Ocio y cultura

El árbol gordo de Estarrona: historia del derrumbe de uno de los árboles más famosos de Álava

En 1921, el anciano roble de 450 años del bosque de Estarrona, fue encontrado caído y parte de él fue utilizado para hacer una mesa destinada a una exposición internacional.

El árbol caído / Cedida por Jonathan Rubines / E. Mora / 1929

Vitoria

 Como muchos de los pueblos alaveses, la aldea de Estarrona tenía un frondoso bosque, en este caso, de una extensión de unas 62 hectáreas, una riqueza forestal apreciable y la presencia mayoritaria de robles. Algunos de los ejemplares tenían un diámetro de grandes dimensiones y una edad avanzada de varios cientos de años. Entre ellos destacaba uno; el ”matusalén” del monte.

Ya en 1898 se describía la arboleda y este roble en concreto, al que popularmente se llamaba el “Árbol Gordo de Estarrona”. Se decía que tenía un nueve metros de circunferencia y que eran necesarias para abrazarlo siete personas. 

El roble de Estarrona / España Forestal

Visitas al árbol

Los vitorianos en ocasiones, cuando tenían alguna visita de amigos de otros territorios, mostraban orgullosos a los viajeros el roble de Estarrona.

Eduardo Dato Iradier, personaje famoso en nuestro territorio, en su actividad política trabó amistad con otros dos estadistas de entidad: Francisco Silvela y Raimundo Fernández-Villaverde, esposo este último de la marquesa de Pozo Rubio. Los tres llegaron a ostentar la presidencia del consejo de ministros del gobierno del Estado.

Por su parte, Fernández-Villaverde, era , en sociedad con Dato, titular de un hotel en el Paseo de la Senda que tuvo como nombre “Atseden Tokia” (sitio de descanso). El 20 de agosto de 1898, invitados por el señor Villaverde, almorzaron en el hotel citado Dato y Silvela, que estuvieron acompañados en el ágape por otros notables personajes foráneos y alaveses.Tras la comida los reunidos se dirigieron en carruajes al citado pueblo, donde les fueron mostrados los hermosos ejemplares de roble que allí existían, entre otros, el mencionado “coloso”.

La revista satírica madrileña Gedeón, especialista en sacudir estopa a la clase política, envió un periodista a Vitoria con el fin de cubrir la información de la visita de Silvela y esperando que este se dedicara a hacer política en nuestra ciudad, incluyendo los correspondientes discursos ante sus partidarios pero no fue así: no hubo ningún acto político.

El redactor mostró su decepción por ello y contó humorísticamente la visita de esta forma: “Cesé de seguir los pasos de D. Francisco, y aun cuando me contaron que tan ilustre hombre público se disponía a salir para un pueblo próximo llamado Estarrona, en cuyas inmediaciones existe un árbol colosal, llamado el árbol gordo (elegido sin duda por Silvela para que de el nos ahorquemos todos los españoles en cuanto D. Francisco sea poder), no tuve el menor deseo de formar parte de la expedición y me quedé en Vitoria cazando pulgas, que es el sport favorito de los vitorianos desde que se ha levantado la veda. Supongo que esa visita al árbol gordo sería inspiración de Villaverde.

En suma queridísimo Galíndez, “Rocambole” me ha dado un soberbio timo con su viaje a esta. Creí que vendría a Vitoria a comenzar sus despropósitos con la Verdad (¡buena cencerrada les espera a los cónyuges!) y resulta que ha venido a ver el toro semental de la Granja Modelo y el árbol gordo de Estarrona. No se puede uno fiar de los hombres políticos.”

Una foto de nuestro apreciado Archivo Municipal nos muestra a unos visitantes de postín delante del afamado árbol, todos ellos trajeados. 

