La Cartagena romana, de la mano de un pater familia que hoy cumpliría 2000 años
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El teatro romano de Cartagena / Javier Ruiz
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Cartagena
El historiador polibio describió así Cartagho Nova:
“Está situada hacia el punto medio del litoral español, en un golfo orientado hacia el Sudoeste. La profundidad del golfo es de unos veinte estadios y la distancia entre ambos extremos es de diez; el golfo, pues, es muy semejante a un puerto. En la boca del golfo hay una isla que estrecha enormemente el paso de penetración hacia dentro, por sus dos flancos. La isla actúa de rompiente del oleaje marino, de modo que dentro del golfo hay siempre una gran calma, interrumpida sólo cuando los vientos africanos se precipitan por las dos entradas y encrespan el oleaje. Los otros, en cambio, jamás remueven las aguas, debido a la tierra firme que las circundan. En el fondo del golfo hay un tómbolo, encima del cual está la ciudad, rodeada del mar por el Este y por el Sur, aislada por el lago al Oeste y en parte por el Norte, de modo que el brazo de tierra que alcanza el otro lado del mar, que es el que enlaza la ciudad con la tierra firme, no alcanza una anchura mayor que dos estadios. El casco de la ciudad es cóncavo; en su parte meridional presenta un acceso más plano desde el mar. Unas colinas ocupan el terreno restante, dos de ellas muy montañosas y escarpadas, y tres no tan elevadas, pero abruptas y difíciles de escalar. La colina más alta está al Este de la ciudad y se precipita en el mar; en su cima se levanta un templo a Asclepio. Hay otra colina frente a ésta, de disposición similar, en la cual se edificaron magníficos palacios reales, construidos, según se dice, por Asdrúbal, quien aspiraba a un poder monárquico. Las otras elevaciones del terreno, simplemente unos altozanos, rodean la parte septentrional de la ciudad. De estos tres, el orientado hacia el Este se llama el de Hefesto, el que viene a continuación, el de Aletes, personaje que, al parecer, obtuvo honores divinos por haber descubierto unas minas de plata; el tercero de los altozanos lleva el nombre de Cronos. Se ha abierto un cauce artificial entre el estanque y las aguas más próximas, para facilitar el trabajo a los que se ocupan en cosas de la mar. Por encima de este canal que corta el brazo de tierra que separa el lago y el mar se ha tendido un puente para que carros y acémilas puedan pasar por aquí, desde el interior del país, los suministros necesarios”.
Para hablar del patrimonio me he citado con Elena Ruiz Valderas, Doctora en Historia Antigua y Directora del Museo del Teatro Romano de Cartagena. Estoy con ella, sentado en las milenarias piedras del teatro, hablando del infinito patrimonio romano de Cartagena. Y mientras charlamos me pide "que imagine a un pater familia, que tuviera sus negocios en Cartagho Nova, bajando por una calle hacia el boyante puerto de la ciudad para cerrar un negocio.
Mientras me lanzo a andar por Cartagena en busca de sus tesoros, echo a volar la imaginación y pienso en ese hombre. Quizás tiene mi misma edad. Se me ocurre llamarle Aurelio, como uno de mis amigos cartageneros. Y pienso cómo sería su familia.
La Cartagena romana, de la mano de un pater familia
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Por ejemplo: Aurelio seguro que tuvo un hijo. Un niño que, alguna mañana soleada como esta, lloró cuando su padre se despedía camino al trabajo. Me cruzo con madre y un padre con un carricoche. 2000 años, su niño -quizás como el de Aurelio- también llora cuando despide a su padre en la calle mayor de Cartagena. Precisamente, bajo esta calle está el antiguo puerto.
La ciudad no tenía la misma forma que ahora. Estaba sobre una península y un pequeño canal de agua comunicaba el agua del mar con una laguna interior. La línea de puerto corresponde a lo que hoy sería la plaza del Ayuntamiento y la calle mayor.
imagino al romano Aurelio en aquel bullicio. Pienso en él buscando productos con los que comerciar. Me cuenta Elena que compraban y vendían vino, esparto, salazones y muchos productos más.
