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El retorno de la Dama de Elche

Después de pasar 44 años en Francia, la Dama de Elche regresó a España en plena posguerra como una victoria más del franquismo. En esas mismas fechas, València le dedicó la calle que hoy lleva su nombre.

Callejeando, El retorno de la Dama de Elche

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Valencia

Hace 80 años, recién acabada la Guerra Civil, los adláteres del régimen franquista en València llevaron a cabo, con la intención de adaptarlo a la nueva ideología imperante, la reforma y depuración del nomenclátor callejero más importante de nuestra historia. Se suprimieron decenas de denominaciones y se rotularon centenares de calles y plazas con denominaciones que obedecían al plan de propaganda franquista a través del espacio público. Muchas de estas denominaciones resultaban evidentes símbolos de exaltación del Movimiento –Caudillo, José Antonio, Calvo Sotelo, etc…- pero otras evocabande forma más sutil el espíritu de la nueva nación, representada en iconos como la Dama de Elche.

La famosa escultura ibérica fue hallada casualmente en 1897 en unos huertos de la pedanía ilicitana de la Alcudia, pero apenas tres semanas después de su hallazgo ya se encontraba en el Museo del Louvre, después de una rápida transacción del arqueólogo francés Pierre Paris, que la adquirió por 4.000 francos a la familia de los propietarios del terreno donde fue encontrada. La situación en la que es encontraba España en ese momento, en plena Guerra de Cuba y con el asesinato de Cánovas del Castillo en la primera plana de todos los periódicos, hizo que la venta a Francia pasara prácticamente desapercibida.

La Dama de Elche, como así fue bautizada en París, fue una de las piezas más valoradas de la colección del Louvre durante más cuarenta años, en los cuales hubo varios intentos infructuosos por parte del gobierno de España para traerla de vuelta. La popularidad y el aurea que rodeaba a la Dama hizo acrecentar su leyenda, y durante el primer tercio del siglo XX se convirtió en un referente para la identidad regional valenciana. Tanto es así, que a final de los años 20 el Ayuntamiento de València encargó al pintor y escultor Enrique Cuñat una réplica que todavía se puede contemplar en el Jardín de los Viveros.

Pero como dicen que la ocasión la pintan calva, en 1940 con la Francia de Pétain bajo la dominación Nazi, Franco aprovechó su amistad con el III Reich para reclamar la vuelta a España de parte del tesoro artístico que por diversas circunstancias se encontraba en el país vecino, entre ellos, la cotizada dama ibérica, una escultura del siglo V-IV a.C excepcional.

Con una postura más debilitada por el contexto bélico europeo, Francia accedió a negociar el intercambio de obras de arte, circunstancia que fue vendida por el régimen franquista como una victoria más. 1941, con el país en plena posguerra y el pueblo devastado y muerto de hambre, la Dama de Elche llegó al Museo del Prado, y el aparato propagandístico del Movimiento organizó toda una campaña encargada de ensalzar el tesoro reconquistado a los franceses, sobre todo a la Dama, utilizada como símbolo de la pureza y la antigüedad de la nación española.

En este mismo contexto, el cronista de la ciudad de València, Salvador Carreres, propuso que la calle antes conocida como continuación de Maestro Valls, entre la avenida del Puerto, y el entonces Camino Viejo del Grao –actual Islas Canarias- fuese rotulada con el nombre de calle Dama de Elche, una denominación que era de todo menos ingenua.

 
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