Visita turística / Archivo Municipal

"La tala sin compasión de nuestros bosques"

En marzo de 1902 el Heraldo Alavés publicó un artículo en el que se hacía referencia a las inundaciones registradas esos días por el desbordamiento de los ríos Tajo y Gualdalquivir, que alcanzaron siete metros de elevación sobre el nivel ordinario tras una sequía importante. El articulista reflexionó sobre las causas de estos desastres y llamó a remediar la situación haciendo un presagio respecto a nuestro protagonista el roble de Estarrona: ”La mayor parte de las regiones ven de continuo mermadas las cosechas por falta de agua que el cielo lo niega y de repente cuando no es necesaria, sale de los ríos y extiende su acción devastadora por valles y llanuras sin que baste ningún dique para contenerla.

¿Cuál es la causa de que esto suceda?, No se cansan de repetirlo las personas peritas en la materia; el hacha del leñador que tala sin compasión nuestros bosques desoyendo los avisos de la ciencia, que indica los peligros que forzosamente ha de llevar consigo la desaparición del arbolado.

A pesar de eso continúan cayendo uno tras otro los arboles de la sierras y las villas, las aldeas y los individuos no dan un paso atrás en esa marcha suicida que predice para lo venidero catástrofes sin cuento. Si el árbol que se hace desaparecer encontrara un sustituto, si se atendiera a la repoblación de los bosques, todo iría perfectamente: pero no es eso lo que ocurre; en nuestros montes solo funciona el hacha, nunca el zarcillo del plantador.

En vano se ha tratado de inculcar en el animo de la infancia el amor hacía el arbolado con la celebración de simpáticas fiestas, no se adelanta un paso en ese camino de hermosa propaganda. Hasta el famoso árbol gordo de Estarrona, ha estado a punto de desaparecer, siendo preciso, según referencias, que algunos vecinos de aquel pueblo se dedicasen a apagar el fuego que había invadido la joya de aquel monte. Terminamos estas líneas, recordando que si toda catástrofe es horrible, lo es aun mucho mas, cuando habiendo podido evitarse, nada se ha hecho por conseguirlo."

Frase premonitoria esta última que adivinó lo que finalmente sucedió con el árbol gordo de Estarrona.

Aquel bosque también era utilizado por los pastores de los pueblos de la comarca que apacentaban el ganado en las praderas del mismo. En junio de 1903, uno de esos pastores sufrió un percance del que dio cuenta Heraldo Alavés: “El sábado último, por la tarde, al pastor del pueblo de Guereña, que se hallaba apacentando los ganados que tiene a su cargo en el monte de Estarrona, se le ocurrió subir al “árbol gordo”, que en dicho monte existe, con objeto de coger un nido, teniendo la desgracia de caer, sufriendo tremendo golpe. En estado bastante grave fue encontrado por los pastores de Estarrona quienes lo trasladaron a su domicilio”. Finalmente, dada la gravedad, el pastor fue ingresado en el Hospital Civil de Santiago de Vitoria.

El roble de Estarrona / Archivo Municipal

El árbol en las publicaciones

Al roble en cuestión se le dedicaron artículos en prensa y revistas del país e, incluso, la Enciclopedia Universal Ilustrada Espasa en su edición de 1926 reproduce una fotografía del árbol en la página 1014, del volumen 51.

El ingeniero de montes vitoriano Eduardo Alarcón Marticorena, que ocupó entre otros puestos el de jefe del Servicio Forestal y Piscícola del Condado de Trebiño, fue premiado por la Diputación de Álava en el Certamen de Cultura de 1918 por un trabajo titulado “Cartilla Forestal” en la que analizaba diversos aspectos de los árboles y los bosques. En él aparece una foto del árbol, al que se dedica la siguiente frase: “Sería muy de desear que, imitando lo que sucede en el extranjero, se tomasen enérgicas medidas de protección para árboles que, como el Roble de Estarrona, deben de ser nuestro orgullo y constituir verdaderos monumentos alaveses.”

