El vino entra en el tablero de la geopolítica

Bilbao

Emmanuel Poirmeur es viticultor y fundador de Egiategia, una bodega submarina en aguas de la localidad francesa de Ziburu, en Iparralde. Del fondo de su mar extrae un par de veces al año las cubas de vino que almacena para su fermentación en un lugar secreto, pero cercano a la playa. En la última inmersión, los buzos sacaron una decena de estos bidones de plástico, de los que cada uno se obtendrán 300 botellas de vino para distribuirlos por la zona. Poirmeur tiene claro que no los exportará.

El fuerte carácter local del proyecto permitió que su vino estuviera presente en la Cumbre del G7 de 2019 en Biarritz, a poca distancia de Ziburu. Aunque minimiza la importancia de esta anécdota, está convencido de que la razón por la cual el Gobierno francés lo incluyó en este evento mundial es que "el vino tiene un poder único". Según él, el vino es un transmisor de mensajes, y cada bodega tiene su propia narrativa implícita.

Este enólogo de 47 años opina que una botella de vino puede cargar con "una historia tan poderosa como sus propios aromas y sabores". Para él, el momento cumbre es cuando se descorcha la botella. En su caso, ha enfocado su producción en la sostenibilidad del sector, subrayando que "innovar nos permite encontrar formas de trabajar con la naturaleza y el mar en lugar de explotarlos". Poirmeur también observa cómo algunas regiones francesas "poco atractivas" han alcanzado fama gracias al vino. "Burdeos, por ejemplo, no solo es conocido por la calidad de sus vinos, sino por las leyendas que han crecido alrededor de sus castillos y pueblos humildes".

Una práctica ancestral

Este fenómeno está relacionado con un concepto emergente en la diplomacia moderna conocido como enodiplomacia. Aunque ha sido utilizado durante años como una herramienta para ejercer poder blando a través de la gastronomía, este concepto está ganando relevancia gracias a los estudios especializados en este campo. Óscar Cabral, chef portugués e investigador en Basque Culinary Center, destaca que "el vino tiene una capacidad única para comunicar territorio, singularidad y cultura".

Según Cabral, el vino puede ser una poderosa herramienta diplomática para fortalecer relaciones o incluso generar tensiones, como sucedería si un líder europeo regalara vino a un líder musulmán, lo que podría interpretarse como una falta de respeto. Para él, "si se usa adecuadamente, el vino puede crear lazos de confianza, pero siempre debe evitarse que las estrategias se impongan desde la política".

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Las denominaciones de origen

Las denominaciones de origen son fundamentales para la promoción internacional de un territorio. Según Dennis Sorondo, profesor de la Universidad del País Vasco, "a través de una bebida emblemática, las regiones pueden construir una marca de país", como ha sucedido con la Denominación de Origen Rioja en España. Sin embargo, este modelo ha generado controversia, como lo demuestra la reciente sentencia del Tribunal Superior Vasco que anuló la autorización del Gobierno Vasco para crear una marca separada de la denominación riojana.

La gastronomía y el vino han sido herramientas diplomáticas desde la antigua Grecia, con ejemplos como la visita de Richard Nixon a China en 1972, donde se usó el maotai chino y un vino espumoso californiano en un brindis simbólico. Estos gestos han sido un medio para establecer entendimiento mutuo entre naciones, y la gastronomía sigue siendo una herramienta clave en las relaciones internacionales, como también lo reflejan las visitas de Miguel Ángel Revilla a La Moncloa con productos regionales, buscando unir comunidades y promover el entendimiento global.