El Sporting de la resiliencia sigue vivo en la Copa

Ante las adversidades, el Sporting se crece. Cuando parece que es imposible, las cosas le salen bien. Este viernes estará en el bombo para los cruces de la tercera eliminatoria de la Copa del Rey tras eliminar, con mucha fortuna y una gran dosis de sufrimiento, al Amorebieta. Fue el premio para un equipo que está peleando contra todo; consigo mismo para empezar, dadas sus propias limitaciones y las circunstancias que se le han venido encima. En Urritxe el Sporting tuvo suerte, la que se suele vincular a los campeones. La que este equipo, que tiene alma, se merecía tener.

No jugó bien el equipo gijonés. Fue, por momentos, peor que un rival de Segunda B. Las circunstancias no eran fáciles: un equipo cansado, mermado de efectivos y presionado por su condición de favorito contra otro fresco, motivado, sin nada que perder y acostumbrado a jugar en un terreno de juego que podríamos definir, eufemísticamente, como irregular. David Gallego apuró el reglamento al límite, apostando por cuatro canteranos (tres de ellos debutantes) para el once inicial. Christian Joel repitió en la portería y tomaron la alternativa Zalaya, Trabanco y Mateo Arellano. El guardameta tuvo mucho más trabajo del esperado; el último de ellos acabaría siendo decisivo.

En torno a estos jóvenes, mucho suplente con razones para serlo: Álvaro Vázquez, Neftali, Carmona, Cumic... No era fácil que la mezcla funcionara.

El Amorebieta superaba al Sporting en todo: en llegadas, en ocasiones, en posesión. Pero no en el marcador. Christian Joel protagonizó muchas más intervenciones que el portero local, que prácticamente fue un espectador privilegiado. Vivió el encuentro con los mismos agobios que la veintena de seguidores que, desde detrás del muro que limita el campo, confiaban en que su equipo materializara su superioridad con un gol.

Pero la fortuna se alió con el Sporting. En el segundo tiro a puerta de los rojiblancos, después de uno de Carmona a pase de tacón de Djurdjevic, llegaría el gol rojiblanco. Corría el minuto 74 cuando un córner botado por Carmona lo despejó la defensa vasca, con la mala fortuna (para el Amorebieta) de que le quedó a la pierna zurda de Cristian Salvador, que empaló para adelantar al Sporting.

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La clasificación hubo que sudarla, porque el Amorebieta no se rindió hasta el final. Primero asustó con un testarazo que rozó el larguero y, en el último instante, Mateo Arellano tuvo que salvar sobre la línea un gol que hubiera supuesto una prórroga menos deseable que la eliminación.

Entre medias, y con la tensión a flor de piel, el Sporting estuvo a punto de jugar con fuego. En un primer momento nadie se explicaba el motivo del alboroto que se produjo cuando David Gallego iba a realizar un cambio perfectamente legal: la entrada de Bogdan por otro jugador con ficha del filial, Trabanco. Pero algún integrante del cuerpo técnico del Sporting vio la luz y alertó del riesgo que suponía quedarse sin cambios y con el mínimo de jugadores del primer equipo sobre el campo: una expulsión de uno de ellos habría derivado en una alineación indebida. Como es mejor prevenir que lamentar, se rectificó el cambio y entró Babin.

La Copa del Rey, esa competición que a estas alturas suele dar más disgustos que verdaderas alegrías, sí ha resultado un bálsamo para el mermado ejército de David Gallego, que sigue luchando contra los elementos. La capacidad de resiliencia del Sporting es motivo de orgullo sportinguista en tiempos de sonrojo.