La Revista de Menorca publicó en sus páginas que el 14 de abril de 1929 se celebró en Mahón (Menorca) la Fiesta del Árbol y con tal motivo se plantó en el parque de “Bellavista” un acebuche, el árbol representativo de la ciudad y que era la especie que más abundaba en la isla. Con tal motivo, el alcalde Antoni Victory Taltavull, dirigió un discurso a los asistentes al acto en el que mencionó a nuestro roble: “Este respeto a los arboles y los simbolismos que se les atribuyen han dado origen a los arboles representativos de ciudades, comarcas, personajes o sucesos históricos. Así tenemos en España al árbol de Guernica, en Vizcaya, El roble de Estarrona en Álava, el avellano de Santa Teresa en Ávila, el pino de las tres ramas en Berga, el histórico dragón de Tenerife, el castaño del santo Hoyo del Bote, en Málaga, etc.”

Uno de esos artículos escritos sobre el árbol lo fue con cierto aire poético, y fue publicado en La Libertad en junio de 1920 firmado por “Basajauna” -el señor del bosque en castellano-, y también reproducido en la revista España Forestal bajo el título de “Un testigo de la Batalla de Vitoria”. El relato está enmarcado en la acción militar que tuvo lugar en nuestra tierra, dentro de la Guerra de la Independencia, del que reproducimos lo siguiente: “En la llanada alavesa, y no lejos del puente de Crispijana sobre el río Zadorra, se alza el “Roble de Estarrona”, famoso en la comarca. Rodeado de vetustos congéneres en el bosque de este pueblecito que atalaya el llano desde su poética colina, el roble, enorme entre los grandes, sorprende al paseante que en la intrincada selva aventura su exploración. Midiendo el talle del gigante se alcanzan los diez metros. Alguna vez su tronco sirvió de chimenea; pero, sin duda, la lumbre que algún aldeano prendiera en su interior para vencer al clima, sirvió de cauterio para sus heridas.

Llegada la primavera, su follaje lozano desafía epidemias que tanto estrago causan en sus compañeros; y dominando a todos su alta cabeza, parece que vela por aquella campiña donde hace poco mas de un siglo volaban los ejércitos buscando el camino de Francia.

 ¡Quién sabe si una de aquellas hamadriades (4) que el árbol envuelve, de hermosura imperecedera como la suya, escuchó oculta el secreto de algún fugitivo, que fue a morir al pie del corpulento roble, pidiendo amparo al cielo para el hogar lejano!.

¡Quién sabe! Al profanar las granadas con su zumbido el silencio del bosque, azorado el enjambre de silfos (5), desde las flores de la pradera volaría a esconderse entre las frondas.

iQuién sabe! Acaso algún gnomo trepó a las ramas enhiestas de la copa para atisbar travieso desde allí la última batalla de los heroicos ejércitos. Y acostumbrado a burlarse de las codicias y de las intriguillas y de las vanidades y amores mal nombrados,todas esas ruindades que quitan la tranquilidad al espíritu y que fraguan la guerra, el gnomo oyó estoico el rodar de los cañones, miró hacia el moribundo y mesando su barba luenga y blanca, sonrió.

Mas de pronto desvaneció la fantástica muchedumbre de mitos el Gran Justiciero, y envolvió el alma del soldado en un acorde jamás soñado de color y sonido, fundiéndola en raudales de su amor inmenso,

Y el roble gigantesco, extendiendo los poderosos brazos, señalaba a lo lejos aquel disperso equipaje del rey José.

Igual que ahora, sobre este oasis de paz, se alzaba majestuoso, como un símbolo de lo inmutable, proclamando "Excelsior”, en medio de la sangre generosa, que en vano intenta rescatar las miserias de los pobres humanos.”

El árbol caído

Ángel Eguileta Aranbarri fue un periodista vitoriano que se distinguió por su furibunda crítica, dirigida principalmente a todo aquello que en la sociedad alavesa no funcionaba correctamente, a los errores cometidos por las administraciones públicas o la mala gestión de los políticos en diversos asuntos, siendo también un enorme defensor de las costumbres y tradiciones y crítico con el poco aprecio que se tenía a ciertos iconos del territorio.

