De Verónica del Socós a Lepanto
Existían en Valencia dos calles de la Verónica, una en la Tapinería y la otra junto al convento del Socorro. Para evitar esta duplicidad, esta última pasó a llamarse calle de Lepanto

Luis Fernández callejeando por la calle Lepanto
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Valencia
Durante el último tercio del siglo XIX la ciudad de Valencia experimentó un crecimiento exponencial de la población, que casi llegó a duplicarse, ligado entre otras cosas a los avances técnicos de la revolución industrial y a una coyuntura socio-económica favorable. En este marco, el desarrollo urbanístico exigía una planificación más allá del vetusto cinturón defensivo, que ahora era visto por la nueva burguesía como un obstáculo para la expansión de la ciudad. El derribo de las murallas, iniciado en 1865, propició la expansión de la ciudad más allá de la vieja ronda. En las zonas sur y oeste, conocida comúnmente como Extramuros, el levantamiento de nuevos barrios se llevó a cabo sin seguir ningún plan de ensanche, como sí se hizo en la parte oriental. Aquí, la delineación de las nuevas vías se realizó de forma local, en pequeñas unidades urbanas y siguiendo la trama existente, que estaba condicionada por la propia ronda y por los antiguos caminos que irradiaban de ella, como los de San Vicente, del Cementerio, de Torrent o de Quart. De igual manera, la rotulación de las nuevas calles extramuros se realizó en paralelo a los expedientes de urbanización, de forma individual y, como era habitual, arbitraria.
Las primeras calles extramuros en llegar a la Comisión de Estadística en busca de un nombre fueron las abiertas en el conocido como barrio de Moret, un pequeño núcleo de casas al otro lado del Guillem de Castro que se fue levantando siguiendo el preexistente camino de Moret, que desde el cruce entre la Ronda y la calle Verónica se dirigía en diagonal hasta entroncar con el camino viejo de Torrent, también conocido como Vuelta de los Gitanos. De esta manera, según consta en el expediente de rotulación de calles de 1875, la comisión de estadística ante la necesidad de denominar las calles nuevas que se estaban abriendo en dicho barrio, seleccionó entre los nombres de personajes históricos facilitados por el Cronista de la Ciudad, Vicente Boix: a la calle número 1, que enfrentaba con la del Triador se propuso denominarla San Pedro Pascual; a la número 2, que enfrentaba a la de En Bany, de Espinosa; a la número 3, que partía de la 2 formando un ángulo, del Padre Tosca, y a la que estaba construyéndose sobre el mismo camino de Moret, Juan de Mena.
La histórica calle de la Verónica o Verónica del Socós como la denomina Orellana, era un antiguo camino perpendicular a la ronda de las murallas que, haciendo de linde entre los huertos de Moret y San Felipe, entroncaba ortogonalmente con la calle del Socors que daba acceso al convento homónimo. Entrando por la calle Verónica desde la ronda, a mano izquierda, se abría la plaza del Convento del Socorro, y haciendo esquina con la misma calle se encontraba una cruz pintada y en ella la Verónica o Santa Faz, que daba nombre a la vía. Pero el nombre de Verónica también lo llevaba entonces – y lo mantiene en la actualidad- una pequeña travesía de la Corregería, circunstancia que tuvo que ser subsanada para evitar los contratiempos que producía esta duplicidad, sancionados por la Real Orden de 24 de febrero de 1860. Esta fue la razón por la cual el nombre de la calle Verónica del Socós fue sustituido en 1877 por el de Lepanto, una de las batallas mitificadas en el imaginario colectivo español – como las de Bailén o Numancia, que también dan nombre a una calle en nuestra ciudad- que junto a las calles dedicadas a Ercilla, Cervantes o Juan de Austria, pretendían perpetuar la memoria de aquel episodio histórico.