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La Casa de los Gitanos

La edificación ya derribada dominaba el cruce entre las calles Coronel Rexach y la Avenida del Padre Claret en los años noventa del pasado siglo

La Casa de los Gitanos derribada para paso una pista de deportes autóctonos / JUAN MARTIN

La Casa de los Gitanos derribada para paso una pista de deportes autóctonos

Segovia

La Casa de los Gitanos, así es como se conocía en Segovia esa construcción frente del convento de Santa Rita, en la calle coronel Rexach. Un caserón con tejado asimétrico a dos aguas que parece sacado de un belén. En los años noventa la citada casa estaba en plena ciudad, aunque en el momento de su construcción sería una edificación en el extrarradio de Segovia que el tiempo poco a poco la fue metiendo en la ciudad.

En la década de los cincuenta de Siglo XX, cuando se desarrolló la Colonia de Pascual Marín, en el actual barrio del Carmen, tras el paseo dominical las muchachas del barrio quedaban para volver todas juntas sin pasar miedo, pues la última bombilla de la ciudad estaba en esa zona. De allí a la Pascual Marín el camino se hacía en penumbra hasta llegar al nuevo barrio.

En los años noventa del siglo pasado se construyó en la zona el parque que aún permanece

En los años noventa del siglo pasado se construyó en la zona el parque que aún permanece / JUAN MARTIN

En los años noventa del siglo pasado se construyó en la zona el parque que aún permanece

En los años noventa del siglo pasado se construyó en la zona el parque que aún permanece / JUAN MARTIN

La foto de Juan Martín “Chas” refleja una estampa que era popular para los segovianos de la época. Era una calle que ganaba gran protagonismo tras su apertura al tráfico rodado y peatonal, uniendo la Avenida del Padre Claret con la Plaza Alto de Leones, actual Plaza de la Universidad. El corte de tráfico bajo el Acueducto obró el milagro de recuperar para la ciudad una calle que había sido “confiscada” por los militares en su día. Primero solo los autobuses urbanos, previo levantamiento de la barrera, y después ya abierta a todos.

En la actualidad el solar lo ocupa una cancha de deportes autóctonos, donde a decir verdad jamás he visto a nadie usarla para ese fin. En el momento de la foto la casa ya estaba junto a un parque cuidad que, seguro que precipitó el derribo, pero poco antes la zona era una de esos descampados que había por los barrios, donde los niños aprovechaban para improvisar un partido de fútbol o hacer la carretera donde organizar una carrera de chapas.

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Permanece en la zona el kiosco, aunque ahora es uno moderno y amplio. El de la foto se trata de los típicos que salpicaban las calles de Segovia hasta hace no mucho tiempo, y que eran muy numerosos. Si no cambian mucho las cosas, y parece que no, dentro de unos años cuando vean la foto los jóvenes habrá que explicarles que era un kiosco y que se vendía en él.

La zona ahora ha ganado en prestancia, pues años después se abriría el Hotel San Antonio el Real y enfrente se construyó la nueva residencia de mayores de las Hermanitas de los Pobres, que reemplazó el edificio de varias plantas que dominaba el cruce de Coronel Rexach con el Padre Claret, propiedad de la misma congregación.

Una zona de la ciudad que tendría que ser gran interés para el turismo si el antiguo Palacio de Enrique IV, actual convento de San Antonio el Real, tuviera el sitio que se merece en la guías de viaje y que se puede denominar con el gran monumento desconocido de Segovia. Por no hablar del inicio del Acueducto en altura y sus primeros arcos, porque ya sabrán que nuestro gran monumento milenario nace en plena Sierra de Guadarrama, en el azud de Revenga, donde recogía el agua que bebieron los segovianos durante siglos.

La Casa de los Gitanos, con la ropa tendida en la fachada, un jergón que espera su momento para ir a la chatarra y que luce orgullosa en su fachada el símbolo de la bandera romaní, la rueda de carro. Solo echo en falta en la foto los galgos que rondaban siempre por la zona y que se refrescaban en la fuente junto al kiosco. Otra prueba más de que la ciudad cambia paulatinamente. Solo hay que volver la vista atrás para percatarse.

 
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