Ángel Eguileta / E. Guinea / Archivo Municipal de Vitoria-Gasteiz

El 17 de septiembre de 1921 Ángel tuvo noticia de la caída del árbol de Estarrona. Acababa de celebrarse en nuestra ciudad el certamen dela “Semana Agro-Pecuaria” y Ángel escribió muy enfadado un artículo en el diario local La Libertad, firmado con el seudónimo de “Un aldeano”, que merece la pena reproducir íntegramente:

Tenía Álava, como una de sus joyas mas preciadas de la riqueza forestal, el árbol de Estarrona; testigo de la batalla de Vitoria; cantado por los poetas; ensalzado por los promister (8); admirado por los forasteros; reproducido por innumerables revistas ilustradas de España y del extranjero. Pues ya no existe. No he visto yo sus ruinas, pero un caballero entusiasta de nuestro pueblo y de nuestras cosas, y de asenso (1), me ha dado esta tarde la desdichada noticia.Llevó ayer a varios forasteros para que admiraran el árbol sin par, el gigante de nuestros campos, y lo vio, casi con lagrimas en los ojos, incendiado y derribado.

El famosísimo árbol de Estarrona, resistía a su ancianidad; a las inclemencias del tiempo; a las maldades de los hombres-bestias que lo quemaban inmisericordiosos. Cuanto mayor era el ya el enorme hueco que en su recio tronco producían los fuegos, mas savia, mas lozanía, mas vigor adquiría el coloso; su copa se ensanchaba y seguía arrogante, gallardo, magnifico, viendo transcurrir siglos y siglos.

Si es cierto lo que me han denunciado – y ni por un momento lo dudo – debían de intervenir las autoridades, asesoradas por los hombres de ciencia, y ver si existen responsabilidades, a quien pueden cargarse, y sentar bien la mano, a quien quiera que sea.”

La Diputación alavesa era la competente para autorizar a las corporaciones locales la tala de arbolado, y era también quien sancionaba a quienes realizaban los cortes sin permiso. Julián Echenique Albero ostentaba entonces el cargo de director del Servicio de Montes de la Diputación, puesto para el que fue nombrado el 13 de diciembre de 1917 en sesión ordinaria por la corporación alavesa.

Programada dentro de la “Semana Agro-Pecuaria” se celebró una conferencia en uno de los salones del ayuntamiento vitoriano, el 29 de septiembre de 1921, -pocos días después del derribo del árbol-, siendo impartida por el ingeniero citado. El ponente disertó sobre la ganadería y los montes, exponiendo la decadencia que se registraba en Álava en la atención dedicada a ambos sectores, refiriéndose al árbol de Estarrona como “una de las últimas victimas del odio irreflexivo contra el arbolado." 

Son numerosos los expedientes existentes entonces en que las entidades locales alavesas solicitaban a la Diputación la tala de arbolado, pero no hemos encontrado ninguno referido en ese sentido al roble de Estarrona.

El biólogo Jonathan Rubines García nos pone sobre la pista de lo ocurrido. Ha analizado los datos y fotos de que se dispone y afirma, con toda seguridad, que el roble se derrumbó. Considera que al estar afectada la base del árbol por oquedades producidas por el paso del tiempo y la intervención humana, el árbol no pudo soportar su propio peso.

Nos indica que nos fijemos en un detalle en la foto que publicamos a continuación. En ella aparece el árbol una vez caído y puede observarse que el tajo que presenta la base lo es de forma sinuosa con la forma de un corte natural producido por rotura, y no una superficie plana, que correspondería a una tala realizada con tronzadora u otro utensilio similar.

Frailes retratados y detalle del corte / Archivo Municipal

Rubines nos da un dato más que corrobora su afirmación al mostrarnos lo publicado en la Revista de Montes en 1913 sobre el estado en que se encontraba el roble: Esta hueco y los aldeanos lo han convertido alguna vez en horno, cauterizándole quizás de este modo alguna herida y es un Quermes pedunculata, Ehrh, cuya circunferencia normal mide 10 metros. Aunque muy viejo ya y atacado, como todos los robles de aquella comarca, por la enfermedad llamada “blanco del roble”, su aspecto es relativamente bueno.”

