"Hemos tenido mucha suerte con que aparezcan dos sarcófagos"
La investigadora Ana Niveau de Villedary y Mariñas detalla algunos descubrimientos sobre los dos ya encontrados
Entrevista a Ana Niveau de Villardy y Mariñas
17:35
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Cádiz
En 1887 apareció el primer sarcófago fenicio hallado en Cádiz. Su exterior representaba una figura masculina. Hubo que esperar casi 100 años, hasta 1980, para que apareciera el segundo. Se le conoció como la Dama de Cádiz por su aspecto de mujer. Y, desde que se conoce su existencia, no se han dejado de estudiar. Lo sabe bien Ana Niveau de Villedary y Mariñas, que ha investigado ambos sarcófagos. Ella firmó junto a Natalia López, Pablo Sicre y Milagros Macías un artículo en la revista científica Zephyrus, que ha dado más luz sobre lo encontrado dentro del sarcófago masculino.
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Pregunta. ¿Qué novedad aporta la investigación aparecida en ese artículo?
Respuesta. Son las cosas que suceden muchas veces en las investigaciones. Nosotros estuvimos investigando los huesos encontrados en el sarcófago femenino, cuyos resultados están en prensa. Esto nos llevó a interesarnos por el individuo enterrado en el otro sarcófago que se conserva a Cádiz, que es el que tiene la figura masculina en su tapa. El problema que presentaba el sarcófago masculino, frente al femenino, es que se trata de un hallazgo muy antiguo, de finales del siglo XIX, y que, según toda la documentación científica y las noticias que teníamos, era muy sospechado que los huesos que se conservaban en el museo no correspondían al individuo que originalmente fue enterrado dentro del sarcófago. Este fue el primer tema que tuvimos que aclarar antes de estudiar estos restos: si los restos que disponíamos en el Museo eran o no los auténticos. Esto se ha hecho mediante una revisión documental. Y hemos llegado a la conclusión, viendo fotografías, revisando documentación, estudios antropológicos de los primeros investigadores…que, a principios del siglo XX, los huesos aparecidos dentro del sarcófago se habían deteriorado mucho y, para exponerlos junto al sarcófago, se cambiaron. Se pusieron otros. Si los huesos que tenemos hoy en el Museo no son los originales, ¿cómo podemos intentar averiguar el sexo de la persona que se enterró en el sarcófago?
P. ¿Y cómo se respondió a esa pregunta?
R. Esto lo pudimos hacer a través de la investigación disponible, sobre todo, de la única fotografía que se conserva del momento de la apertura del sarcófago. Hay que recordar que apareció en 1887. En un momento en el que, además, la fotografía no era lo común que puede ser hoy en día. Estudiando esa fotografía y el primer estudio antropológico que data de 1890, al compararlo, no correspondía con los huesos que hay en el Museo. Sin embargo, los huesos que tenemos ahora sí se corresponden con los estudios antropológicos que se hicieron a partir de 1920 aproximadamente. La conclusión que sacamos es que, entre 1908 o 1912, se sustituyeron definitivamente los huesos. Así que, para saber algo de quien se enterró originalmente en el sarcófago, teníamos que recurrir a la fotografía y al estudio antropológico previo. Esta información solo era esa foto y el primer estudio que hizo el investigador Sánchez Navarro, pero que publicó, desgraciadamente, en una revista portuguesa. Y digo desgraciadamente porque al publicarlo en una revista de difícil acceso los posteriores antropólogos que estudiaron los restos óseos no pudieron disponer de este primer trabajo y no se dieron cuenta de que las medidas que ellos tenían no se correspondían con los huesos originales, de los que dio cuenta Sánchez Navarro. Con mediciones sobre la fotografía, sí coinciden los huesos que midió Sánchez Navarro. Y, sin embargo, no se corresponden con los estudios posteriores.
P. Y, al analizar esa foto y ese estudio antropológico de Sánchez Navarro, ¿qué conclusiones sacaron?
R. La novedad es que hemos conseguido investigar aplicando metodología contemporánea para el reconocimiento del sexo con características antropológicas como la altura y la edad. Hay muchas medidas que Sánchez Navarro no tomó, pero otras sí, y esas las hemos aplicado para el reconocimiento del sexo con técnicas actuales. Y el resultado es que, con muchas posibilidades, aunque no podemos decirlo al cien por cien porque no tenemos los huesos originales, es que el individuo inhumado en el sarcófago aparecido en 1887 fue una mujer. Y no un hombre, como todos presuponíamos.
