Ocio y cultura

"Mamá no se muere"

Lolo Ruiz y Félix García brillan en el estreno de "Mitad y mitad" en la Sala Central Lechera

Félix García y Lolo Ruiz, en el estreno de "Mitad y mitad" / Cadena SER

Félix García y Lolo Ruiz, en el estreno de "Mitad y mitad"

Cádiz

"Juan, mamá no se mueve". Así arranca Mitad y mitad, la obra estrenada por la compañía Entretanto Teatro en la Sala Central Lechera de Cádiz, que avanza gran parte del tono, el contenido y el conflicto que encierra este texto de Jordi Sánchez y Pep Antón Gómez. Pero la madre se mueve y sigue respirando. "¿Y si nuestra madre no se muere nunca?", se plantea uno de los hermanos. Uno puede elegir el trabajo, los amigos, su forma de vivir... , pero no puede elegir a su madre. Y a los protagonistas les ha tocado una madre con muy mala leche que se ha empeñado en no morirse.

Sánchez y Gómez escribieron este texto inicialmente bajo el título ¡Mamaaaa!, que después, tras unos años sin representarse, cambió a este Mitad y mitad, que han llevado al escenario actores como Pepón Nieto con Fernando Tejero o Paco Tous. La compañía gaditana Entretanto, con Félix García y Lolo Ruiz, como protagonistas, ha escogido este texto para regresar a los escenarios tras dos años de ausencia. Lo ha hecho en buena forma, con un vibrante y equilibrado duelo interpretativo, para una comedia negra que se ríe de las querencias familiares, de los secretos que guardan los hogares y de la propia ceremonia de la muerte.

Félix García interpreta a Carlitos, un profesor en un colegio de curas, al que todos dan por homosexual, y al que su madre vestía de niña cuando era un bebé. "Ella siempre quiso una niña para que la cuidara. Y esa niña soy yo", aprende su personaje, harto ya de tantos años cuidando de su madre dependiente. Lolo Ruiz es Juan, su hermanastro (ambos comparten madre pero padres diferentes), mayor que Carlos, casado con Mari Ángeles, con un hijo, fatigado por la vida, y agobiado por las deudas que le acechan. Y luego está la madre, que no aparece nunca, pero que hace sonar continuamente un timbre para recordarle a sus hijos que sigue existiendo. Ese timbre molesto y hasta doloroso es la perfecta metáfora de esa madre que tiene tantos años y a la que le está costando tanto morirse que ya parece que no se morirá nunca.

El conflicto con el que arranca la obra es, precisamente, que esos dos hijos están deseando que muera su madre. "Que se vaya al cielo y que le guste", le desea al principio de la obra su hijo Carlos. Su sueño es irse a Lanzarote, salir de ese piso en el que ha pasado los últimos años dedicándose a su madre, conocer gente nueva, y por qué no, formar una familia digan lo que digan. Juan tiene otros intereses más materiales. Necesita dinero y qué mejor manera de conseguir dinero que cobrando la herencia de su madre. Además, justo como ella le dijo un día "mitad y mitad" con su hermanastro.

En la primera parte, se produce una emboscada de Juan hacia Carlos para tratar de conseguir el dinero que no le corresponde. Juan tarda en darse cuenta de que Carlos oculta más cosas de las que él creía. Han sido muchos años dependiendo de una dependiente. Así que los sueños de libertad, encerrados en dos maletas, encubren también algunas trampas con forma de libretas bancarias.

En la segunda parte, los dos hermanos ponen sus cartas sobre la mesa. Qué mejor que decirse las verdades, descubrirse como víctimas de una madre que, aparentemente, nunca les ha querido, y tomar la decisión que permitirá no prolongar más sus problemas. Pero cuando una madre no quiere morirse nada es sencillo.

La versión llevada a la Sala Central Lechera, con lleno de público en sus apretadas gradas, pule algunas distensiones del texto original, consigue mantener un buen ritmo constante y aporta algún detalle de actualidad. No hay malabares ni en el sonido, con algunas eficaces resoluciones musicales, ni en la iluminación, ni en la sencilla puesta en escena que juega con las posibilidades de un escueto mobiliario y una puerta central que da a la habitación de la madre.

Esa sencillez se traslada también a las interpretaciones de García y Ruiz, que consiguen naturalizar sus personajes con enorme brillantez. García describe bien con sus gestos amanerados, su voz achicada y su cabeza baja a ese hijo lastrado por la culpa y tantos años de sacrificio. Ruiz encaja en ese rufián venido a menos, ese hombre vencido por los problemas y rabioso por su propio fracaso, que trata de engañar y que se descubre engañado. Ambos reparten bien los momentos hilarantes, los destellos de risas y los reveses de sus míseras vidas en ese espejo de empatía que debe existir entre el escenario y el público.

Mitad y mitad habla de la podredumbre moral que provoca la dependencia al dinero. Y refleja con mordacidad la condena perpetua en las que se terminan convirtiendo las relaciones familiares tóxicas. Esas en las que los hijos y los padres tienen que llevarse bien aunque no se soporten y en las que el amor más que una realidad termina convirtiéndose en una obligación impostada. En casas que son cárceles, y, algunas, como esta, con cadena perpetua. 

Pedro Espinosa

Pedro Espinosa

En Radio Cádiz desde 2001. Director de contenidos de la veterana emisora gaditana. Autor del podcast...

 
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