Eguileta vuelve a la carga

Ángel Eguileta seguía dolido, y volvió a dedicar un nuevo artículo al asunto el 8 de octubre de 1921 en el que señalaba que el estropicio podía haberse evitado si se hubieran tomado las medidas oportunas:La ignorancia de unos zafios -de varias generaciones zafios- y la dejadez de nuestras cachazudas autoridades nos dejaron sin el “árbol de Estarrona”, como llamábamos en Vitoria, en Álava y en España entera, al coloso milenario orgullo nuestro y triunfo de la Naturaleza.

Lo ocurrido no puede achacarse a maldad, porque el rústico alavés no es malo, sino a torpezas, a burradas.

La tremenda base del árbol de Estarrona, que medía, a la altura de la cabeza de un hombre, once metros de diámetro (2), servía de cobijo a pastores, zagalejos, cazadores y excursionistas. A su amparo, semejante al de un muro, se resguardaban de los vientos y hacían lumbre, pero no aislados del tronco, sino junto a el, y, así años y lustros, la madera fue carcomiéndose, el hueco producido por los incendios era cada vez mayor y, últimamente, hasta podían acomodarse personas dentro del tronco para resguardarse de las inclemencias atmosféricas.

¿Pudo evitarse esto? ¿Pudo impedirse que sucediera lo que desgraciadamente ha ocurrido?.

Si, y lo afirmo porque estoy documentado. El árbol de Estarrona lo han tumbado la famosa pasividad de las Diputaciones alavesas. Veíase venir lo que lamentamos, tanto, que un vitoriano dignísimo artista de todo mérito y enamorado fanático de nuestras cosas, rogó hace años a un presidente de la Diputación que resguardara con una verja de hierro el árbol pluscuamperfecto que debíamos haber mimado como una reliquia, como una imagen bendita, como a un santuario.

Prometió complacerle el Presidente. Accediendo entonces al ruego, del que tanta autoridad tenía para formularlo, el árbol santo seguiría en pié.

Citaré nombres, si se quiere que los cite, como hablo del hecho para que se vea que no debía haber muerto el maravilloso ejemplar, cuando menos sin luchar por el los alaveses hasta conseguir su salvación. ¡Ah, si yo lo hubiera sabido!.

De haber tenido conocimiento de estas cosas y antecedentes, hubiera abierto una suscripción para costear una verja, que no nos hubiera arruinado, y el viejo e histórico gigante no hubiera caído ridículamente por el abandono en que se le tuvo.

No lejos de el hay otros, sino de dimensiones únicas, si dignos de que no mueran como el roble anciano. Recuerdo uno de seis metros de diámetro (6), también soberbio, y para que no suceda lo que con el incendiado, la Diputación debía ver el modo de protegerlo y resguardarlo con una verja, y brindo el asunto, por si lo cree digno de proponérselo a sus superiores, el ingeniero de montes, excelente amigo mio, Julián Echenique, que por su gran cultura y amor al cargo y al pueblo, puede hacer mucho en pro de esos gallardos pregoneros de la riqueza forestal alavesa, nacional y mundial.

No hay derecho a que vuelva a repetirse lo que a los amantes de nuestras joyas nos tiene con los nervios en tensión y los puños crispados de rabia.

¡El árbol de Estarrona valía mucho mas que todos los cafres (3) de tierra alavesa.!

La mesa

En abril de 1929, casi ocho años después de la caída del coloso, la Diputación decidió construir una mesa, cuyo tablero fue un corte transversal del árbol de Estarrona, la cual se destinaría a exhibir en la Exposición Ibero-Americana a celebrar en Sevilla, en 1929 y 1930. Sobre ella se plasmarían las “efemérides mas notables de este árbol con relación a la vida del país.”

