ser profesional, muchos intentan tratarlas con paternalismo.
A lo largo de los años, Teresa ha tenido que aprender a manejar estas situaciones con firmeza y profesionalismo. "Yo les digo: 'Mi trabajo es meter tus maletas en el maletero. No me tienes que cuidar, me tienes que respetar como profesional'", cuenta con determinación. Este tipo de micro-machismos se presentan en su día a día de forma constante, desde el momento en que algunos clientes intentan cargar las maletas en el maletero, como si eso fuera algo que les corresponde hacer a ellos en lugar de a ella.
A pesar de ser una minoría en su profesión, Teresa no está sola. En su empresa, Radio Taxi Nervión, de unas 250 personas, no superan las 30 mujeres. "En Bilbao, de 774 taxis, no creo que haya más de 40 taxistas mujeres", lamenta. Sin embargo, reconoce que el problema no radica solo en el sector, sino también en las creencias culturales y educativas que limitan la elección de carrera de muchas mujeres. "El trabajo del taxi es un trabajo muy individualista y muy libre, lo cual a muchas mujeres les atrae, pero el problema es que desde pequeñas no nos educan para este tipo de trabajos, para ser autónomas o para trabajar a cualquier hora", reflexiona Teresa.
Y aunque reconoce que, en algunos pueblos pequeños, las mujeres se están incorporando poco a poco más al sector del taxi, el cambio en las grandes ciudades sigue siendo lento. En su opinión, el cambio en la sociedad debe comenzar desde la educación. "Es una pena que las mujeres tengamos que agradecer que otra mujer esté trabajando en un sector tan masculinizado, como si fuera una rareza", comenta, con tristeza. Teresa asegura que, desde pequeña, sus padres nunca le impusieron limitaciones por ser mujer. "Mis padres no me educaron así, por eso he podido estar en mundos en los que no se solían ver tantas mujeres", reflexiona, añadiendo que debería ser la sociedad en su conjunto la que cambie esas mentalidades.
Brecha de género en el trabajo: la educación como clave del cambio
Tanto Teresa como Eva coinciden en que el problema tiene raíces profundas. La educación sigue dirigiendo a niñas y jóvenes hacia ciertos sectores mientras que otros, como la industria, el transporte o la construcción, siguen siendo mayoritariamente masculinos.
"Siempre se nos ha educado para cuidar. Hay pocas mujeres en la metalurgia, en el transporte, en la construcción… y muchas en enfermería o enseñanza. Es una pena."
Pero ellas han demostrado que los límites no están en las capacidades, sino en los prejuicios. Como ellas, muchas otras mujeres están abriendo camino en sectores históricamente dominados por hombres, demostrando que el talento y la dedicación no tienen género.