Y en este puerto diverso y plural -como Cartagena hoy- también conocería a viajeros de todo el mundo conocido cuyas culturas, aquí, se mezclaban y se unían mientras que hacían negocios. Esto trajo a Cartagena mucha sabiduría y también creencias nuevas. Un ejemplo es la capilla a una diosa de origen sirio que se ha encontrado en la excavación del Molinete.
Ánforas, restos de barcos y vestigios de este enorme y prospero puerto se pueden ver en el Museo Nacional de Arqueología subacuática de Cartagena pero, como tengo que seguir la ruta, ahora, con Aurelio en mi imaginación me acerco a lo que pudo ser su casa. Los restos visitables se llaman "Casa de la fortuna" porque su propietario -imagino que fue el propio Aurelio" pensó en un bonito mensaje de bienvenida que leemos: "Que la fortuna te sonría".
La Casa de la Fortuna nos lleva al ambiente doméstico de la Cartagena romana del siglo I. Veo un comedor donde la familia celebraba los banquetes, la sala de representación en la que el señor de la casa recibía a sus clientes e incluso... ¡los dormitorios!. También están expuestos algunos objetos de adorno personal, varias lucernas y su vajilla. Toda la casa demuestra que Aurelio -como me dice Elena Ruiz Valderas- "vivía a la moda de la Roma de hace casi 20 siglos con decoraciones animales y florales en las paredes, por ejemplo".
Seguimos nuestro paseo y vemos que Aurelio ahora se encamina a un punto muy importante de la ciudad. Tiene cosas que hacer, favores políticos que pedir y el sitio perfecto es la Curia, donde se reunía el poder político de la ciudad.
La curia está en el impresionante barrio del foro romano cartagenero, vistable a la misma vez que vemos a los arqueólogos trabajar in situ. Un espacio de reunión... y un espacio para la memoria en el que encontramos el Agusteum, un templo para divinizar al mismísimo Augusto.
En el foro Aurelio hace dos cosas: comer algo en alguno de los establecimientos cercanos y darse un baño. Las termas junto al foro están conservadas parcialmente y la visita guiada nos deja claro cómo era el sistema de agua caliente y fría que utilizaban.
Seguramente Aurelio aprovecha la visita a la zona, como yo, para acercarse al templo de Isis, también conservado parcialmente en lo alto del cerro del molinete. Dentro, me explica Elena, "sólo podía entrar el sacerdote, porque estaba la divinidad".
Y, por fin, le toca Aurelio relajarse después de tanto trabajo...Entramos de nuevo al increíble teatro romano de Cartagena. Nos sentimos un romano más sentado en alguna de sus butacas. Eso sí. no podemos sentarnos en cualquier sitio porque cada espacio estaba reservado para una clase social.
¿Para qué venía Aurelio aquí? Para figurar, sobre todo. El Teatro era un escaparate social donde los más ricos y poderosos se lucían y eran vistos en las primeras filas por los que estaban por debajo de su clase.
Bueno... y también venía para ver teatro, claro. La pantomima era uno de sus géneros preferidos. Y también el de muchos romanos. Intento imaginarme qué música y qué sonidos acompañarían las obras de teatro que allí se representaban.
Si escucháis el reportaje, os dejo el sonido de un aulós, una especie de flauta doble que los romanos heredaron de los griegos.
Y por último, en nuestro viaje junto al Pater Familias Aurelio, llegamos al lugar donde la masa se desenfrena, donde hay griterío e incluso... sangre.
Porque estamos en el anfiteatro romano de Cartagena, o lo que se está recuperando de él, porque sobre este imponente edificio se construyó una plaza de toros que ahora está abandonada. Ahora se están excavando las dependencias inferiores donde se vestían los gladiadores. Es un proyecto a muy largo plazo que añadirá, por si todo esto fuera poco, un poco más de aliciente a la visita romana a Cartagena.
Me despido de la ciudad junto al mar. El mismo mar que dijo Polibio que a veces, como hoy, 2000 años después, los vientos africanos encrespan el oleaje.
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Javier Ruiz Martínez
Redactor de temas de sociedad, ciencia e innovación en la SER. Trabajo en el mejor trabajo del mundo:...