El 25 de abril de aquel año una comitiva se trasladó al bosque de Estarrona para presenciar los trabajos que se estaban realizando al fin apuntado. Encabezaba la expedición el Diputado General (entre 1927 y 1930), Pedro Ortiz y López de Alda, a quien acompañaban los diputados forales Gregorio Arabiotorre, Eustaquio Navarrete y Goikolea, el arquitecto Apraiz, el ingeniero director de montes Julián Echenique, y Emilio Buesa

Llegados al descampado donde se encontraba el árbol se observó que se conservaba únicamente el tronco, que yacía tendido en tierra descortezado y desmochado, junto al lugar donde estuvo erguido. Las ramas habían sido retiradas en su día para su consumo como leña, con las que se hicieron lotes para once vecinos del pueblo, de cuatro carros cada lote. Los expertos de entonces calculaban que el roble tenía 450 años de edad. 

Los expedicionarios contemplaron las labores de corte con una tronzadera de más de seis metros de longitud que un grupo de obreros estaba llevando a cabo para separar dos secciones transversales del imponente tronco, una de las cuales había de ser empleada para construir la mesa citada.

El diámetro del tronco en el trozo a seccionar, era de dos metros y sesenta centímetros en la parte mas pequeña y de tres metros en la parte más gruesa, pesando cada sección más de dos toneladas. Se dijo entonces que en derredor de la mesa proyectada podrían sentarse 24 personas.

Se hizo público que había intención de que la parte del árbol que quedaba en el monte fuera impregnada de “creosota” -producto apropiado para proteger la madera y preservar la putrefacción- con objeto de impermeabilizarla. Por su parte, se proyectaba colocar el tronco sobre unos caballetes en el lugar donde estuvo emplazado el roble, para testimonio y recuerdo del imponente ejemplar de la floresta alavesa.

No he logrado encontrar referencias posteriores que confirmen si esto último se llevó a efecto.

El fotógrafo vitoriano Eugenio Mora García, que tenía su estudio en la calle Pintorería, realizó con su cámara unas fotografías ese día inmortalizando la visita. Por ella cobró 42,50 pesetas. En la que aquí reproducimos aparecen las autoridades presentes y obreros y vecinos de la zona. También algunos hombres a caballo de la mole, entre estos un miñón o guarda de montes, con el uniforme reglamentario. 

Nos hemos permitido dar color a la imagen para ver la tonalidad de la indumentaria que vestían los retratados. Comparando esta foto con otras que existen del entonces Diputado General, hemos deducido que el citado es el que aparece con sombrero y con una makila en su mano derecha.

Para el transporte de la “roncha”, destinada a la elaboración de la mesa, se utilizó un camión y fueron necesarias unas gruesas cadenas para elevarla desde el suelo hasta la cama del vehículo.

El enorme bloque de madera fue transportado provisionalmente al vivero provincial de Eskalmendi. Al llegar a este se comprobó que no cabía por la amplia puerta de acceso, así que se decidió desmontar una parte de la valla que cerraba el vivero para poder acceder por allí el camión. Pero como ya era tarde, el auto y el tronco quedaron en la carretera toda la noche. Se entendía que no había peligro en ello, ya que nadie sería capaz de robar semejante artefacto.

Fundición del Prado

Félix López de Arroyabe Ayala levantó un pabellón en el entonces número 20 de la calle Portal de Castilla, tras serle concedida la oportuna licencia municipal en septiembre de 1863, para instalar una fábrica para fundir metales a la que se conoció como “Fundición del Prado”. Otro industrial vitoriano, Fernando Cortazar Quincoces, tuvo en la calle Florida número 60 su taller de función. Allí estuvo hasta 1904, fecha en que trasladó su industria a las instalaciones de la Fundición del Prado mencionada.

Aquí se fabricaron dos piezas de fundición de hierro para la mesa de Estarrona, destinadas al soporte del corte de madera y las patas, por las que Fernando cobró 665,45 pesetas en enero de 1930 .

En 1939, la viuda de Cortazar, Elvira Martínez García, obtuvo licencia municipal para construir nuevos pabellones, al haberse derrumbado los existentes a causa de una gran nevada acaecida en diciembre de 1938. Finalmente, la fábrica de Aranzabal se haría con la titularidad de la Fundición del Prado, integrando el taller en sus instalaciones lindantes.

