La firma de Juanjo Gutiérrez: "¿Políticos o alcaldes de pueblo?"
El ya ex alcalde de Castrillo de la Vega, Juan José Gutiérrez, comparte con los oyentes de la SER su reflexión en una época política convulsa
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Juan José Gutiérrez / Cadena SER
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Aranda de Duero
“No todo el monte es orégano”. Teniendo presente tan buena filosofía, nos hacemos prudentes al acercarnos a la realidad. También nos libramos de dejársela toda a quienes nos la comprarían gustosamente entera para hacer de su capa un sayo. Con todo, soy de la opinión que no se debe ceder a la impresión fácil de que se puede cortar a todos nuestros políticos por el mismo rasero. Ha habido veces que, ante algunos de los escándalos políticos recientes, han reivindicado la validez de la función pública y la moralidad con que la ejercitan la mayoría de nuestros representantes. Y me sumo a ellos con toda firmeza desde aquí. Sí; hay orégano en el monte, gracias a Dios y a pesar de todo. Y esta planta, cuando uno se topa con ella, produce un aroma fuerte y agradable que no se deja pasar desapercibido.
Una vez más, como le corresponde a la dinámica de una democracia, estamos en tiempos de elecciones. Los partidos son eso que dice su nombre y, por lo mismo, reclamarán la atención de todos partidariamente. Lo cual no quiere decir que sean inveraces; sino tan sólo parcialmente interesados. Es legítimo, pero a algunos no nos parece la mejor manera de llevar equilibradamente a la nación a que se resuelva en una decisión meditada.
Tantas promesas de una parte y tantos fallos achacados desaforadamente a los contrarios se convierten en la estrategia inevitable de cuantos quieren apelar por un corto espacio de tiempo a todos nuestros sentimientos, mucho más que a nuestros razonamientos. Todos lo van a hacer mejor que los que están; y como uno no quiere pensar mal del todo, puede concederles el hecho de que tienen un auténtico deseo de ello. Pero la realidad … sabemos que será definitivamente otra cosa.
Y es aquí donde me quiero situar. Porque, en definitivo, el ciudadano tiene que irse fiando ya mucho más en las personas que en los nombres.
Las personas son o no lo éticamente valiosas a la hora de ocupar un puesto de responsabilidad. La sigla en la que sirven desde su militancia al pueblo no debe prestarles tanto, cuanto ellos mismos a sí mismos. Y es responsabilidad de la prensa el dárnoslo a conocer.
Si en este momento de la situación política de nuestros país creo merecer la pena que el nombre de cualquier alcalde salte a la actualidad publica, es porque el proyecto llevado a cabo como alcalde, al frente de una corporación municipal en un entorno rural, puede alentar a otros muchos a hacer algo parecido en áreas similares. Da lo mismo que se llamen Andalucía, que Castilla, Extremadura o Aragón.
Son éstas todas Autonomías de la Nación en las que sus pueblos más pequeños están acostumbrados a no recibir en la práctica ninguna aportación del Estado que potencie su entorno. Unas veces porque las Administraciones Provinciales no disponen de recursos suficiente y las más porque no hay a su frente el tipo de persona que aporta los proyectos de interés para recabarlos.
La consecuencia es que la vida de estos núcleos se torna cada vez mas desmotivadora para sus pobladores. Los niños crecen bajo la perspectiva de que lo mejor se encuentra en otra parte y la emigración hacia centros más cercanos o alejados en busca de algo que les redima de tanta energía miserable aparece como la única salida forzosa.
Asistimos hoy a un momento en el que la crisis generalizada de la producción industrial no permite seguir atentando una corriente migratoria creciente como la alternativa mejor. La fábrica y sus derivados han podido aglutinar durante algunas décadas a una población ambigua, cuyo punto común era poder vivir de un sueldo y algunas otras dependencias. Pueblos enteros de nuestras Comunidades más deprimidas sucumbieron a este desaliento y dejaron su lar convertido en eriales descuidados.
Una administración impotente o incapaz alienta esta miseria. Y a parte de todo lo que ha supuesto de desarraigo, una visión nacional no adecuada a lo que ya iban perfilando las nuevas inquietudes de los tiempos ha mermado de raíz la capacidad de confrontación y esencia de todas estas gentes. Ya no se puede seguir así. Es necesario que las nuevas autoridades locales (Ayuntamientos, Diputaciones, Autonomías) se incorporen a toda prisa a este revisionismo ideológico reciente que impone a nuestro tiempo una concepción más dinámica e interesada del complejo concepto que llamamos “Nación” y que ha sido quitándole muchas connotaciones de territorio y de cultura a la palabra “Estado”. Y, como lo demuestra la experiencia reciente, la Europa de las Naciones tampoco permite descuidarse. Las “Regiones” están llamadas a tomar un protagonismo muchísimo mayor. Y la solidaridad no debe ser un pretexto que nos lleve a la confusión en materias clave.
Cuando un alcalde de pueblo llega a la Corporación Municipal en las listas democráticas de cualquier formación política se propone como objetivo prioritario hacer que su ejercicio administrativo sea dinamizar la unión entre vecinos del pueblo en vez de confrontación, superando los partidismos de ideario, lo crucial para el lograr conectar con el vecindario desde la practicidad. Para ello debe centrarse en cuatro objetivos: la remodelación para la mejora del pueblo, la revalorización de los ancianos como colectivo al que tener presente, la potenciación cultural a partir de grupos de juveniles de acción, y la atención y escucha de nuestros niños y sus padres y formadores.