¿Lo sabremos?
Jorge Laborda es catedrático de Bioquímica y Biología Molecular en la Faculta de Medicina de la Universidad de Castilla-la Mancha
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Jorge Laborda / Radio Albacete
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Albacete
A muchos p uede resultarles sorprendente la capacidad del último coronavirus para mutar y generar nuevas variantes. A mí me resulta sorprendente que esto resulte sorprendente, ya que cada vez que nos reproducimos, cada vez que lo hace algo o alguien, genera variantes. Menos mal. Nuestros hijos no son y no serán idénticos a nosotros. Son nuestras variantes. Gracias a ellas, la vida se encuentra en constante evolución. El virus no hace sino seguir las leyes de la vida que también seguimos nosotros.
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Por ello, el coronavirus, como nosotros, generará variantes continuamente. La inmensa mayoría de esas variantes serán como la mayoría de nosotros, anodinos y sin demasiada importancia, y pasarán desapercibidas por la vida. Solo algunas se revelarán variantes extraordinarias, como sucede también con unos pocos humanos, variantes geniales, que contribuyen extraordinariamente al desarrollo de la Humanidad, o variantes monstruosas, que perpetran algún monstruoso crimen contra la misma Humanidad de la que proceden.
Estos días nos vemos forzados a convivir con la nueva variante ómicron, casi tan monstruosa como una palabra esdrújula acabada en "on", y que amenaza con generar una ola pandémica de gigantescas proporciones. Los expertos debaten cómo y dónde se ha podido generar esta variante. Mientras intentan responder a esta pregunta, parecen olvidarse de conseguir responder a la pregunta más importante: ¿Cómo surgió el nuevo coronavirus y qué podemos hacer para impedir que algo así vuelva a suceder?
Esta pregunta no debería ser tan difícil de responder, si se dedicaran recursos adecuados y algo más de voluntad. Recordemos que en este siglo han aparecido al menos tres otros nuevos y peligrosos coronavirus, El primero, en 2002, fue el SARS CoV-1, que pudo ser controlado. El segundo, en 2012, fue el MERS, causante del síndrome respiratorio de Oriente Medio, virus que todavía sigue activo, infectando sobre todo a camellos de forma asintomática, y que de vez en cuando infecta a un ser humano, dejándolo tan jorobado o más que el camello. En esas ocasiones aparecen brotes de seria enfermedad que hasta la fecha han podido ser controlados, pero que siguen amenazando con convertirse en la siguiente pandemia. El tercero es un coronavirus, aparecido en 2016, que ataca a los cerdos recién nacidos causándoles severa diarrea y una elevadísima mortalidad.
A los dos años de la aparición de estos coronavirus, ya se había identificado al animal intermediario causante de su trasmisión, y se habían identificado virus en los murciélagos que estaban estrechamente relacionados con ellos. Han trascurrido ya dos años desde el inicio de la pandemia de COVID-19 y, a pesar de la magnitud de lo que está sucediendo, seguimos sin conocer el origen del virus. El último informe, publicado hace solo dos meses, concluye que lo más probable es que sea de origen natural, aunque la posibilidad de que se haya escapado de un laboratorio sigue sin poder ser descartada por completo. Creo que si este fuera el caso serían las mejores noticias, porque si el virus es de origen totalmente natural,
¿cómo podremos evitar la próxima pandemia sin conocer lo que sucedió para que surgiera la que ahora vivimos? Con esta pregunta les dejo.
Felices y prudentes Fiestas.