Ocio y cultura

Viaje a la Celtiberia, 'un país imaginado'

La editorial PRAMES edita una guía de viajes de este territorio que incluye zonas de La Rioja, Castilla La Mancha, Castilla León y Aragón

Entrevista con Javier Hernández, autor de la obra 'Celtiberia, un país imaginado'

Entrevista con Javier Hernández, autor de la obra 'Celtiberia, un país imaginado'

15:40

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Logroño

La España vaciada no está vacía, está repleta de patrimonio ecocultural. Esto es lo que pretende compilar y difundir esta guía editada por PRAMES con sugerente subtítulo, Un país imaginado. Imagínense una región natural en Europa que tuviese los testimonios escritos más importantes de la Antigüedad en lengua celta (Bronces de Botorrita y Luzaga, téseras y otras inscripciones en celtíbero), ciudades celtibéricas luego romanizadas (Numancia, Tiermes, Segobriga, Valeria, Clunia, Ercávica, Arcóbriga, Contrebia Leukade...), unos de los cascos más singulares de la Edad del Hierro (los expoliados de Aratis) y que, además, propició en -guerras celtibéricas del siglo II a.C.- que nuestro calendario empezara en enero en lugar de los habituales "idus de marzo"; a ello le podemos añadir una buena colección de fíbulas, panoplias, objetos cotidianos, cerámicas con gran valor iconográfico, el único santuario con advocación a Lug (Peñalba de Villastar) y observatorios astronómicos acompasados con la cosmología celta. Y esto limitándonos solo a los celtíberos, la civilización más importante y documentada de la Céltica en la península Ibérica.

Esta comunidad cultural (koiné), que alcanzó su culminación justo antes de la llegada de Roma (siglo III-II a.C.), se extendía por un territorio continuo que hoy abarca ocho provincias de cuatro comunidades autónomas, Aragón, las dos Castillas y la Rioja; constituye una región natural (norte y centro de la cordillera Ibérica y una parte del reborde nororiental de la Central) en la que se basa la guía. Hoy día un despoblado rodeado de nuestras metrópolis más activas (Madrid, Zaragoza, Bilbao y Valencia). Fue la Celtiberia, cuyo nombre rescataron visigodos y árabes (Santabariya), una frontera oscilante en la Edad Media que albergó las extremaduras donde, para estimular la repoblación, surgieron iniciativas democratizadoras: fueros, milicias concejiles o los propios concejos que se reunían en los pórticos de las iglesias que nacieron aquí a fines del siglo XI (Celtiberia atesora el 90 % de esta tipología románica).

El listado de hits patrimoniales es tan impresionante como desconocido y se debe a la confluencia fronteriza de cuatro culturas fundamentales -la céltica y las tres del Libro- que enraízan aquí como caso único en Europa. Encontramos el más completo parque jurásico continental (icnitas de Enciso y Tierras Altas), el mejor mudéjar mundial en las comarcas aragonesas, la primera ciudad palatina en la Europa de los bárbaros (Recópolis), el conjunto de eremitorios y necrópolis altomedievales más importante de España y algunos de los más celebrados scriptoria en la Celtiberia septentrional, igualmente los restos más numerosos de arquitectura califal (atalayas sorianas, castillo de Gormaz, murallas de Ágreda); el legado de monasterios es incomparable: desde la cumbre románica de Silos hasta las joyas cistercienses de Veruela, Piedra, Santa María de Huerta, Bonaval, Sistal, Cañas u otros posteriores como Uclés, Gotor, San Millán de la Cogolla... También florecieron aquí algunas de nuestras catedrales más singulares: Sigüenza, Cuenca, Burgo de Osma, Calahorra, Albarracín o las joyas mudéjares de Teruel y Tarazona.

El olvido y la despoblación de este territorio han deparado muchos conjuntos urbanos que parecen anclados en el medievo: Molina de Aragón, Sigüenza, Atienza, Brihuega, Cifuentes, Pastrana, Cuenca, Huete, Cañete, Priego, Alarcón, Teruel, Tarazona, Borja, Albarracín, Daroca, Soria, Almazán, Berlanga de Duero, El Burgo de Osma, Calatañazor, Medinaceli, Sepúlveda, Ayllón, Covarrubias, Santo Domingo de la Calzada, Nájera, etc. En estas comarcas, también diseminado por aldeas, se conserva uno de los conjuntos más abundantes y singulares de Europa en arquitectura popular, por no hablar de la riqueza etnográfica de ritos, leyendas y fiestas que se remontan a la época prerromana: paso del fuego de San Pedro Manrique, danzantes de Anguiano, Cipotegato de Tarazona, Máscara de Ateca, Contradanza de Cetina, las fiestas de San Juan en Soria en torno al toro y al solsticio o los incomparables carnavales de Luzón, Almiruete, Villares de Jadraque, Luco de Jiloca o Borobia. De las Tierras Altas sorianas y de Cameros partían las principales cañadas reales hacia el sur, y en estos pastos altos se acumulaba la mayor densidad de cabezas ovinas de Europa en tiempos de una Mesta todopoderosa que fue creada por Alfonso X en 1273 en Cifuentes y se reunía frecuentemente en Ayllón. Celtiberia, frontera lingüística: pioneros testimonios de antropónimos vascos proceden de estelas de las Tierras Altas de Soria y del Alto Cidacos (s. I), de la Celtiberia aragonesa procede el 90 % de la literatura aljamiada conservada, una de las primeras inscripciones en lengua hebrea en Sefarad se encontró en el cementerio judío de Calatayud (siglo XI) y todos conocemos la importancia de San Millán de la Cogolla como testimonio primigenio de las lenguas romance y vasca. Aquí nacieron o transitaron nuestros escritores medievales: Gonzalo de Berceo, el autor del Poema del Mío Cid, Don Juan Manuel, el arcipreste de Hita o el Marqués de Santillana.

Además de esa riqueza patrimonial, ofrece este despoblado de 7 habitantes por km2 un espacio cualitativo que, al perder el tren de las sucesivas industrializaciones, ha preservado magníficamente espacios antrópicos y, sobre todo, naturales: los mejores sabinares del mundo, hayedos, rodenales, acebedas, tremedales, torcales, silvicultura sostenible, gargantas calizas, lagunas glaciares... Los despoblados también pueden ser una oportunidad para el visitante sensible, sobre todo cuando acompañan al patrimonio imaginarios potentes que tras el citado esplendor medieval promovieron los Bécquer, Machado, Llamazares, etc. Nos faltaba ese concepto-talismán que, como el del Camino de Santiago, diera sentido a estas tierras abandonadas del sistema Ibérico, Celtiberia cumple esa función y puede impulsar uno de los destinos más preciados en el corazón de la España interior.

 
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