Y la música volvió a Cádiz
Así fue el primer concierto en el café teatro El Pay Pay tras el confinamiento
Cádiz
El Pay Pay, con 19 años a sus espaldas desde que Paloma García lo reabriera para convertirlo en un café teatro emblemático en Cádiz, conjugó este viernes 19 de junio el verbo volver en la que fue, quizás, una de sus noches más complicadas. Tres meses después de cerrarse por el confinamiento que ha traído el coronavirus reabrió sus puertas a la música en directo, al teatro, a la poesía, al arte. Lo hizo con el espectáculo El Balsero, de Jesús Bienvenido. No es fácil que fluya la emoción de una canción o el sentimiento de un texto entre mascarillas, toma de temperaturas, gel higienizante y a más de un metro de separación entre cada silla. Pero la ternura de Bienvenido deshizo el hielo en una velada que, por histórica, ya es inolvidable.
Cádiz recuperó este viernes la música en directo con público tras meses de directos en Instagram, vídeos en Youtube y retos musicales en otras redes sociales. Regresar no ha sido fácil. Las restricciones impuestas a los locales convierten en una misión casi imposible hacer rentables lugares como El Pay Pay. El primer espectáculo completó el aforo permitido con 65 sillas, todas separadas entre sí a suficiente distancia. El espectador ha de tomarse la temperatura antes de entrar. Si presenta fiebre, se le devuelve el dinero porque no puede entrar.
Todos deben llevar mascarilla y colocársela a la entrada. Es asunto de conversación obligada en los prolegómenos del concierto los malabarismos que se necesitan para beber con esta protección en la nariz y la boca. Como en casi todos sitios huele a gel hidroalcohólico. Hay charlas entre pequeños grupos, pero menos ruido del habitual. También hay menos gente. El Pay Pay tiene permiso para llenar la mitad del aforo, aunque no se han ofrecido tantas sillas como se podían para que todo el público tuviera buena visibilidad. Hay un temor entre sus responsables: que alguien proteste, que alguien se queje, que alguien señale algo mal en este nuevo protocolo. Pero no ocurre. El público asiste a esta ceremonia previa entre la obediencia, la responsabilidad y la emoción de volver a escuchar música en directo.
En el escenario, una balsa. Bienvenido, antes de la pandemia, había llenado desde enero este local varias veces con un espectáculo en el que revisa la manera de entender el carnaval de Cádiz. Es un repertorio de comparsa, pero es también una obra de teatro, y es, a la vez, un concierto de un audaz cantautor, y es, sobre todo, un certero espectáculo. El artista gaditano se mete en el personaje de un náufrago a la deriva a bordo de una balsa, tras una hecatombe en forma de maremoto que ha arrasado con cualquier otra señal de vida. Busca tierra, aunque no sabe si la encontrará. Solo le acompaña en esa balsa, Willy, el esqueleto espinado de quien fue un sabroso pescado, y que, sin decir ni una sola palabra, parece que hable y cante durante todo el espectáculo.
Hay una presentación emocionante. "Tormenta en el corazón y en el alma tempestad", exclama Bienvenido. Y, a partir de ahí, se combinan pasodobles, cuplés y cuartetas que bien podrían haberse unido en un gran popurrí. Es el Bienvenido comparsista en estado de gracia, aunque esto sea mucho más. Brillan todas las letras: el pasodoble feminista a sus hijas, el lamento contra el avance de la ultraderecha, la reivindicación a Andalucía frente a los que reniegan de ella. Emociona la sencillez del homenaje caletero de "Qué sabrá la gente lo que yo te quiero" y sobrecoge el "¿Dónde van las sombras de los que se fueron", quizá el mejor homenaje escrito y cantado que se ha hecho este año a la desaparición de Manuel Santander y Juan Carlos Aragón.
Hay aplausos largos entre las coplas, de los que se saborean. Quizá la falta de calor entre el público resuene más entre los cuplés y los momentos de humor, que también los tiene este espectáculo. No es lo mismo reírse chocando los hombros con los acompañantes, que aislado en una silla. Pero aún así la ternura que desprende el balsero y Willy termina animando al público a completar los ingeniosos y eficaces estribillos.
Andrés Hernández Pituquete y Raúl Domínguez Botella ejercen de músicos confinados en el espectáculo. Están detrás del escenario sin que se les pueda ver para amplificar la sensación de aislamiento de la balsa. Su confinamiento es previo a la pandemia, pero Bienvenido bromea con ello. El guitarrista y el percusionista se lucen especialmente en las canciones que ejercen de cuartetas. Hay una alegría, música que evoca a Brasil, letras a la soledad y a la esperanza, con versos de Díaz Pimienta.
Cuando termina y los tres salen al escenario, el público se pone de pie. Es la primera ovación que se oye en El Pay Pay después de tres meses. No suena tan fuerte como en una de las grandes noches de éxito del café teatro, pero en estas palmas nerviosas y vibrantes hay una enorme batalla ganada. La de la música que vuelve a sonar ante el público.
Escribe Bienvenido en El Balsero que mientras salga el sol, mientras se respire, se puede seguir remando. Es el mensaje de ilusión que quiere trasladar con su espectáculo, que ahora seguirá varios días más en El Pay Pay hasta dar el esperado salto a otras salas y otras ciudades, que el coronavirus frenó. Esa esperanza la tiene también Paloma García y la gente del café teatro. Afuera hay un mundo raro. Lo canta Bienvenido. Brújulas sin precisión, faros sin luz y mapas sin tesoro. Pero dentro hay música. Y un público. Y las dos cosas juntas forman el viento que necesita El Pay Pay para seguir navegando.
Pedro Espinosa
En Radio Cádiz desde 2001. Director de contenidos de la veterana emisora gaditana. Autor del podcast...