'Cuidado con las bromas, que, como las armas, también las carga el diablo', por Pepe Belmonte

Murcia

Durante mi infancia, en la pequeña biblioteca del Centro Social donde nos reuníamos los amigos en mi pueblo, existía un curioso volumen en el que se recopilaban algunas de las más destacadas bromas acaecidas a lo largo de la historia.

Nunca olvidaré aquella que tiene lugar durante una jornada de caza, cuando uno de los contendientes, tratando de gastarle una broma a su compañero, le apuntó con la escopeta y amenazó con volarle la cabeza, como si sufriera locura transitoria.

A su amigo, que creyó a pie juntillas la amenaza, no se le ocurrió otra cosa que actuar en defensa propia y acabar con la vida del bromista, al que aún le dio tiempo a confesar su tontería antes de morir. Menuda faena.

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Las bromas del 28 de diciembre, es decir, de tal día como hoy, siempre han dado mucho juego. Las inocentes de verdad eran las que gastaban los periódicos murcianos de los años cincuenta, cuando, por ejemplo, en una de sus páginas se daba la noticia -es un ejemplo real– de la pesca de un ejemplar de más de cien quilos de peso en las tranquilas –y transparentes, por aquellos años– aguas del río Segura a su paso por la capital.

El pescador afortunado, en un fotomontaje que hoy sería considerado como una verdadera chapuza, posaba sonriente ante la cámara, con su caña y su trofeo en todo lo alto.

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Pero la que se pudo escapar, por los pelos, de convertirse en la broma más pesada de nuestra historia reciente fue la Constitución Española. Y lo digo en serio.

Vean, si no, los datos: fue aprobada en las Cortes un 31 de octubre de 1978, ratificada por el pueblo español, en referéndum, el 6 de diciembre, sancionada por el rey Juan Carlos I el 27 de ese mismo mes, y entró en vigor el mismo día de su publicación en el BOE. Es decir, un 29 de diciembre de 1978, con lo que se logró esquivar ese fatídico 28 de diciembre, día de los Santos Inocentes, para no correr el riesgo de que, en el fondo, todo se debiera a una broma de mal gusto que se le gastaba a un pueblo sufrido y mártir después de una Guerra Civil y cuarenta años de dictadura. El mosqueo hubiera sido monumental.

Felices fiestas, feliz año. Y cuidadito con las bromas, que, como las armas, también las carga el diablo.

Pepe Belmonte