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"Errar, profesión de riesgo" [por Ale Luis Rolo]

El analista y comentarista de la SER se refiere a la controversia surgida tras el error de Ortolá en el derbi canario

Adrián Ortolá. / CDT

Adrián Ortolá.

Tenerife

Estamos pasando por una época donde la superioridad moral y la verdad absoluta significa un pilar básico para las personas. Si un equipo es superior a otro es porque es más demérito que meritorio, si eres aficionado de un club grande es porque los pequeños no saben de fútbol o si eres de un equipo modesto es porque es más auténtico lo tuyo y no lo otro. Con este artículo no pretendo tener la verdad, ni si quiera quiero tener la razón, pero sí, de alguna manera -en el caso de que lo consiguiera-, de concienciar y hacer reflexionar al público de que nada es aparentemente como uno cree. Ni siquiera este texto.

Si no eres de un equipo que suele convivir con la victoria, interiorizas que hay equipos mejores y, por tanto, no puedes ganar siempre en todo. En consecuencia, si no gozas de esa facultad que es ganar, tienes que asumirlo, porque en el fútbol y en la vida lo común es perder. Por eso celebro las victorias como títulos; por eso cuándo empato de vez en cuando veo el vaso medio lleno; y por eso entiendo la derrota como una escuela de vida muy conveniente.

Si no eres un futbolista que no suele convivir debajo de la portería, siempre tienes la certeza que detrás de ti tendrás un compañero que se dejará la piel por intentar salvar tus fallos. Si no eres un futbolista que no suele convivir debajo de la portería; porque de lo contrario, si eres portero, estás solo ante el peligro. La gran parte del entrenamiento mental a los porteros, recae implícitamente en la inteligencia emocional: a saber controlar tus emociones debido a que estás en una situación y posición que implica vivir literalmente solo ante contextos de exigencia y conflicto.

Jugador de campo cuando se requiere y verdugo del rival en las situaciones más comprometidas del partido, Adrián Ortolá acapara todos los titulares de esta semana, puesto que de un error suyo llegó el único gol que supuso la victoria de la UD Las Palmas en el derbi canario. Bien por exceso de confianza, por una mala toma de decisión o bien por una acción mal ejecutada -como le puede ocurrir a cualquier futbolista en cualquier partido-, tras él, a diferencia del resto, no hay nadie que corrija ese error. Por eso Ortolá, en este caso, también tiene ese legítimo derecho de fallar, ya que la responsabilidad es compartida proporcionalmente y no única. Por eso no estamos diciendo la verdad si defendemos la causa y consecuencia de que el Tenerife perdiera el derbi fuera por el desliz de su guardameta.

Equivocarse es algo inherente a nosotros mismos, a la tarea que nos ocupa, al ejercicio que haremos en un futuro. Al igual que todas las definiciones del fracaso no deben de tener connotaciones negativas, el error no debe de condicionarnos nunca. Recuerdo las declaraciones de Peru Nolaskoain en las que manifestaba: “no ganamos un partido ni a la ONCE, es increíble lo malos que somos. Y encima no puedo salir esta noche”. Realmente el problema de esas palabras es que no estamos capacitados, ni siquiera preparados, para conocer tanta verdad.

Los tópicos del fútbol nos han conquistado, nos han hecho elegir no decir la verdad, nos han presentado un escenario cómodo en el que instalarnos y nos han hecho saber que errar es una profesión de riesgo.

 
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