La mesa redonda, como se ha dicho, fue expuesta en la Exposición de Sevilla. Se expuso dentro de uno de los dos pabellones levantados por las Diputaciones Vascas. En la cuenta de gastos de aquella exposición figura que la empresa de transportes La Vasco-Navarra fue una de las encargadas por la Diputación para transportar a Sevilla diversos objetos, entre los que se encontraba el envío y colocación de la mesa citada, por lo que se pagó 398 pesetas.

Eusko Ikaskuntza

El acta de la sesión de la junta permanente de Eusko Ikaskuntza, celebrada el 1 de julio de 1928, recogió la petición del miembro de la misma, el arqueólogo Enrique Eguren Bengoa, en el sentido de “que se conservase en el Museo de la Delegación Alavesa una sección del árbol gordo de Estarrona, hoy derribado propiedad de la Diputación de Álava. El Sr, Olabarria, como representante de esta corporación, se ofreció a gestionar de la misma, fuese obtenido dicho corte, y enviado al referido museo de la sociedad.”

En julio de 1928 Eusko Ikaskuntza solicitó formalmente a Diputación se le facilitara el mencionado corte del roble secular “con el fin de que se conserve algún recuerdo del árbol tan memorable, recuerdo que conservaría la Sociedad de Estudios Vascos con el mayor interés, y que podría consistir en un corte del citado árbol por la sección de mayor diámetro, en el cual, debidamente preparado, podría grabarse una inscripción con las características y demás datos que podrían perpetuar el recuerdo de tan magnifico árbol.”

La Diputación se dirigió a la Junta Administrativa de Estarrona, propietaria del roble, solicitando dos o tres cortes transversales, uno de ellos destinado a Eusko Ikaskuntza.

En septiembre de 1928, el concejo contestó que estaba conforme con lo solicitado, añadiendo que se hiciera otro corte transversal “para el pueblo de Estarrona, como recuerdo de tan notable ejemplar, y colocarlo al lado de la iglesia de la localidad”.

Autorización por el concejo de los cortes / Archivo de Álava

Pasados cinco años, en septiembre de 1933, Enrique Eguren impartió una conferencia en la Escuela de Artes y Oficios de Vitoria, sede de la delegación en Álava de la institución, dentro del programa de los cursos de verano. La charla estuvo dedicada a las colecciones de material prehistórico y de ciencias naturales que poseía la delegación alavesa, en la que dio a conocer que el corte del árbol de Estarrona destinado a la sociedad, “se hallaba un poco abandonado por la Diputación, que lo guardaba en la parte trasera del edificio”, añadiendo que se deseaba que el mencionado tablero, pasara a ser guardado por Eusko Ikaskuntza, a fin de integrarlo en la colección.

En septiembre de 1934 el corte del árbol seguía a la intemperie y el Pensamiento Alavés publicó un articulo en el que se detallaba la situación en que se encontraba: “Es una vergüenza que el árbol de Estarrona, (una inmensa rodaja de él), verdadera maravilla de la naturaleza, haya estado tanto tiempo, en nuestra ciudad, sobre un barrizal, a las puertas mismas de un palacio y casa del arte como la Escuela de Artes y Oficios, cual demandando una limosna de pulimentación y de arte que nunca se la acaban de dar. 

Lo que la natura creó con un trabajo de cuatro siglos y medio, nosotros hemos tenido abandonado en medio de un laguna, que es en invierno la plaza de la Escuela de Artes y Oficios, ciscándolo los chiquillos “omni contumelía” como las ranas el madero de Júpiter. 

Vemos que estos días se empieza a tomar en consideración el inmenso “aerolito” de Estarrona y, en la plaza mencionada, vemos que se trabaja ya con el. Hasta ahora, abandonado como estaba, era el símbolo mejor de nuestra apatía forestal y desamor al árbol. Entre los usos a que se trata de dedicar a la descomunal reliquia del famoso árbol, ninguno nos pareció mejor que un mapa de Álava grabado sobre el y expuesto en público paseo, como lección perpetua, publica y gratuita de nuestra geografía chiquita: ignorada geografía alavesa”

