Crónica del regreso a la discoteca
"De lo que pase esta noche en Pelícano dependemos todos", reconocía un hostelero de A Coruña antes de la prueba piloto
A Coruña
Cuando se abren las puertas, hay aplausos, abrazos e incluso lágrimas de emoción. Algunos llevan esperando más de media hora. Esperando, entiéndase, para acceder a una tarde-noche de música y baile. La espera real ha sido más prolongada, desde febrero de 2020. El entroido coruñés fue para muchos la última fiesta "propiamente dicha, con normalidad".
La Pelícano abrió anoche sus puertas tras casi un año de cierre obligado por la pandemia. Mil personas habían adquirido la entrada para una prueba piloto que desde el sector se observa como un todo o nada. "De lo que pase esta noche en Pelícano dependemos todos", reconoce un hostelero de la Galera tras fijarse en el pase de prensa que me han colocado en la muñeca unas horas. "Hoy es un día especial y tenemos que hacerlo bien", resume el portavoz de la plataforma Galicia de Noite y gerente de la sala Pelícano. Luis Diz va de un lado para otro, pinganillo en la oreja, comprobando que, efectivamente, está todo en orden. "El ocio nocturno es seguro y los jóvenes son responsables. Eso es lo que queremos demostrar esta noche".
En un tiempo en que la juventud se mide en tramos de edad para la vacunación, a Pelícano de A Coruña quieren acceder los últimos que la van a recibir. La edad media es evidente a simple vista, la gran mayoría de los allí presentes no llega a los 20 años; muchos han hecho esta misma semana la selectividad. Todos con el mismo sentir: "Esto es una pasada", "una fantasía", "no me creo estar aquí de nuevo". Y es que había muchas ganas.
Media hora antes de la apertura de las puertas ya se ha formado una importante fila de jóvenes en los tres accesos que se habilitaron para gestionar los pases. El personal de la discoteca pide repetidamente "mantener las distancias" al tiempo que revisan el negativo en covid en el móvil, la entrada, DNI y tarjeta sanitaria de todos los que quieren acceder. "Con paciencia, pero la verdad es que está yendo todo bien". A todos los que entran se les recuerda que la mascarilla "sólo se puede bajar, no quitar, para consumir". Una hora después de la apertura, todavía hay gente esperando para acceder.
Dentro, un protocolo se repite con precisión casi quirúrgica: grito de emoción, aplauso y foto en la pista de baile. Después, parada en la barra para recoger la consumición que incluye la entrada. Algunos reservados empiezan a ocuparse, sobre las mesas ya hay cubos de refrescos bañados en hielo. La emoción está, no obstante, en los pasillos y en la pista. En los altavoces suena la Tusa, acaso un homenaje del DJ a la vieja normalidad; este hit reguetonero escalaba en los números uno antes de todo eso que ya saben que vino después. "Volver a salir es como tener la nueva normalidad, pero de verdad", celebran un grupo de chicas que bailan frente al escenario. "Con cabeza", sentencia un joven tras pedir su copa en la primera planta de la discoteca, en donde muchos observan la fiesta desde las alturas, como no creyéndose estar allí de nuevo.