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Criptomonedas, el oro que parpadea

El sistema que sustenta las criptodivisas puede ser novedoso y complejo de entender desde un punto de vista técnico, pero como producto de inversión no se aleja tanto de lo que conocemos

CADENA SER

Las Palmas de Gran Canaria

Más allá de modas, efectos llamada y neblinas tecnológicas, a la espera de un colapso que puede llegar o no darse nunca, las criptodivisas son ya parte de la economía cotidiana.

Ni la gallina de los huevos de oro ni tampoco necesariamente una estafa piramidal, el uso de las criptomonedas comienza a extenderse y no solo entre grandes inversores: entre un 10 y 15 por ciento de la ciudadanía dice ya que opera o invierte en divisas digitales, una cifra tal vez demasiado alta para ser tenida en cuenta como verdad incuestionable, pero que sin duda indica una clara tendencia.

César Calcines, joven profesional de la peluquería, utiliza la criptodivisa para ir "juntando un dinero y que tenga rendimiento" sin que le cambie la vida de manera inmediata ni para bien ni para mal; esto es, representa a ese tipo de usuarios que no asume grandes riesgos ni dedica altas sumas de dinero pero que ve cómo de vez en cuando rentabiliza su inversión.

Vive de su barbería, no de las criptomonedas, pero utiliza una tarjeta de débito con la que puede pagar en cualquier tienda física directamente en criptodivisa, al precio que esté en ese momento.

Lo hace a su cuenta y riesgo. A día de hoy las criptomonedas no cuentan con el respaldo de un banco central u otras autoridades públicas y no están cubiertas por mecanismos de protección al cliente como el Fondo de Garantía de Depósitos o el Fondo de Garantía de Inversores. Los grandes bancos españoles aún no apoyan de manera directa el uso de las criptomonedas ante la falta de regulación.

César cuenta que uno de sus amigos sí que es de esos usuarios que invierte tiempo en gestionar las inversiones y no solo en el largo plazo, sino también a corto y a muy corto. En su día invirtió una pequeña cantidad de dinero en una moneda poco conocida por aquel entonces, Shiba Inu, considerada moneda basura por los expertos. Se trata de una 'memecoin', una moneda digital respaldada por, leen bien, un meme de internet que se pone de moda y eso hace que aumente su valor. Es temporal, de corto plazo y altamente especulativa pero si la gente la apoya por el motivo que sea, su precio se dispara. La inversión de 150 euros que hizo este joven canario llegó a tener un valor de 200.000 euros y, aunque no rentabilizó a ese precio, sí lo hizo cuando valía unos 80.000. Un beneficio que corta el aliento.

Pero no es oro digital todo lo que parpadea. De lo particular a lo general, el daño al medio ambiente que producen las cripto -y por tanto a la superviviencia de un planeta que se encuentra inmerso en una peligrosísima crisis climática- es de proporciones cataclísmicas. Un dato: el gasto energético de producir  la criptodivisa Bitcoin supera el consumo eléctrico global de países como Argentina o Noruega.

De lo general al ámbito puramente particular, los expertos advierten de que, como toda inversión, el beneficio de las criptomonedas está muy asociado al riesgo. El sistema que las sustenta, Blockchain, puede ser novedoso y complejo de entender desde el punto de vista técnico, pero las criptodivisas como inversión no se alejan tanto de lo que conocemos.

Sus usuarios, sin embargo, se han convertido en nuevos visionarios, gurús que difunden la buena nueva y que no acaban de entender cómo es posible que la gente no corra en tropel a invertir más aún en este nuevo maná digital, virtual, inasible y desregulado llamado a terminar, o casi, con las guerras, las enfermedades y el hambre en el mundo.

Un tenedor de criptomoneda "va a recomendar invertir en esa cripto por dos razones fundamentales, una es el efecto rebaño, que hace que tendamos a no sentirnos distintos si el resto del colectivo se comporta de manera similar", considera Robert Carlsson, asesor financiero y profesor de la Fundación Escuela de Negocios MBA, quien explica así el 'efecto llamada' que se produce con las modas financieras a las que las cripto no son ajenas.

La otra razón es de naturaleza más prosaica, pues "a más gente que participe en nuestra inversión, más aumenta el valor de la misma", explica. Y hay también un tercer factor, en este caso de naturaleza psicológica. "Es el efecto FOMO, por sus siglas en inglés, Fear Of Missing Out, es decir, el miedo a quedarse fuera de la fiesta", detalla Carlsson.

Así las cosas, el auge de las cripto se debe a la novedad y a sus posibles beneficios desorbitados pero también al efecto llamada y la promoción al más puro estilo Carlo Ponzi -el famoso precursor de la estafa piramidal- que hacen quienes ya han invertido en ellas. Como toda inversión inestable, hay que asumir riesgos y eso da la posibilidad de que también se traduzca en beneficios, pero nada ni nadie los garantiza.

Las modas, las fiebres del oro, los procesos piramidales, las burbujas o las inversiones especulativas no nacieron con las criptodivisas y, previsiblemente, tampoco morirán con ellas.

 
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