Productividad política en Alicante
La Columna de Carlos Arcaya: «Productividad política en Alicante»
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Alicante
Tendríamos que medir la productividad política -es decir, la relación entre el trabajo desempeñado, los bienes conseguidos y los recursos empleados-.
La pasada semana fue paradigmática -a mi juicio- de la cantidad de tiempo y de energías que se pierden en la gestión política de un municipio como Alicante.
Ejemplos: un pleno de nueve horas y media para discutir si nuestra ciudad es más o menos valenciano parlante; para instrumentalizar en contra del Gobierno central a los inmigrantes que llegaron en patera a Canarias y que, posteriormente, cogieron un avión a la península; mucho ruido y ni un solo avance para conseguir una ordenanza de mendicidad y prostitución que sea funcional.
La única propuesta en positivo, la inclusión de un colegio en el plan Edificant.
Y sin olvidar la polémica con la Subdelegación del Gobierno. O que el edificio del Ideal siga siendo un problema y no un lugar cargado de posibilidades para la ciudad.
Al final, este batiburrillo, en el que se mezclan las declaraciones grandilocuentes y las ganas de sacar los colores al rival, solo sirve para tapar la falta de proyectos o iniciativas de cambio o de progreso.
Mucho fuego de artificio, generado no casualmente, sino buscado para tapar la escasa productividad política.
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