'El espectáculo bufo y grotesco de la política murciana', por Pepe Belmonte
Escucha el 'micromentario' del catedrático de Literatura de la UMU para el programa Hoy por hoy Murcia
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Pepe Belmonte, catedrático de Literatura de la Universidad de Murcia (UMU) / Cadena SER
![Pepe Belmonte, catedrático de Literatura de la Universidad de Murcia (UMU)](https://cadenaser.com/resizer/v2/DCO26REP75KUVHXQ2X4VYVLQEQ.jpg?auth=0070a0f38e4dbb434486dbfcbde49540a7045bf49f51bf8a7e406921c2b67db2)
Murcia
Por uno de esos caprichos del destino, ha estado a punto de coincidir, lo que hubiera sido harto paradójico, el espectáculo bufo y grotesco de la política murciana de los últimos días con la muerte de uno de los políticos murcianos más honrados, sabios y transparentes de todos los tiempos en la Región de Murcia, Pepe Molina.
Micromentario / Pepe Belmonte (22-03-21)
02:39
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Se ahorró el buen hombre escuchar los disparates, los insultos y las estupideces de uno y otro bando que sólo miran por el poder, por el cargo, sin tener jamás en cuenta a los ciudadanos. Vuelve a la palestra –si es que alguna vez se había marchado del todo– la política del estómago agradecido.
Se trata de un juego de damas o de ajedrez en el que para nada importa la condición y la inteligencia de cada contendiente, sino el capricho de un dios menor (ese mismo dios menor al que estos días se refería el alcalde Ballesta) que obra a su antojo.
Fruto de ese juego diabólico con intercambio de golpes, el presidente López Miras se ha cobrado la cabeza de dos de las personas más discretas y trabajadoras de su gobierno, Miguel Motas y Esperanza Moreno.
Ambos, aunque no exentos de polémicas durante sus respectivos mandatos, demostraron estar preparados para la misión que les fue encomendada. Motas se entendió siempre con los rectores de las universidades murcianas y fue comedido en sus declaraciones y comprensivo con las reivindicaciones del sector.
Por su parte, Esperanza Moreno, aunque atada de pies y manos por el presidente Miras, que fue quien, personalmente, la había nombrado para su puesto, como docente conocía el mundo de la enseñanza a la perfección y había logrado elevar los pírricos niveles de lectura de nuestra Región a base de humildad y buen encaje tras las feroces críticas por su defensa del pin parental y la apertura de los colegios a pesar de la pandemia.
Nada que ver con aquella otra consejera de educación, de tan triste recuerdo, Adela Martínez Cachá, que tanto se significó por su desmedida ambición, su soberbia, su altanería y, sobre todo, por su pésima gestión.
Por si a alguien le sirve de consuelo, decía Miguel de Cervantes, que siempre tiene la frase adecuada para cada caso, que “lo que el cielo tiene ordenado que suceda, no hay diligencia ni sabiduría humana que lo pueda prevenir”.
Pepe Belmonte