La fiesta de Mrs Dalloway reabre las puertas del Teatro Falla
Ovación del público gaditano en la primera representación desde que empezó la pandemia
Cádiz
El prestigioso actor y director teatral Josep María Pou escribió una vez que "un teatro cerrado es un espacio muerto". La vida ha regresado al Teatro Falla de Cádiz y esta resurrección entre mascarillas, toma de temperaturas, butacas precintadas y flechas indicando entradas y salidas se ha saldado con una cálida ovación al elenco de Mrs Dalloway, protagonizada por Blanca Portillo. Una obra que ya es historia de Cádiz porque es la primera con la que el templo artístico gaditano reabre sus puertas desde que las cerrara en marzo por el coronavirus.
Había impaciencia en Cádiz por recuperar la actividad en su principal teatro y eso se ha notado en la importante afluencia de público, a pesar de la limitación de aforo, que obliga a dejar libres la mitad de las sillas. La nueva normativa, que exige toma de temperatura y la distribución de las entradas por tres puertas en la fachada principal, no impidió las habituales colas, aunque miembros de Protección Civil supervisaron que se guardaran las distancias convenientes. Esta nueva vida del Falla impone algo inédito: las sillas del gallinero están también numeradas.
La presencia de Blanca Portillo para abrir esta temporada había generado bastante expectación en las taquillas en los días previos, pero quedaban aún entradas por vender. Muchas de ellas se consiguieron entregar a última hora, como si el público haya tenido que acostumbrarse a decidir los planes sobre la marcha. Es otra manera de consumir cultura, sin poder hacer previsiones a corto plazo, que invita a improvisar, según las circunstancias.
Así que de esta forma, casi con la mitad del público en el Falla, y todos los espectadores con mascarilla, arrancó este espectáculo, que se estrenó en el Teatro Español, sin demasiado entusiasmo de la crítica y el público. Mrs Dalloway es una versión libre de una compleja y profunda novela de Virginia Woolf, que narra 24 horas en la vida de Clarissa Dalloway, una mujer que, en período de entreguerras mundiales, se dispone a preparar una fiesta esa noche para su marido, mientras pasan las horas marcadas por el Big Ben y recuerda su vida, las personas que más le marcaron, mientras sobrevuelan temas como la monotonía, el suicidio, el feminismo, los amores pasados o la bisexualidad.
La versión teatral, dirigida por Carmen Portaceli y guion de la propia Portaceli, Michael De Cock y Anna María Ricart, traslada la acción a tiempos actuales, en una decisión audaz, que permite a los actores en algún momento jugar a saludarse con el codo y a Portillo ponerse la mascarilla para pasearse por el patio de butacas para cumplir los protocolos de seguridad. Pero, más allá de estas anécdotas, es cierto que el traslado temporal de la acción merma algunos hallazgos del texto original, y licua conflictos interiores de los personajes.
La complejidad de la novela se resuelve mediante la técnica del flujo de conciencia, por la que los personajes, todos prácticamente presentes en escena durante toda la obra, se van moviendo físicamente y en el tiempo, hablando entre ellos y reflexionando sobre sí mismos, recordando el pasado y viviendo el presente. La fórmula no siempre funciona. Hay modestos números musicales (el primero se cierra sin aplausos) y cierta frialdad en algunas escenas por personajes que no terminan de desarrollarse. Pero también surgen momentos intensos y bonitos, como cuando Blanca Portillo baja al patio de butacas y convierte a los espectadores de la obra en invitados a la fiesta de Mrs Dalloway. Porque en esas palabras en las que la protagonista agradece al público haber venido para acompañarla a su fiesta, la ficción y la realidad se unen, ya que es imposible distinguir si es Clarissa la que habla o la propia Portillo, como actriz, la que muestra su cariño a los espectadores que siguen confiando en el teatro y la cultura segura. "Qué grande eres", le llegó a decir una espectadora al cerrar ese monólogo.
Portillo es, sin duda, lo mejor de la obra. También brilla Gabriela Flores como Angélica, un personaje clave para entender el desenlace de esta obra, en la que la protagonista, una mujer que convoca fiestas para mostrar que sigue viva, termina encontrando el sentido de su existencia en la muerte de otra persona. El suicidio de Angélica es lo que lleva a Clarissa a apostar por la vida, a recuperar el deseo de sentir y disfrutar, a no dejarse llevar por el paso del tiempo. "¡Por fin estoy aquí!", dice el personaje de Portillo. Un grito que sonó a gloria en esta noche histórica. Por eso la ovación estaba más que justificada. Volvían las voces, las luces, la música, los actores. Resucitaba el teatro en el Falla. Por fin. Aquí.
Pedro Espinosa
En Radio Cádiz desde 2001. Director de contenidos de la veterana emisora gaditana. Autor del podcast...