El aeropuerto de Bilbao es famoso por las imágenes que deja todos los años de aviones con grandes oscilaciones en su aproximación a tierra. Son muchos los videos de aviones que se zarandean de un lado a otro y que son sacudidos de arriba a abajo por el viento, haciéndolo -a ojos de los pasajeros- ingobernable. Son varias las características que convierten al aeródromo en un desafío durante el otoño con los frentes cálidos que llegan con vientos del suroeste, o durante el invierno con las formaciones tormentosas y los frentes fríos que entran del Cantábrico con grandes rachas de viento. Esto ha ocurrido este miércoles, vientos de hasta 175 kilómetros por hora en Matxitxako, uno de los puntos más expuestos de la costa de Bizkaia. La orografía que tiñe de verde las tierras bizkainas es uno de los inconvenientes para la aviación. La orografía escarpada crea una serie de turbulencias que afectan directamente a los aviones al chocar el aire con las montañas. A esto hay que añadir el viento, que junto a las montañas a menudo crea escenarios con cizalladura, un término cada vez más conocido que se refiere a un cambio brusco en la dirección e intensidad del viento, porque el aeropuerto se encuentra en un valle. Las nubes que a menudo se forman por frentes que traen consigo tormentas, son otro factor que aumenta la turbulencia en los descensos o ascensos en Bilbao. Aquí es donde entra en juego la pericia de los pilotos al mando. Iñigo Erezuma, piloto de Volotea con base en Bilbao, lo tiene claro: «A nivel meteorológico, Bilbao es el aeropuerto más complejo al que he volado». Tanto él como Ángel González, comandante en Vueling, aseguran que lo primordial es «una operación segura». Es por ello que las aerolíneas establecen límites en las velocidades del viento, «si la velocidad supera estos límites, las aerolíneas aconsejan no intentar el aterrizaje», cuenta Erezuma. Es más, ambos vuelan el Airbus 320, un modelo que equipa un sistema de alerta que avisa cuando detecta cizalladura. En esos casos, «hay que cancelar el aterrizaje y volver al aire, hacer una frustrada», sigue. En el caso de Vueling, según González, no se puede volver a intentar el aterrizaje. Para Ángel González volar a Bilbao no es diferente a otros encargos, «es una operación normal que quizás puede ponerse algo más intensa con el viento sur». Él también cuenta que «hay protocolos que establecen que si entrar a Bilbao está complicado, ni lo vamos a intentar». Como el viento es variable, la comunicación entre controladores aéreos y entre los propios aviones resulta «importante». «Uno lo intenta, pero en el momento que no se ve claro, nos vamos. Eso de meterlo por narices ya no existe», dice, también que «nos apoyamos entre los compañeros dando información sobre el viento, si el anterior no ha podido entrar yo no voy a ser más listo e intentarlo». Ahora bien, una queja recurrente entre los pasajeros de los aviones son los desvíos. En el caso de Vueling, desde Bilbao es Barcelona el desvío más habitual. Volotea se desvía, en ocasiones, a Vitoria. ¿Por qué no van todos a Vitoria? Cuentan los dos pilotos que depende de diversos factores. El primero, el handling, los servicios del aeropuerto. Erezuma se desvió el pasado cinco de enero a Vitoria, donde les atendió una sola persona para desembarcar el avión entero mientras otro segundo avión de su aerolínea esperaba en la cola. Segundo, la operativa de la aerolínea. Según el comandante, en Barcelona Vueling dispone de más medios y más aviones para reubicar a los pasajeros, por lo que a pesar de estar más lejos -y aunque pueda ser difícil de creer-, es mejor opción.