Invencible Anabel Rivera
La artista gaditana celebra la belleza musical de Cádiz con un espectáculo que pone en pie al Falla
Cádiz
Si en Cádiz conviven por derecho dos cantes desde hace décadas, ¿por qué enfrentarlos? ¿Por qué ponerlos a vivir cada uno en una casa diferente? ¿Por qué no unirlos? Anabel Rivera se ofrece de casera en ese hogar donde conviven de forma amigable, festera y comprometida el carnaval y el flamenco. Y en torno a esta idea se pone en el centro de un espectáculo en el que saca el orgullo y la raza de una gaditana, "terrateniente de la copla", perfectamente rodeada para poner pie el Teatro Falla con lo que más gusta en su ciudad, sus dos cantes benditos. Eso es La risa que se desangra: una exaltación de Cádiz desde Cádiz.
La risa que se desangra se estrenó hace unos meses en la Sala Central Lechera y antes de llegar al Falla ha pisado algunos escenarios más. Entonces, en ese debut, se notaban aún los nervios y costuras de un espectáculo que acababa de empezarse a rodar. En el Falla todo fluye con mayor solidez, el juego de luces engrandece las ideas, los diálogos están mucho más definidos, las transiciones se han pulido con mayor eficacia y Rivera se muestra mucho más segura en el cante y en el texto. Lejos de achicarla, el Falla la engrandece.
El personaje que interpreta la cantaora arranca con una olla llena de puchero en la mano. Su elixir de hierbabuena da buena suerte a los componentes de una comparsa que se visten en la peña, en una noche que no es cualquier noche, porque es la noche de la gran final del concurso de agrupaciones del carnaval de Cádiz. Pero, al mismo tiempo, ella está de guardia y debe velar por hacerle compañía a Rosario (una emocionante Chari Helmo), una anciana a la que tiene atender con un programa de teleasistencia. Será Rosario la que le evoque los más hermosos recuerdos de un Cádiz flamenco y carnavalero.
Por un lado, Rivera recuerda los cantes de los grandes como Beni de Cádiz, Aurelio Sellés, La Perla, La Jineta, Chano o Mariana, a la que se recuerda en el día del aniversario de su muerte. La cantaora brilla en todos los cantes festeros, el tanguillo, la alegría o la bulería; y en los más recogidos como las seguiriyas o unas malagueñas, en las que el guitarrista Juan José Alba deslumbra con su sensibilidad y talento. Está también a la percusión Roberto Jaén y David Gavira, Diego Montoya y Emilio Florido, al jaleo y palmas, todos ellos con enorme solvencia.
Y los momentos flamencos se vuelven carnavaleros cuando en la peña entra esa comparsa que se prepara para la final. Y vaya comparsa: Manuel Santander, Vicente Lázaro 'Lali', Germán García Rendón, Rafael Figuier, Rafael Piñero, Paco Trujillo, Juan Gamaza o Chúa. Un "dream-team" que canta con un gusto exquisito coplas de ayer y hoy de agrupaciones como Los Quijotes del Sur, Los miserables, La banda del capitán veneno, Los mafiosos, Noches de falla o La maldición de la lapa negra. Qué bien suena este grupo, cómo acaricia la voz de Germán y cómo anima al grupo Santander.
Aparece también Antonio Martín, una pausa argumental para homenajear y celebrar en vida a un grande de la fiesta que se marca él solo dos de sus letras más bonitas, el homenaje a Paco Alba de Los principiantes y el 'Yo tenía 15 abriles' de Los invencibles. Otra licencia es la aparición de David Palomar para echarse un cante y un baile por tanguillos en un luminoso y deslumbrante derroche natural de su talento inmenso, en pleno cénit creativo. Qué bonito ver vivir y disfrutar el que es, quizá, su mejor momento.
Palomar, firma la dirección escénica y el guion, en base a una idea original de Anabel y su hermano Riki Rivera, quien aparece fugazmente en un momento con su guitarra para interpretar la canción original compuesta con el mismo título de la obra. Un título que incide en los contrastes de una ciudad, Cádiz, cargada de problemas, pero que encuentra en su risa y en sus cantes, su manera de espantar males, para reconvertir la pena en coplas, para encontrar la libertad que no dan las salidas laborales. De ahí que el humor también esté reivindicado como un emblema gaditano, que representa la figura de Carlos Pérez. Se narra así en un brindis que suena a Padrenuestro o en la hermosa canción final, compuesta por Riki Rivera, que da título a la obra. Cádiz resucita en la guasa, apechuga con la pena, enseña sus dientes, hace su último sacrificio.
El Falla se vuelca con todos. La risa que se desangra ha sido el espectáculo que más rápido agotó todas sus entradas tras levantarse todas las restricciones de aforo tras la pandemia. Así que había un público entregado de antemano, pero que supo ovacionar los momentos más meritorios y reconocer aquellos de más dificultad. Hubo ovación final ante una emocionada protagonista, que veía así culminar un sueño hecho realidad.
Anabel Rivera se subió a los escenarios para iniciar una carrera musical como artista hace justo 25 años. Pero no ha sido hasta ahora cuando ha podido llevar hasta el principal teatro gaditano, el Teatro Falla, un espectáculo propio, en el que ella es la protagonista. Lo hace tan bien arropada, por algunos de los mejores flamencos y carnavaleros del momento, que pudiera parecer que se esconda entre ellos. Pero si de algo sirven estas dos horas es para mostrar que Anabel Rivera puede llenar por ella misma un gran teatro; que puede cantar, bailar y actuar con certera eficacia y que puede plantearse con seguridad asumir muchos más retos. Sin miedos. Libre. Valiente. Terrateniente. Como le dice Antonio Martín: invencible no es la que gana. Es la que no se rinde.
Pedro Espinosa
En Radio Cádiz desde 2001. Director de contenidos de la veterana emisora gaditana. Autor del podcast...