Orduña ofrece ayuda a las familias afectadas por el campo de concentración y prisión local
Entre julio de 1937 y septiembre de 1939 las autoridades militares franquistas establecieron un campo de concentración de prisioneros en Orduña, en el que fueron internadas alrededor de 50.000 personas
Bilbao
El Ayuntamiento de Orduña ofrece un servicio de ayuda a las familias que buscan información sobre personas que de 1937 a 1941 fueron recluidas por su lucha contra el fascismo en el campo de concentración y en la prisión central de esta ciudad vizcaína.
Con este servicio, que ofrece el área municipal de Memoria Histórica, el Consistorio pretende contribuir a "paliar el daño causado a las víctimas del franquismo, a difundir la historia del municipio y a fortalecer los valores de paz, convivencia y respeto a los derechos humanos", según ha dado a conocer hoy.
<p>El proceso vuelve a empezar. La muerte acecha. El futuro lo van a decidir unos jueces con lenguaje militar y las decisiones que podrían haber cambiado la historia, llegan tarde</p>
De 1937 a 1939, al menos 24 personas murieron en el campo de concentración de Orduña mientras que de 1939 a 1941 se contabilizaron 201 muertes en la cárcel central.
Entre estos fallecidos figuran José Gómez Aguilar, campesino del municipio malagueño de Alozaina, y los hermanos de Badajoz Salvador y Manuel del Amo Jiménez, cuyas familias esperan que puedan ser encontrados los restos de sus allegados en el cementerio de Orduña para su traslado a sus tierras de origen
Historia del campo de concentracion de Orduña
Entre julio de 1937 y septiembre de 1939 las autoridades militares franquistas establecieron un campo de concentración de prisioneros en Orduña, en el que fueron internadas alrededor de 50.000 personas. El objetivo de este centro fue la reclusión preventiva, la clasificación y la reeducación de los prisioneros hechos por las tropas de Franco, fundamentalmente en los frentes de Bizkaia, Aragón y Cataluña.
Estuvo situado en pleno centro de la ciudad, en el antiguo colegio de los jesuitas, y tenía una capacidad máxima de 5.000 personas. Los cautivos, algunos de ellos ajenos a la guerra, sufrieron un trato inhumano que se caracterizó por el hacinamiento, la insalubridad, la miseria, el hambre, la violencia, el miedo, la humillación y la incertidumbre. Además, algunos de ellos fueron utilizados como esclavos para realizar diferentes obras públicas y privadas.
Durante los 27 meses que permaneció abierto se registraron 24 fallecimientos oficialmente, aunque es probable que fueran muchos más. El perfil medio de los fallecidos responde al de un joven catalán de 30 años, labrador de profesión que murió de una dolencia pulmonar. Como consecuencia de todo ello, en 2012 el Ayuntamiento de Orduña reprobó lo ocurrido, pidió perdón por haberse lucrado a costa de los cautivos, y se comprometió a rehabilitar su memoria, así como a difundir este terrible y desconocido episodio de nuestra historia.