Ante todo, mucha calma
La población sotillana comienza el confinamiento entre la resignación y el fastidio con el convencimiento de que llega tarde porque el vecindario lleva días extremando las medidas de protección
Sotillo de la Ribera
Pocos son los vecinos de Sotillo de la Ribera que quieren hablar de la situación que tienen que vivir durante los próximos días. En principio 14 días de aislamiento, sin poder entrar ni salir del municipio salvo causas muy concretas, aunque desde la Consejería de Sanidad anuncian que en una semana revisarán la situación de los contagios y hasta podría levantarse el confinamiento. Pero de momento lo que toca es resignarse. Unos de mejor grado que otros, aunque en toda la población ha caído como un jarro de agua fría encontrarse en el punto de mira por la pandemia, pero más aún por el señalamiento que supone ser confinados por la autoridad sanitaria.
Las situaciones son diversas: algunos, que habían previsto cerrar la temporada veraniega en su segunda residencia y marchar a su domicilio habitual, no lo harán por responsabildiad y cumplirán el confinamiento en Sotillo. Otros aseguran que la decisión de la Junta llega a desentiempo, porque hace semanas que el peligro se venía venir y precisamente ahora parece haber pasado lo peor gracias a la propia disciplina del vecindario, que tal y como coinciden en señalar varios testimonios, ya habían comenzado a extremar el aislamiento social y autoconfinarse hace más de diez días, cuando aparecieron los primeros indicios de que la cosa comenzaba a ponerse fea.
¿Cuándo fue eso? Nos cuentan que a finales de agosto, incluso antes de las “no-fiestas” señaladas en el calendario el primer fin de semana de septiembre. Y aunque los jóvenes son objeto de crítica sin tapujo por parte de las personas de edad más que madura, a algún vecino se le escapa la referenia a un encuentro social multitudinario que reunió a un buen número de amigos y no precisamente quinceañeros. En cualquier caso en lo que sí hay coincidencia es en la relajación de las medidas de seguridad, como origen de esta situación y por lo tanto todos recomiendan la misma receta: permanecer tranquilos en Sotillo y a ser posible en las casas o con la menor relación posible con quienes no sean conviventes habituales, aunque sean familiares. Ante todo, mucha calma, como la que mostraban algunos vecinos que ya de buena mañana regresaban al pueblo de su andadura matinal por el monte, actividad totalmente permitida, o de comprar el pan, porque Sotillo seguirá abastecido y con todas las medidas de seguridad sus tiendas podrán continuar funcionando.
La calma ha reinado también en el colegio de la localidad, el CRA Siglo XXI, donde las clases se han impartido con normalidad, al igual que el transporte escolar que ha llevado a los adolescentes hasta el instituto de Roa donde cursan sus estudios de Secundaria.
Paradójicamente la calma de un pueblo de calles practicamente vacías y la normalidad del ritmo escolar contrastaban esta mañana con la estampa de casi una decena de guardias civiles apostados en el cruce de salida del municipio hacia Aranda con las luces de sus tres vehículos encendidas, y los carriles separados por conos que ralentizaban el paso de los vehículos para poder ir parándoles, interesarse por su origen y destino e informar a su conductor de la situación del municipio.
Los periodistas también poníamos esta mañana el toque exótico a un municipio que si hasta ahora ha salido en la prensa lo ha hecho por la calidad de sus vinos, la labor y el renombre de sus ocho bodegas, sus productos gastronómicos como los quesos y las morcillas, sus tradiciones, sus fiestas, su actividad cultural y su patrimonio, como su bario de bodegas o el Cristo cuya restauración fue noticia en toda España hace un par de años al encontrar en su interior un manuscrito a modo de cápsula del tiempo. Hoy era otra la situación que atraía a los periodistas, que hemos vuelto en bandada a Sotillo, cámara en ristre, grabadora en mano, pregunta en boca, aunque sin ser tan bienvenidos. Quizá porque, de nuevo, alguno no ha acertado ni con el nombre del pueblo, al que han cambiado el apellido y lo han denominado Sotillo de Duero en sus redes sociales.
En las afueras del municipio unas viñas henchidas de fruto esperan la vendimia inminente. Bien es cierto que la recolección de la uva no tendría por qué verse afectada por el confinamiento, pero las bodegas sí han recibido de nuevo el negativo impacto de esta drástica medida al haber tenido que cancelar, en temporada alta para el enoturismo, todas las visitas previstas para estos días.
Poco va a cambiar la vida de Sotillo en estos días de confinamiento: los niños al cole, cada cual a su huerta, quien quiera a buscar moras por los alrededores, las alacenas abastencidas y quienes trabajen, donde sea, lo seguirán haciendo. Y sin embargo al municipio parece haberle cambiado el clima, afectado por una neblina invisible de desánimo e incomprensión. Porque en general la sensación entre los pocos vecinos que quieren hablar, es que la medida, si era necesaria, ha llegado tarde.
Elena Lastra
Redactora jefe de la Cadena SER en Aranda y presentadora de 'Hoy por Hoy Aranda'