El bosque de Estarrona / Archivo de Álava

En enero de 1935 Ángel Eguileta, en este caso bajo el seudónimo de “Un pobre diablo”, publicó un nuevo articulo en el Pensamiento Alavés, dedicado a Vidal Sanz (7), un amigo suyo amante como él de la naturaleza, en el que mostraba su decepción por el estado del corte destinado a Eusko Ikaskuntza, que ya se encontraba deteriorado: “Casi me pongo triste añorando el soberbio árbol, y el rubor (ahora sin casi) me azota el rostro cuando recuerdo como se dejó morir descomunal ejemplar lánguidamente, -no se si por abandono-, cuando por sus gigantescas proporciones, debían haberse realizado para salvarlo todas las tentativas imaginables de aislamiento, protección, apuntalamiento, cuando en fin, sea conocido en favor de la riqueza forestal que corra peligro de desaparición o de destrucción.

Traigo estos recuerdos, que a algunos les parecerán un bocinado a destiempo, por la siguiente coincidencia curiosa de la que por casualidad me informan.

El tronco está en el taller de ebanistería de la “Universidad del Obrero” -nombre popular como se conocía a la Escuela de Artes y Oficios-, haciendo ¡el pobre! estorbo, pues podrido por completo no sirve absolutamente para nada.

¡Muérete y verás!”

Este parece fue el final, de la “roncha” del gigantesco “salchichón de madera” destinada a Eusko Ikaskuntza.

En octubre de 1937, con motivo de la celebración de la “Fiesta del Árbol”, celebrada en Vitoria, Eguileta publicó un artículo, quejándose de la tala de arboles efectuada entonces en la ciudad, dedicando unos párrafos al memorable árbol, recordando “la desaparición del histórico y único árbol de Estarrona que debió ser apuntalado, sujetado encadenado, oprimido, con verjas, con muros, con lo que se hubiera mantenido enhiesto, sea como fuere, ¡lo que voy bregando acerca de esto!.”

Habían pasado muchos años y aun seguía dolido.

Agur basoa

En abril de 1930 la Diputación, a instancias del diputado Sr. Ámarica, acordó la adquisición para su conservación de otro ejemplar de roble del mismo bosque, concretamente el que le seguía en dimensiones volumétricas al desaparecido árbol gordo.

Esta medida tomada, transcurrido el tiempo no sirvió para nada, ya que a principios de los años setenta del pasado siglo, con autorización de la Diputación, el bosque de Estarrona fue talado a matarrasa, con el objeto de destinar el terreno a su explotación agrícola, siendo parcelado por la Junta Administrativa, y repartido en alquiler entre los labradores de la localidad. Este fue el final de tan magnifico bosque.

El monte Estarrona 1957 y 1977 / IGN

Estas roturaciones fueron habituales en aquella época, siendo numerosos los montes que desaparecieron en la geografía alavesa, por esa causa. Se consideraba entonces prioritario, que las explotaciones agrícolas fueran mas rentables, para lo cual debía de dotárselas de mas superficie cultivable.

(1) Persona de crédito

(2) En realidad eran nueve y de circunferencia, no de diámetro.

(3) Cafre según la RAE significa: bárbaro y cruel o zafio y rústico.

(4) Ninfa de los bosques que nacía con un árbol y moría con él

(5) Ser fantástico de las mitologías celta y germánica, que habita en el aire.

(6) En realidad es la medida de la circunferencia, no del diámetro como figura.

(7) Padre de Vidal Sanz Ugarte, director que fue de la Caja Municipal y abuelo de José Luis Sanz Irazu, quien fuera jefe del parque móvil de la Diputación.

(8) Señor profesional.

El autor agradece las facilidades dadas a: Jonathan Rubines García, Archivo de Álava, Archivo Municipal de Vitoria-Gasteiz y Fundación Sancho El Sabio

Publicaciones consultadas: España Forestal, El Pensamiento Alavés, La Libertad, Heraldo Alavés, Gedeón, El Alavés, Diario Mercantil de Zamora, La Época de Madrid, Revista de Menorca, Vida Vasca, Revista de Montes e I:G.N.

 

 
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