P. Así se cierra una historia chocante en el sentido que sus investigaciones han terminado concluyendo que en el sarcófago masculino había una mujer, y en el femenino, un hombre. Lo difícil, al no existir los huesos originales en el caso del sarcófago masculino, es saber quién podía ser esa mujer. ¿A quién se solía enterrar en ellos? ¿Cree que esos huesos aparecidos en 1887 son los que se enterraron en el sarcófago o, hasta su aparición, pudo haber una reutilización?
R. Bueno, es difícil contestar a esta pregunta. Mi opinión particular es que los huesos que se hallaron tanto en el sarcófago femenino como en el masculino son los originales que se enterraron puesto que las tumbas estaban intactas. Y se corresponden a las tipologías de tumbas más frecuentes que se corresponden a esos siglos, quinto y cuarto antes de Cristo. Debemos partir de la base que los individuos que aparecen son los originales en esos momentos. Que pudieran haberse enterrado y luego utilizado por un familiar cercano, pues entra dentro de las posibilidades, pero en un lapso bastante corto desde la inhumación primitiva. Responder a la pregunta de por qué se entierra a un hombre en un sarcófago con forma de mujer, o al revés, pues tenemos que profundizar en el estudio de esta cuestión. A priori, son enterramientos que no son frecuentes en esta parte del Mediterráneo. Son típicos del Mediterráneo oriental, de Sidón y su entorno más cercano. Han aparecido poco más de cien, que conozcamos. De esos aproximadamente 130 solo cinco han aparecido en Occidente. Dos en Sicilia, uno en Malta y los otros dos en Cádiz. Hemos de deducir que no es un elemento que llegue con frecuencia a esta zona y, además, por el bajo número de los hallados, también sabemos que en su origen se utilizaban para las familias reales y a su círculo más íntimo.
P. ¿Y por qué llegaron a Cádiz?
R. Seguramente más como dones o como regalos. Más que como objetos con los que se comercia. Ya no porque tuvieran un coste muy elevado. Hemos de entender que el valor económico que nosotros le damos a las cosas en la actualidad, no es el que se le da en la actualidad. Tendría un valor simbólico o social. Seguramente sí habría en Cádiz gente con suficiente capacidad económica para hacerse con uno de estos sarcófagos. El problema es que estos sarcófagos no estarían a la venta. No es tan sencillo como decir yo tengo capacidad económica para encargar desde Cádiz un sarcófago para enterrarme en él. Podían tener dinero, pero no eran objetos a la venta. Era un objeto de las clases altas de Oriente. Así que, seguramente, yo creo que la opción más plausible es que llegaran como regalo o don y que, entonces, no tuviera tanta importancia cuál es la figura que se representa en su tapa, sino el propio hecho de disponer de un sarcófago de este tipo para enterrarse. Pero es algo sobre lo que hay que seguir profundizando para descartar otras opciones.
P. ¿Qué posibilidades reales hay de que aparezca un nuevo sarcófago en Cádiz?
R. Bueno, esto es historia ficción. Hombre, puede ser. Yo creo que bastante suerte tenemos con haber encontrado dos. Esto no significa que no haya más. Pero de 130 sarcófagos que se han descubierto en todo el Mediterráneo que haya dos en Cádiz ya es una muy buena proporción. No me atrevería yo a decir que no haya más. La ilusión de un nuevo hallazgo la tenemos todos, sobre todo, los arqueólogos gaditanos. Pero, desde luego, no es nuestro objetivo. No lo ha sido nunca. Imagino la sorpresa, la ilusión y el ser consciente de algo histórico. Sería algo importante para los arqueólogos que lo descubrieran y para los gaditanos porque hemos convertido los sarcófagos en una seña de identidad.
P. ¿Queda mucho por saber de los dos sarcófagos ya aparecidos?
R. No tanto. Porque estilísticamente se han estudiado muy bien. Desde el primero, se han incorporado muchos estudios y poco más se puede decir. Sí hay un estudio reciente, pero que no ha tenido mucha difusión fuera del círculo académico, por parte de profesores de la Universidad de Zaragoza y de Barcelona sobre el mármol. Estudiaron con métodos no invasivos. Lo que se ha demostrado es que eran de un mármol compatible con el de la isla de Paros, en el Egeo. Así que se ha descartado que pudieran ser mármoles locales o cercanos, como el de Macael. Esto ha corroborado lo que se pensaba sobre el origen de los sarcófagos. Se trata de piezas orientales, fabricadas en la propia Fenicia y que vinieron hasta aquí. No eran obras locales, como alguna vez se ha sugerido.
Pedro Espinosa
En Radio Cádiz desde 2001. Director de contenidos de la veterana emisora gaditana. Autor del podcast...